'Airbender: El último guerrero', lo peor de Shyamalan

'Airbender: El último guerrero', lo peor de Shyamalan
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No hay amor sin sacrificio.

(Princesa Yue)

El pasado fin de semana no fue sólo el de ‘Origen’ (‘Inception’), también se estrenó en España lo último de M. Night Shyamalan, otra esperada superproducción, otro “blockbuster de autor” con espectaculares efectos visuales y la misión de arrasar en taquilla, sin que por ello se pueda hablar de cine menor, pues sólo es cuestión de lo que se necesita para narrar una historia, sin dejar de lado a nadie, contando con el mayor público posible. Claro, el querer dirigirse a más personas obliga a ciertas cosas (ser más evidente y explicativo de lo deseable), pero como ha demostrado lo nuevo de Christopher Nolan, el sueño (la fantasía, el cine) puede ser aún más estremecedor y emocionante cuando lo compartes.

Desearía poder hablar bien de ‘Airbender: El último guerrero’ (‘The Last Airbender’), no por llevar la contraria a nadie (la crítica de Estados Unidos la han apaleado sin piedad alguna, como ya sabréis) sino porque creo que hay pocos directores, pocos creadores, como Shyamalan, que lo dan todo en cada obra, que se entregan tanto cuando ofrecen al público un nuevo trabajo. Y no sólo es un autor honesto y valiente, también es un gran realizador, un gran narrador, como queda patente en ‘El protegido’ (‘Unbreakable’) o ‘El bosque’ (‘The Village’). Pero quién sabe si herido de gravedad por las durísimas críticas, se está derrumbando. Ya en ‘El incidente’ (‘The Happening’) se le vio flojo, tambaleante, pero en ‘Airbender’ no puede más y se cae, se viene abajo. Y es muy triste comprobarlo.

‘Airbender: El último guerrero’ es una adaptación (escrita por Shyamalan) de una serie de animación del canal Nickelodeon creada por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, titulada ‘Avatar: The Last Airbender’ (la película tuvo que llamarse de otra forma cuando James Cameron emprendió la producción de su famosa ‘Avatar’). La película nos traslada a un mundo de fantasía en el que hay cuatro naciones, dedicada cada una al dominio de los elementos del aire, agua, tierra y fuego. Los que controlan el fuego han tomado el control del mundo, asesinando, esclavizando y atemorizando al resto. Esto sólo es posible por la ausencia del Avatar, el único ser que puede dominar los cuatro elementos. Cien años después de su desaparición, el Avatar aparece de nuevo.

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Pero ese ser extraordinario es sólo un niño. Un chaval que dejó atrás todo lo que conocía porque se enfadó. Dos hermanos, también muy jóvenes, lo encuentran y se convierten en sus únicos amigos. El Avatar, que se llama Aang, les cuenta que sólo llegó a dominar el aire, que necesita conocer los otros elementos antes de poder enfrentarse a la agresiva sociedad del fuego. Ésa es la aventura principal. Por otro lado, tenemos al príncipe Zukko, hijo del mayor enemigo del planeta, que desea encontrar al Avatar para entregárselo a su padre y poder así ganarse su perdón y el regreso a casa.

Gracias a la exquisita composición musical de James Newton Howard, la cuidada producción, los potentes efectos visuales y la prodigiosa puesta en escena de Shyamalan, uno consigue adentrarse con facilidad y entusiasmo en esta sencilla aventura, que no puede olvidarse que está diseñada para poder ser disfrutada por todos los públicos (de ahí la edad de los protagonistas o la falta de seriedad en momentos de gran conflicto, como la preparación del asalto al reino del agua). Se disculpan errores y patinazos, arritmias y acelerones, diálogos poco trabajados o sobreactuaciones… durante tramos, de manera intermitente. Desde luego, decir que ‘Airbender’ es una mala película me parece una opinión exageradísima y fruto de poca reflexión.

