'El bosque de los suicidios', para pegarse un tiro

'El bosque de los suicidios', para pegarse un tiro

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'El bosque de los suicidios', para pegarse un tiro

‘El bosque de los suicidios’ es el título que ha recibido en nuestro país ‘The Forest’, la ópera prima del desconocido Jason Zada, y que gracias a esta película seguirá en el anonimato. Nunca compartiré esa manía de dejar mascadito en el título español qué es lo que se va a ver, como si el espectador fuese alguien al que hay que dirigir. Claro que titularla ‘El bosque’ habría sido objeto de confusión, porque el iluminado que se encarga de los títulos consideró que “El pueblo” no era idóneo para ‘The Village’. Y así sucesivamente.

No obstante, el título no influye en absoluto a la calidad de un film —como tampoco lo hacen sus tráilers o carteles o demás operaciones de marketing—; lo que importa es siempre el film en sí, sin los mareantes adornos externos. Y lo que aquí tenemos es un absurdo y aburrido producto de terror, que bebe algo del cine de horror oriental, además de tomar prestados ciertos sucesos reales, por aquello de atemorizar más al personal inseguro. El resultado es una de las peores películas de la temporada, por decirlo suavemente.

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Natalie Dormer da vida a una chica que viaja hasta Japón en busca de su hermana gemela —personaje a cargo de… Natalie Dormer—. Las últimas noticias que ha tenido de ella es que se ha adentrado en un bosque conocido porque la mayoría de aquellos que se han internado en el mismo han terminado quitándose la vida. El mismo bosque, por cierto, que sirve de inspiración a la última película de Gus Van Sant, ‘The Sea of Trees’.

Desaprovechando los pocos elementos interesantes

En cualquier película de terror, por mala que sea, los acontecimientos, por absurdos que sean, provocan una sucesión de hechos, en los que, por lógica, los personajes se ven envueltos en una experiencia catártica que cambiará sus vidas. A lo largo y ancho de la historia del cine hemos visto a individuos adentrarse en casa encantadas, en pueblos fantasma, en dimensiones desconocidas, probablemente para morir. Está escrito. En ‘El bosque de los suicidios’ los personajes desoyen continuamente que el bosque es escenarios de suicidios horribles. Sus actos y decisiones sobrepasan la lógica y rayan lo directamente estúpido.

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Todo en el film camina por los senderos más trillados, sin que haya un manejo interesante de los tópicos. A medio camino entre lo que casi se acerca al found footage, con esa cámara tambaleante, y el intento de una atmósfera asfixiante de horror —ese frondoso bosque que haría las delicias de cualquier director que sepa utilizar el escenario—, el film ni atemoriza, ni interesa, y lo que es peor, aburre. Los supuestos sustos que deben pillar desprevenido al espectador no funcionan, por previsibles. El público con suficiente solera no levantará ni una ceja.

El esfuerzo de la actriz Natalie Dormer por intentar reflejar la psique de su personaje, que posee una especie de conexión mística con su hermana gemela, resulta infructuoso. Más cuando en el tercio final, la película ofrece un giro en el punto de vista, los acontecimientos se atropellan escandalosamente, desaprovechando los apuntes más interesantes sobre el relato, al menos en el papel: el hecho de que los fantasmas del pasado inciten al suicidio, y la conexión mental entre hermanas gemelas. Esto último, en la película no vale absolutamente para nada, sólo para sentir que la otra sigue viva y así alargar la agonía personal, y de paso la de los espectadores.

Una pérdida de tiempo absoluta.

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