'Green Lantern (Linterna Verde)', una superchapuza

'Green Lantern (Linterna Verde)', una superchapuza
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“Para dominar el anillo debes aprender a concentrar tu voluntad y crear lo que ves en tu mente. El anillo solo está limitado por lo que puedas imaginar”.

Tomar-Re (voz de Geoffrey Rush)

El pasado 29 de julio llegó a nuestras pantallas la primera adaptación cinematográfica del universo de Linterna Verde, o Green Lantern, una creación de Bill Finger y Martin Nodell en 1940. El blockbuster en 3D, con el que Warner Bros. y DC Comics pretendían continuar el éxito de las oscuras aventuras de Batman, compitiendo en el género superheroico que está dominando Marvel, se ha convertido en una de las mayores decepciones del año, con malas críticas y un flojo recorrido por las taquillas norteamericanas (lleva recaudados 114 millones de dólares, 86 menos de lo que costó). ‘Green Lantern’ tampoco está funcionado en nuestro país, perdiendo claramente la batalla contra la película de ‘Los pitufos’ (‘The Smurfs’), claro que aquí es más lógico, no es un personaje muy conocido, y al público español (que al parecer, no está por la labor de ir mucho al cine) hay que venderle muy bien las historias fantásticas. Tampoco es un título para ir recomendando, por lo que dudo mucho que remonte el vuelo en las próximas semanas.

Hay ocasiones en las que uno sale del cine preguntándose en qué demonios estaban pensando los responsables de la película que se acaba de ver. Con ‘Green Lantern (Linterna Verde)’ me ha vuelto a ocurrir; a pesar de los tópicos y las escenas vergonzosas, no tuve la sensación durante el visionado de estar perdiendo el tiempo con un bodrio. Más bien la sensación era la de estar viendo algo con mucho potencial, que sin embargo ha salido rematadamente mal, unas ideas interesantes echadas a perder, posiblemente por la desesperada búsqueda de un esquema básico que facilitase un éxito de taquilla, que interesase a todo el mundo sin irritar a los fans del personaje. Balanceándose entre lo puramente comercial y el respeto al cómic, ha quedado una película fallida, una lujosa chapuza que puede llegar a entretener por sus espectaculares efectos visuales, el único apartado donde se nota que han puesto interés. No me emocionó ni me cautivó en ningún momento, pero me reí bastante, aunque sus responsables no buscaran crear una comedia.

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Tras rescatar la saga de James Bond con uno de sus títulos más potentes (‘007: Casino Royale’) y patinar con el thriller con el que Mel Gibson quiso demostrar que seguía en plena forma (‘Al límite’ – ‘Edge of Darkness’), el neozelandés Martin Campbell fue el elegido para intentar llevar a buen puerto una costosa producción que inicialmente había estado en manos de Greg Berlanti (parece obvio que la Warner le arrebató el “juguete” para dejárselo a alguien con mayor experiencia y algunos grandes éxitos comerciales en su carrera), finalmente productor y uno de los cuatro profesionales (junto a Michael Green, Marc Guggenheim y Michael Goldenberg) que firman el desastroso guion de ‘Green Lantern’. El comienzo, quizá porque recuerda a ‘Star Wars’, es llamativo y trepidante, presentando el origen de la terrible amenaza que pondrá en peligro tanto a la Tierra como a todo el Universo. Accidentalmente liberado, Parallax (a quien da voz Clancy Brown en la versión original) encuentra y ataca a Abin Sur (Temuera Morrison), quien, moribundo, llega a nuestro planeta con la esperanza de que su anillo encuentre a un nuevo y digno dueño.

Como suele ocurrir en estos relatos, el elegido para cargar con la responsabilidad de salvar a la humanidad es alguien que a primera vista no encaja con el perfil de héroe; algo que suele llevar a unas escenas, normalmente aburridas, donde el personaje se resiste a ocupar el puesto, hasta que se da cuenta de su valía. Aquí, el anillo se decanta por Hal Jordan (Ryan Reynolds), un irresponsable, engreído y talentoso piloto que casi arruina un importante contrato a su empresa (¿por qué no eligieron a otro más torpe?), para enfado de la atractiva Carol Ferris (Blake Lively), quien no obstante acabará en sus brazos más adelante, cuando sea salvada de morir aplastada (las chicas de los héroes suelen estar en el sitio equivocado en el momento más inoportuno). Una vez que Hal acepta el anillo y realiza el juramento, es llevado directamente a Oa, hogar de los Guardianes del Universo y cuartel general de los Green Lanterns. Este tipo de cosas, verse rodeado de criaturas extraterrestres, pertenecer a un ejército que debe mantener el orden intergaláctico, volar y tener la habilidad de crear todo lo que imagine, deberían dejar asombrado y emocionado al protagonista. Pero no. Hal lo asimila todo al instante, y no le da importancia.

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Esta indiferencia, o incapacidad para sentirse realmente implicado en lo que está sucediendo, que transmite el protagonista, se traspasa al espectador, y eso es terrible para una superproducción de 200 millones de dólares repleta de efectos visuales que pretende dejarnos alucinados; y con ganas de más, pues a pesar de los flojos resultados de taquilla ya se prepara la segunda parte (hay una escena en medio de los créditos que la anticipa). El problema es que intentan condensar demasiada historia en un simplón argumento de menos de dos horas, y fracasan, pues se notan demasiado las prisas, las lagunas, los parches y las incoherencias. Nos cuentan que el noble, poderoso y antiguo Cuerpo de los Green Lanterns está integrado por los individuos más hábiles y valerosos del Universo, representados por el color verde de la voluntad; Parallax, que usa el poder amarillo del miedo, no tiene problemas para acabar con todos los lanterns que intentan frenarle. Pues Hal, al que intentan entrenar rápidamente nada más llegar, a base de breves palizas, pide enfrentarse él solo a Parallax. Lógico.

Para complicar más el asunto, y hacerlo más disparatado, se introduce a otro villano, el Dr. Hector Hammond (Peter Sarsgaard), un solitario friki experto en biología que no se lleva bien con su padre (Tim Robbins). Hector entra en contacto con Parallax y sufre una mutación (a lo David Lynch) que le proporciona extraordinarias habilidades; como enemigo de pacotilla, de esos que se ríen todo el tiempo con sus maldades, su función es entretener al héroe y amenazar a la chica, moviéndose en un par de escenarios sin que su presencia importe demasiado (volviendo a la lógica, ¿por qué Parallax le pide ayuda?). Aparte del magnífico acabado de las creaciones digitales y la desaprovechada participación de Robbins, Sarsgaard, Angela Bassett y Mark Strong (su Sinestro parecía un villano más apropiado), hay poco que rescatar de ‘Green Lantern’. Falla el guion, apenas hay acción (y cuando la hay no impresiona nada, como la secuencia de los aviones), Reynolds se limita poco menos que a posar, y en general los personajes carecen de entidad, repiten las frases y las situaciones típicas del género, sin más. Ni siquiera emociona la música de James Newton Howard, que en algún momento se asemeja sospechosamente a la de ‘Superman’. Una pena.

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1,5

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