‘American Crime’ continúa en la tercera temporada su imprescindible retrato de la realidad más racista y clasista de Estados Unidos

‘American Crime’ continúa en la tercera temporada su imprescindible retrato de la realidad más racista y clasista de Estados Unidos

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‘American Crime’ continúa en la tercera temporada su imprescindible retrato de la realidad más racista y clasista de Estados Unidos

A veces se dan en las cadenas en abierto esos pequeños casos milagro que nos sorprenden tanto como nos hacen vibrar. Ahora me viene a la mente ‘Hannibal’, ‘Veronica Mars’ o ‘Arrested Development’, títulos que sobrevivieron a sus audiencias por diferentes motivos y aguantaron más temporadas de las que cualquiera habría apostado.

‘American Crime’ es uno de esos títulos. Una pequeña joya; una serie de autor con una sensibilidad, una visión y un estilo que generalmente se asocian a canales no generalistas que no dependen tanto de los datos que proporciona la gran masa de espectadores. En este caso, es a su prestigio entre la crítica y a los premios Emmy a quien tenemos que agradecer su supervivencia.

Su cualidad de antología social nos llevó en las dos primeras temporadas por discursos sobre el racismo estructural y social, sobre el clasismo, la violencia y el juicio que se genera en torno a un abuso sexual, y sobre cómo todo esto alimenta ciertas dinámicas sociales, prejuicios y enfrentamientos que llevan al dolor y el sufrimiento.

La tercera temporada es independiente de las dos anteriores pero recoge algunos temas presentes y patentes en aquellas (el racismo y el clasismo se confirman como dos claves en la identidad de la serie) y los traslada a una historia donde la inmigración y el tráfico y abuso de las personas son el núcleo del relato. En ‘13th’, el documental de Ava Duvernay sobre la evolución del sistema penitenciario y las estrategias de política social con respecto a la comunidad negra en Estados Unidos, lo decían bien claro “la esclavitud no se ha borrado del mapa por arte de magia, sólo ha mutado hacia formas más sutiles”, y en ‘American Crime’ vemos que no lo son tanto.

Un vistazo a…
ENFOQUE PROFUNDO Y LENTES PARTIDAS

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Los dos primeros capítulos nos transportan a un condado de Carolina del Norte en el que los empresarios provocan una competencia insana e insostenible entre ranchos y granjas. Cualquier método que sea necesario es válido para poder bajar los precios, aunque ello implique facilitar y explotar una inmigración que lleva al maltrato y al abuso de personas.

‘American Crime’ siempre se ha definido por poner en el foco en lo que importa, en los personajes protagonistas, pero siempre brilla por cómo esa mirada íntima (en este caso a un padre que ha emigrado en busca de su hijo desaparecido) permite acercarse a una realidad desde las emociones, desde los sentimientos y comportamientos de aquellos que forman parte de ella.

-¿Hay algo que pueda hacer?
-Bueno, todos nos sentimos fatal.
-Con frecuencia la gente confunde el hacer algo bien con haber hecho algo mal. Esta gente está en nuestras oraciones y el Señor sabe que llevas en la granja el tiempo suficiente para saber que son muy fuertes.

En este caso no sólo vemos la frialdad con la que se toma la situación la mayoría de señoritos dueños de las granjas – y su retorcida moral sobre el asunto que también se subraya con el personaje del joven americano adicto a la heroína, sino también esa incomprensible actitud de aquellos que han logrado ser alguien en ese mecanismo esclavista y tratan y vejan a otros como seguramente ellos han sido vejados anteriormente. La opresión tiene muchos e inesperados cómplices.

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Este dibujo tan crudo de violación de derechos básicos, civiles y humanos, se complementa con la historia de una jovencísima muchacha que es forzada a prostituirse. A través de su caso concreto vivimos la realidad de una trabajadora social y las deficiencias del sistema que le rodea.

De nuevo, ‘American Crime’ enriquece su relato al elaborar y argumentar el número de puntos de vista posible, sea el de la joven prostituta convencida de que está mejor con su proxeneta, sea la de la trabajadora social que choca con las limitaciones de sus recursos o sea esa persona que no puede hacer otra cosa que negar una ayuda. Ese sistema que empuja a regresar a la esclavitud.

Ya sabes que me gusta que lo llamemos crisis. Cuando era crack en las ciudades del centro era una epidemia. Era como la plaga o algo. Pero ahora que es la heroína en los suburbios es una crisis. Algo malo que le pasa a la gente buena.

En estos dos primeros capítulos aún no está presente la línea de trama de Timothy Hutton, que estaba confirmado como uno de los protagonistas así que parece que aún tenemos más cosas por descubrir de esta temporada de ‘American Crime’.

De momento, los dos primeros episodios confirman que seguimos ante una suerte de drama social cuyo retrato de los temas, tan relevantes y trascendentes, se elabora con cuidado y a través de las particularidades de los personajes. Porque es en lo personal donde encontramos la importancia de estas materias; conflictos tan enormes que suele tomarse distancia para hablar de ellos, cuando es en lo particular, lo humano, donde precisamente reside su importancia.

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