Con la ciudad de París como telón de fondo, ‘En las profundidades del Sena’ nos propone un supuesto ganador para una película veraniega: un tiburón suelto en el río Sena durante el Campeonato Mundial de Triatlón. Otra variación del subgénero “poner escualos en sitios” que Netflix acaba de estrenar de forma bastante oportuna, ya que solo quedan unas semanas para los Juegos Olímpicos de 2024 en París, lo que añade una capa de relevancia a la narración nada improvisada.
Desde que se anunciaron los juegos, el problema de las pruebas acuáticas en la ciudad ha creado debate en la ciudad. Hemos visto a Macron haciéndose “un Palomares” como Fraga para certificar que las aguas son aptas, mientras la suciedad del río pone en duda si finalmente se podrán celebrar las competiciones de aguas abiertas y una parte del triatlón, tras invertir 1.400 millones para hacer posible la inmersión, incluyendo la construcción de una gran depuradora de casi 100.
Netflix no ha perdido la oportunidad y tiene a punto su película cargada de retranca, casi a modo de sátira sobre esa decisión del gobierno, encargando al director Xavier Gens el proyecto, que sigue a Sophia, una brillante científica interpretada por Bérénice Bejo, quien sufre la pérdida de todo su equipo en alta mar investigando a un espécimen de marrajo. Luego, junto a Mika, una joven activista medioambiental, descubre la presencia del tiburón en el Sena y debe evitar una catástrofe durante uno de los eventos más prestigiosos de la ciudad.
Los guionistas Sébastien Auscher y Yannick Dahan han tejido una idea con el medio ambiente como intercesión de la loca idea de un gran tiburón suelto en un río de agua dulce, como en otras recientes como ‘Infierno Azul’, queda como una especie de justificación inicial que deriva en una nueva entrega de terror animal a gran escala. La idea de un tiburón en medio de unos juegos da para una fiesta al estilo ‘Piraña 3D’, pero este ecothriller se queda un poco a medio gas, aunque su conexión con el cine de catástrofes con algún apunte gore la hacen muy entretenida.
A veces el cuerpo pide más sharknado
‘En las profundidades del Sena’ recurre a todos los trucos del librillo, juega primero con el miedo primario a lo desconocido que acecha bajo la superficie del agua, tanto en el exterior como en los planos submarinos. Crea tensión y suspense del manual de ‘Tiburón’, pero utiliza la ciencia ficción especulativa para proponer el ataque de un Mako gigante en aguas urbanas funcionando al final como visita turística subacuática que, mientras picotea ideas de cambio climático, también se burla de cierto activismo al confrontarlo con la perspectiva científica.
El mensaje ecologista no echa sermones, pero deja una declaración clásica en el género sobre la contaminación y su impacto en la vida marina que parece evocar momentos de ‘The Host’. Esto nos lleva a alguna de sus mejores escenas, como una reunión tipo ‘Liberad a Willy’ con consecuencias salvajes, que muestra el potencial que había en la conexión con el lado más misántropo de Xavier Gens. El problema es que tiende demasiado a los vicios de película alemana de Domingo, en especial con el uso de una música genérica a medio hacer, poco digna de una obra de un director tan competente.
Gens y el director de fotografía Nicolas Massart han creado una película visualmente inconsistente, con una iluminación en bloque, que deslucen los momentos subacuáticos, desde las turbias profundidades del Sena hasta los claustrofóbicos confines de las catacumbas, que podría haber dado lugar a imágenes memorables. Por otro lado, el uso de la criatura es recurrente, maximizando el impacto de sus apariciones y manteniendo la tensión en lo que es casi un collage de momentos paralelos a cine de tiburones reciente.
Una fiesta a medio gas
Hay tomas de tensión submarina que siguen los acordes de ‘El arrecife’ o ‘A 47 metros 2’, de la se reciclan algunos saltos de tiburón (literales), pero donde realmente parece mirarse es en ‘Tiburón 3’ no solo en momentos concretos sino en su trama general y algunos tramos dignos de secuela de ‘La aventura del Poseidón’ en común. Su narración, eficaz, siempre es válida, pero se echa en falta un poco más de riesgo o un acabado más curioso de algunos CGI, que decepciona precisamente porque a menudo hay un uso de animatronics y marionetas muy tangibles.
Pese a su falta de ambición, el guion esconde giros y vueltas cada vez más locas, con ocasionales matanzas de las de perder la cuenta a la gente devorada, aunque no siempre se recree en esos planos y la sangre acabe muy diluida. Deja la duda de cómo habría sido esto en manos de Alexandre Aja o del loco Dick Maas, pero un tramo final explosivo y destrozón, plagado de acción que desafía las expectativas que genera su tono un poco gazmoñito, hacen del conjunto un disparate disfrutón.
‘En las profundidades del Sena’ no va a cambiar el cine de tiburones, pero como sátira medioambiental llena de terror y acción compensa el estreno de Netflix, aunque vuelve a generar dudas sobre su modelo de producción y si algunas de sus inconsistencias no responden a una forma de rodar apresurada que da a muchas de estas propuestas una consistencia de usar y tirar que sorprende en casos como el de Gens, quien ha demostrado en ‘La piel fría’ que tiene mejor ojo formal para los horrores marinos de lo que sugiere el envoltorio de su último trabajo.
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