Añorando estrenos: 'Demetrius y los gladiadores' de Delmer Daves

Añorando estrenos: 'Demetrius y los gladiadores' de Delmer Daves

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Añorando estrenos: 'Demetrius y los gladiadores' de Delmer Daves

‘Demetrius y los gladiadores’ (‘Demetrius and the Gladiators’, Delmer Daves, 1954) es la secuela directa de un film mítico: ‘La túnica sagrada’ (‘The Robe’, Henry Koster, 1953), que es el primer film de la historia estrenado en formato scope —realmente el segundo en ser filmado en dicho formato, tras ‘Como casarse con un millonario’ (‘How to Marry a Millionaire’, Jean Negulesco, 1953), que se estrenó después—. Una secuela que ya estaba confirmada incluso antes de estrenar en salas el film de Koster.

En aquélla el personaje al que daba vida Victor Mature —sustituyendo al inicialmente previsto Burt Lancaster… mejor nos ahorramos los comentarios con semejante cambio— era más bien secundario, pero protagonizaba uno de los instantes más recordados del film, aquel en el que, bajo la cruz donde muere Jesucristo, recoge la túnica que el Mesías llevaba puesta ese día. La secuela narra el camino que siguió Demetrius tras la muerte de sus amigos.

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Una secuela directa

Pedro, uno de los doce apóstoles, —personaje a cargo de un sereno Michael Rennie— confía a Demetrius el proteger la túnica sagrada, para que no caiga en malas manos. Tras una pelea, el que había sido convertido en hombre libre, Demetrius vuelve a la arena a luchar, obligado, convencido de que su nueva fe le protegerá de todo. Sin embargo, el famoso gladiador volverá a despreciar toda creencia al perder a la mujer que ama.

Así ‘Demetrius y los gladiadores’ ofrece la historia de redención de un hombre que perdió su camino para reencontrarlo más tarde. Por supuesto la carga religiosa en el film es importante, y en ciertos momentos ayuda a resolver ciertos apuntes de guión simplemente porque sí. Al menos así sucede con determinadas reacciones o motivaciones de algunos de los personajes, que rozan la estupidez —esa que caracteriza a los creyentes, con tonterías como “poner la otra mejilla”—. Con todo Daves, a través del libreto de Philip Dunne, esquiva con inteligencia “los milagros”.

Si se aplicaran milagros en el film estaríamos hablando de fantasía. En momentos como el de la amada de Demetrius, que no vuelve a la vida, en realidad no había fallecido ya que había quedado en estado de shock tras la brutal agresión de varios gladiadores para violarla —una secuencia bastante fuerte para la época—, director y guionista se la juegan a la hora de mostrar los hechos como simples acontecimientos en una época en la que no existía todo el pensamiento y razonamiento de hoy día. Sí, parece un chiste.

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Espectacular y con apuntes perversos

Ese juguetear con las creencias, no dándolas por ciertas per se, sino que se muestra como algo que determinadas personas sienten —en el film no son pocas las secuencias en las que varios no creyentes tachan de ridículas, con toda la razón, algunas de las creencias, como la de la vida eterna—, sirve para dar paso a instantes antológicos como la espectacular, y muy violenta lucha de Demetrius contra los que considera culpables de la muerte de su amada, y que irónicamente juega en su contra, al dejarse llevar por la violencia y las artimañas de una mujer bajo la piel de Susan Hayward.

Hayward da vida a una mujer que bien entraría dentro del universo de la femmes fatales del cine negro, y que Daves conoció tan bien en films pasados. ‘Demetrius y los gladiadores’ es también la historia de una perversión en el sentido más literal del término. Curiosamente el film, cuando se atreve a cruzar la línea de lo políticamente correcto ofrece sus apuntes más interesantes y aprovechables. Atención a Jay Robinson repitiendo su personaje de Calígula —debutó en el cine con ambos films—, toda una muestra de tiranía, egocentrismo y maldad, llevados al límite.

Dejando a un lado el tufillo religioso, que da pie a concesiones exageradas, salvo la muerte de Calígula —propiciada por sus propios hombres, hartos ya—, lo mejor de ‘Demetrius y los gladiadores’ se encuentra en su espectacularidad bien entendida, a lo que contribuyó, cómo no, el recién estrenado formato, que tan locos volvió a los directores de fotografía en aquella época. Se refleja en las excelentes secuencias en la arena, con muy pocos cortes de plano, preámbulo de films dirigidos por Stanley Kubrick o Ridley Scott.

Si no se mira mucho para Victor Mature incluso se disfruta más.

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