La monumental 'Shogun' es toda una ración de épica feudal. Pero la miniserie de Disney+ se queda algo lejos de ser la nueva 'Juego de Tronos'

La monumental 'Shogun' es toda una ración de épica feudal. Pero la miniserie de Disney+ se queda algo lejos de ser la nueva 'Juego de Tronos'

No, no es 'Juego de tronos' pero sí que es una gran superproducción que recoge ese espíritu de grandeza y ganas de ser la obsesión televisiva de estos meses

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Llevamos toda la década y parte de la anterior buscando un buen sustituto de producciones del calibre de 'Juego de Tronos' y, en ese sentido, 'Shōgun', la nueva miniserie de Disney+ basada en la novela de James Clavell cumple al transportarnos a la épica y la crudeza de la época feudal... esta vez en la Japón de los 1600.

Y es que, a todas luces, nos encontramos con una serie monumental. Otra cosa es que todos sus aspectos estén lo suficientemente equilibrados como para sumergirnos realmente en este mundo de intrigas complejas a través de los ojos de un "piloto" naviero. Y aquí, en esta figura de Blackthorne (Cosmo Jarvis), es donde encuentro el mayor escollo (o uno de los mayores escollos).

Protagonista poco interesante

No he leído la novela y, por tanto, no sé hasta qué punto esto viene heredado pero lo cierto es que el guion de Rachel Kondo y Justin Marks cae en lo de dar más importancia al personaje menos interesante (o, uno de los que menos) de los que pululan. El problema es que, sobre todo en los primeros episodios, Blackthorne es planísimo y sus líneas de guion son repetitivas.

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Afortunadamente, la serie gana enteros gracias al siempre magnético Hiroyuki Sanada como Lord Toranaga, cuyas intrigas, de hecho, configuran el núcleo de la trama. Él y la Lady Mariko de Anna Sawai son los que realmente llevan la voz cantante en 'Shōgun'. Cuando están en el centro es cuando la serie va mejor.

Es, sobre todo, a través de ellos por los que nos sumergimos en la idiosincrasia nipona y en ese choque e intercambio cultural en una época en la que no había la globalización actual. Y se hace, a mi juicio, de manera atinada en lo que se matiza y se evita ciertos juicios por parte de los personajes, convirtiéndose en una experiencia enriquecedora.

Una ambientación monumental

Una experiencia que, además, se cuece a fuego lento en lo que nos movemos por un mundo prácticamente inconmensurable, con decenas de personajes (y un reparto más que solvente) y localizaciones. Donde realmente brilla 'Shōgun' es en su diseño de producción, que está al más alto nivel: contamos con un vestuario, maquillaje y reconstrucción exquisita de la Japón del siglo XVII. Esto logra, entre otras cosas, una experiencia inmersiva, en la que el espectador ve un mundo que se nota vivo.

Es, en este sentido, un trabajo monumental por parte de los directores, Jonathan van Tulleken y Charlotte Brändström, y el resto del equipo. Pero no solo con la ambientación. La serie también brilla con las escenas de acción y violencia, no reticente a la sangre y amputaciones. Si bien es más amiga de las escaramuzas y asaltos que de las grandes batallas, maneja muy bien la tensión del momento. Esto sucede incluso en escenas donde la violencia no es tanto física sino más psicológica.

Esas grandes virtudes deslumbran en cierto mal sentido tapando los defectos y carencias que tiene la serie. Que las tiene. Para ello voy a volver a recurrir a Blackthorne como símbolo. Al igual que como personaje, el británico es bastante más simple de lo que se puede exigir, 'Shōgun' también cae mucho en lo rudimentario en su trama con sus giros y avances. A veces lo que se disfraza de cocción lenta es, en realidad, un cúmulo de aburridas transiciones.

No tengo ni una sola duda de que 'Shōgun' ha llegado para ser la obsesión de estas próximas semanas y meses (son diez episodios de emisión semanal) ya que, como drama épico de época funciona bastante bien... pero deja con la sensación de que le cuesta manejar bien los aspectos no tan centrales de la historia y otras naderías, por lo que se nota algo más dispersa de lo que debería.

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