Extraviado en un planeta lejano debido a las condiciones inhabitables del planeta tierra. El joven Kitai (Jaden Smith) quiere impresionar a su padre (Will Smith), un aguerrido y bravo coronel de un cuerpo de Rangers y pasar a formar parte del mismo cuerpo de élite militar. Cuando en un viaje, padre e hijo se estrellan en lo que antaño fue la Tierra, el joven deberá vencer muchos obstáculos y demostrar su valía.
No hay cineasta más vilipendiado, deshonrado e infravalorado en la cinematografía reciente del Hollywood contemporáneo que M. Night Shyamalan. Y es que si Roma no paga traidores, pareciera a veces que Hollywood no tolera a poetas. Sus más atrevidas películas, os hablo de 'La joven del Agua' (Lady in the Water, 2006) o de 'El incidente' (The Happening, 2008) fueron vistas y entendidas como decepcionantes blockbusters antes que ser disfrutadas como emocionantes y sinuosos poemas, hechos bajo el tutelaje de aquel Jacques Tourneur tan olvidado como insuperado.
Ciertamente, con 'Airbender: el último guerrero' (Airbender, 2010) un blockbuster claramente mutilado en la sala de montaje y que encima contaba con toda la irritación del fandom juvenil, no hizo el cineasta muy buenas migas entre un público que parece negarle el pan que ofreció a sus primeras películas.
Por eso, esta película es, fácilmente, la mejor que ha hecho en los últimos años, esos en los que Smith ha intentado convertirse en improbable estrella del melodrama de la mano de Gabriele Muccino. El libreto de Gary Whitta es un vehículo para él y su hijo, Jaden Smith, y ciertamente no ofrece ninguna sorpresa argumental notable, si acaso un relato de ciencia ficción más bien clásico y poco sorprendente.
Pero donde la película se anuncia como un regreso, finalmente incompleto pero del todo estupendo, es por parte del director. En una época sombría para la poesía y el deslumbramiento intimista, Shyamalan tiene interés en desarrollar a sus personajes y recoloca en sus estrategias dramáticas, a veces más y a veces menos afortunadas, sus grandes temas: desde el miedo a la pérdida familiar hasta la dificultad de establecer un relato afectivo común entre padres e hijos.
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