La mejor manera de definir 'Wonka' es como un abrazo tierno y cálido que te da una persona especial cuando más lo necesitas

La mejor manera de definir 'Wonka' es como un abrazo tierno y cálido que te da una persona especial cuando más lo necesitas

Paul King ha vuelto a obrar el milagro tras acariciar nuestros corazones con 'Paddington 2'

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Puede que sea cosa de la edad, de ir haciéndose mayor y observar el mundo con unos ojos que, poco a poco, dejan de percibir color y luminosidad para captar casi exclusivamente la realidad con un extra de cinismo y en pesimistas tonos monocromáticos, pero cada vez es más complicado encontrar un largometraje que, más allá de la evasión que suele asociarse a la ficción, logre inyectar algo de optimismo e ilusión en nuestras vidas adultas.

Las feel good movies, esas películas diseñadas para hacernos sentir y servir poco menos que de bálsamo para el alma, tienen cada vez más difícil cumplir con su tarea, y han sido muy pocos los cineastas capaces de cumplir con su cometido recientemente, siendo uno de los últimos un Paul King que, haciendo honor a su apellido, se ha convertido por méritos propios en el rey del cine familiar.

Después de enamorarnos con su entrañable ‘Paddington’ y elevar aún más el listón con su brillante secuela, el británico ha vuelto a salir triunfante de su aventura con ‘Wonka’; una precuela centrada en los inicios como chocolatero del personaje literario de Roald Dahl que tenía todas las papeletas para ser un auténtico desastre excéntrico y empalagoso... y que ha terminado convirtiéndose en una de las películas más mágicas y maravillosas de 2023.

Ni canta ni baila, pero no se lo pierdan

Desde que se anunció el proyecto y, especialmente, desde que se mostraron los primeros avances de ‘Wonka’, no tenía ni un ápice de confianza en que pudiese salir algo bueno de ella. La combinación de estética recargada y un casting, cuando menos, peculiar, sumado al hecho de que King renunciase a dirigir ‘Paddington 3’ y privarnos de una potencial trilogía perfecta me hicieron temer lo peor, pero no puedo hacer otra cosa que tragarme mis palabras y pedir perdón por haber dudado del cineasta.

Sólo la persona que firmó las magistrales aventuras del osito  de Perú adicto a los sandwiches de mermelada —dos de mis títulos favoritos y lugares felices a los que acudir una y otra vez cuando el día se tuerce— podría haber llevado a buen puerto un título que, finalmente, nos ha regalado dos horas cargadas de magia y emoción que me han hecho derramar un torrente de lágrimas gracias a un tono que roza la perfección.

La mejor manera de describir ‘Wonka’ es compararla con un abrazo tierno y cálido que te da una persona especial cuando más lo necesitas. Cada uno de sus impolutos números musicales  y cada uno de sus pasajes están calculados al milímetro para abrirse paso hasta tu corazón, hacerte sentir como un niño y hacerte salir del cine con una sonrisa de oreja a oreja tras recobrar algo de fe en la humanidad.

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Además del brillante diseño de producción de Nathan Crowley —colaborador habitual de Christopher Nolan y responsable de la saga ‘El caballero oscuro’ o ‘Interstellar’ entre otras—, que es digno de Óscar y de un lúcido sentido del humor que guiña el ojo al público adulto con dobles sentidos divertidísimos, si algo termina de elevar la película al séptimo cielo, eso es su inspiradísimo reparto.

Secundarios de auténtico lujo como Olivia Colman, Keegan-Michael Key o un Hugh Grant desatado y pasando olímpicamente de todo dando vida a un Oompa Loompa están impecables, pero no hay duda de que la gran estrella de la función es un Thimotée Chalamet que se reafirma como una de las grandes estrellas emergentes —o no tan emergentes a estas alturas— de Hollywood.

Puede que el responsable de encarnar por tercera vez al rey del chocolate tras el icónico Gene Wilder y un Johnny Depp que se movió entre lo tétrico y lo siniestro a las órdenes de Tim Burton no sea el mejor bailarín del mundo ni tenga la voz perfecta para cantar, pero derrocha encanto y autenticidad; y eso, a veces, es lo mejor que puede ofrecer un actor frente a las cámaras. Como decía el titular apócrifo sobre Lola Flores que, presuntamente, se publicó en el New York Times, “Ni canta ni baila, pero no se lo pierdan”.

Si tuviese que poner una pega a la cinta, esa sería el pequeño bajón de ritmo que hay en su farragosa y algo dilatada transición del segundo al tercer acto; pero esto es sólo una minucia que no embarra lo más mínimo el resultado final. Porque, después de todo, ‘Wonka’ es, simple y llanamente, la película de estas navidades y un clásico moderno del cine familiar que, inesperadamente, se ha colado en el último momento en mi top particular con lo mejor del año.

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