Pero ya digo, es difícil (no imposible) mantenerse concentrado durante el visionado de la nueva propuesta de Shyamalan, quedarse dentro de la fantasía sin darse uno cuenta que está en una sala de cine mirando una gran pantalla rodeado de otras personas. Aquí, a diferencia de lo que pasa con ‘Origen’, el sueño se desvanece constantemente. El cineasta comete muchas equivocaciones al tratar de trasladar al cine la serie animada, que al parecer es la favorita de sus hijos (dicen las malas lenguas, con ironía, que quizá fueron ellos quienes escribieron el guión, y a veces es inevitable pensarlo), quizá la mayor fue creer que él era el hombre idóneo para emprender esta tarea.

Shyamalan también se equivoca

Es indudable que Shyamalan es capaz de orquestar grandes producciones, sus películas más exitosas y aplaudidas no resultaron precisamente baratas (claro que de 70 a 150 millones hay una importante diferencia), pero me parece claro que es un (excepcional) narrador de pequeñas historias, aun cuando formen parte de otras de mayor extensión. Pero lo mejor, lo más inspirado, de sus relatos se produce en la intimidad, en la relación que se establece, se construye y se desarrolla entre pocos personajes. Dicho de otra manera, aunque ‘Señales’ (‘Signs’) nos hablaba de una invasión extraterrestre, en lo que Shyamalan se centraba, porque es lo que le interesa (no por obligación, para ahorrar costes), era en una familia, en un padre que había perdido la fe, su hermano y sus hijos.

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Igualmente, los mejores momentos de ‘Airbender’, o al menos los que un servidor encontró más emocionantes, y más propios de Shyamalan, son aquellos que se producen cuando apenas hay un par de personajes en la pantalla, y se habla de la familia, el amor, el odio, el rencor, el perdón, el sacrificio. Escenas como la de Zuko (Dev Patel) explicando por qué está obsesionado con atrapar al Avatar o la de éste (Noah Ringer) recordando por qué se enfadó y abandonó a su “familia”, nos muestran al mejor Shyamalan. Sin embargo, segmentos dedicados exclusivamente a los fuegos artificiales, a la rápida presentación de los personajes o al subrayado de los conflictos (Zuko repite hasta la saciedad sus motivaciones), resultan pesados y aburridos de seguir, cuando no ridículos.

Por otro lado, en sus anteriores trabajos Shyamalan se centraba en personajes adultos, aunque los niños tuviesen una importancia fundamental en la trama. Aquí se apoya en ellos, son los más jóvenes los que llevan el peso de la narración, y mientras la cámara sigue a Aang y a Zuko, hay interés, hay emoción, pero cuando se desvía a las historias de Katara y Sokka (Nicola Peltz y Jackson Rathbone), se pierde la conexión. Estos dos chicos están muy mal, no consiguen meterse en la ficción y se les ve siempre actuando, forzando las emociones. Patel no es ningún prodigio (en ‘Slumdog Millionaire’ era difícilmente soportable) pero consigue expresar el dolor y la amargura de su personaje, mientras que Ringer, que debuta con este film, no sólo se luce con las artes marciales, también responde a las altas exigencias del drama.

Falla también Shyamalan planificando la progresión dramática. Quema todos los cartuchos en la primera mitad de la película con una apabullante secuencia (casi un plano secuencia) donde muestra las habilidades del aire, la tierra y el fuego, así que cuando toca otro combate o cuando, peor aún, llega el clímax de ‘Airbender’, uno no puede sorprenderse porque no hay nada mayor, más espectacular, más sorprendente; es lo mismo que vimos antes. No hay riesgo, no hay peligro, no hay catarsis. Para empeorar las cosas, la historia no acaba, no tiene final, aparece un personaje que resume rápidamente todo lo que ha ocurrido y nos avisa de que habrá continuación. Otro error, a mi entender, pensar en una trilogía en lugar de en una película. De hecho, más que una película parece un resumen alargado. Y aun así, que conste, no creo que pueda hablarse de un trabajo mediocre. Un desliz de Shyamalan, un paso atrás, su peor trabajo hasta la fecha, sí, desde luego.

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