El género de terror puede ser prácticamente lo que uno quiera, desde una verbena festiva hasta un ejercicio de liberación de ideas y conceptos ambiciosos. Pero está caracterizado por su manera de testar al espectador, ya sea a través del concepto, de cómo se maneja al tono o incluso por lo que se muestra en pantalla.
Cada uno tiene su tolerancia a la casquería, a las imágenes realmente grotescas o violentas que el cineasta de turno decide liberar con ánimo de entretenimiento o de desprenderse de las mismas. Esto puede llegar a extremos de intensidad que pueden llegar a no tolerarse, haciendo crecer el culto de propuestas como la de ‘Cuando acecha la maldad’.
El mal como infección
La gran sensación del cine argentino y de género del último año, que ha ido cautivando allí por donde ha pasado. Desde el Festival de Sitges, donde salió galardonada como la mejor película del certamen, hasta a connoisseurs del terror internacional como Stephen King. La brutal propuesta de Demián Rugna hace al fin en España su esperado estreno en streaming a través de Movistar+.
En un remoto pueblo argentino, una especie de demonio o maldición se ha hecho presa de un hombre que presenta una infección severa, para impacto de un par de hermanos que descubren cómo el proceso ha degenerado su cuerpo. Este fenómeno sólo se explica por la llegada del más puro mal a su zona, y tendrán que hacer todo lo posible por evitarlo.
Con unos recursos mínimos, Rugna crea una atmósfera bastante viciada y apropiada que ha sido suficiente para sorprender a todo el mundo, aunque su anterior película, ‘Aterrados’, ya obtuviese cierto culto por la difusión en streaming. Desde ahí puede ir creciendo hasta formar imágenes de lo más grotescas que pueden chocar al que pase por ella sin ir precavido.
‘Cuando acecha la maldad’: desesperanza y vacío
Es un nuevo ejemplo de un reemergente cine de posesiones que está calando nuevamente en el mainstream en su faceta más entretenida y negramente disfrutona. ‘Cuando acecha la maldad’ podría haberse quedado ahí y seguir funcionando, aunque no puede evitar dejarse llevar por cierto nihilismo y desesperanza que, por desgracia, está un poco vacío.
No deja verdaderamente una sensación de que el mundo es un lugar roto, más que expresar cierta misantropía de andar por casa ante la que cualquier espectador aficionado va a coincidir. Su manera de reducir personajes a meros elementos funcionales para su trama elimina potencia a sus ideas ya de por sí elementales, y también deja a la película como poco más que un efectivo ejercicio de atmósfera que deja alguna imagen para el recuerdo. Pero no mucho más.
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