Shyamalan | 'Airbender, el último guerrero', la adaptación

Shyamalan | 'Airbender, el último guerrero', la adaptación

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Shyamalan | 'Airbender, el último guerrero', la adaptación

Vaya por delante, antes de que por la razón que sea quede omitido en el transcurso de la entrada, que ni había visto la serie de animación de 'Avatar' antes del estreno de la cinta que hoy ocupa nuestra atención; ni la vi después de acudir temeroso al cine hace cinco años a la proyección de filme número nueve en la trayectoria de un M. Night Shyamalan que, después del encontronazo que supuso su anterior título, tenía mucho recorrido por delante para recuperar la confianza tanto del público en términos generales como del cinéfilo que desde estas líneas os "habla".

Y lo aclaro por cuanto creo necesario establecer que los estándares en los que se mueve mi apreciación hacia 'Airbender, el último guerrero' ('The Last Airbender', 2010) no están contaminados por las tres temporadas —y sesenta y un episodios— emitidas por Nickelodeon entre 2005 y 2008. De hecho, por lo que muchas voces han clamado por la red, y otras más cercanas me han transmitido de forma directa, si a la hora de opinar sobre la cinta de Shyamalan tuviera que hacerlo en parte a través de la comparativa con la serie de animación, el filme del estadounidense saldría peor parado de lo que vais a poder encontraros en las siguientes líneas.

Fantasía trasnochada

Airbender 1

Sin saber pues en qué medida el guión redactado por Shyamalan corrompe o no el espíritu de lo imaginado originalmente por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko —si buscáis por ahí encontraréis declaraciones previas y posteriores de los artistas que ilustran a la perfección lo que yo no puedo—, no creo necesario de todas formas contar con el bagaje que hubiera aportado la serie para poder hacer al libreto de esta cinta (casi) máximo responsable de que terminara siendo calificada como uno de los peores filmes de la historia del cine.

Poniendo en barbecho una afirmación que me parece de todo punto exagerada —a fin de cuentas, a 'Airbender...' no le aplicaría epítetos tales como nefasta o execrable— lo muy equivocado del ambicioso y episódico discurrir del filme incurre constantemente desde el mismísimo arranque del metraje en ir desaprovechando las obvias oportunidades que ofrece el material de partida para perderse en un conjunto despersonalizado, deslavazado y desangelado que nunca llega a atrapar al espectador en su irregular transcurrir.

Airbender 2

Y si no lo hace es tanto por lo muy atropellado de la introducción a la mitología que mana de la serie que es la práctica totalidad del primer acto, como a la paupérrima definición que se hace de unos personajes que carecen de profundidad y que, en manos de un grupo de intérpretes de lo más variopinto, quedan expuestos como el otro gran responsable de conseguir que cuando se habla de la cinta se haga "echando pestes" de algunos de los mal llamados actores que por ella se pasean.

Al frente de los mismos, la pareja formada por Jackson Rathbone —esa perpetua expresión de estupidez llega a rayar en lo insultante— y Nicola Peltz, la hija de multimillonario metida a "actriz" que fue premiada por su trabajo aquí con uno de los cinco Razzies de que se hizo acreedora la producción. A medio camino entre lo lamentable de éstos dos y lo mejor que nos ofrece 'Airbender...' desde un punto de vista interpretativo —algo que recae sobre un efectivo Noah Ringer y en la solidez de Shaun Toub— queda un Dev Patel algo sobreactuado que, no obstante, no termina de rayar en el ridículo absoluto en el que sí incurren sus dos citados compañeros.

'Airbender, el último guerrero', sólo la música

Airbender 3

Carente aquí casi por completo de la inventiva visual que lo había caracterizado hasta 'La joven del agua' ('Lady in the Water', 2006), los esfuerzos de realización que Shyamalan asume para sacar adelante la producción de mayor presupuesto de cuántas se ha hecho cargo, se traducen en una completa desnudez del depurado estilo que le habíamos visto al cineasta. En su lugar, la mediocridad y el abuso de cámara lenta para lucimiento de los costosos efectos digitales del filme son la tónica de un espectáculo carente de interés...salvo por la música.

Haciéndose grande en algo que Jerry Goldsmith siempre tuvo muy claro —que no había filme pequeño o "erróneo" que no merecería sus más denodados desvelos—, James Newton Howard se crece ante el inexistente talante épico de las imágenes rodadas por Shyamalan para, precisamente, aportar a las mismas toda la espectacular personalidad que éstas atesoran por momentos: de soberbias orquestaciones, con un uso imponente de la sección de percusión y, de nuevo, el protagonismo absoluto de las cuerdas en los momentos de mayor relevancia, es en el clímax del filme —la única escena del mismo que convence al 100%— donde una vez más Howard se cubre de gloria.

Su arrebatador 'Flow like water' y la forma en la que Shyamalan visualiza el impresionante logro de Aang, el Avatar que da título a la serie original, es señal inequívoca, como ya lo había sido en el pasado, de que mucha de la efectividad del cine del realizador de origen indio descansa —y de qué manera— en los pentagramas del músico. Unos pentagramas que aquí se sitúan en primera fila de protagonismo y que, en cada aparición, dejan patente lo poco agraciado de una cinta que no sirvió, como todos esperábamos, para recuperar a la mejor versión del cineasta.

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