Guillermo del Toro: 'El laberinto del fauno', la obra maestra

Guillermo del Toro: 'El laberinto del fauno', la obra maestra
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Resultó curioso observar que, trascendida su incursión en el universo de Blade con la estupenda segunda entrega de las aventuras del cazador de vampiros, Guillermo Del Toro volviera a hacer uso del mismo episodio histórico del que ya había echado mano con anterioridad. Curioso por una parte porque este fuera la Guerra Civil Española; pero más aún por el impresionante conocimiento y el aterrador realismo con el que el realizador supo plasmar tan oscura como vergonzosa época de nuestra historia reciente, logrando convertir un relato local en una asombrosa historia de carácter universal.

Y si bien en la espléndida 'El espinazo del diablo' (id, 2001), el director usaba la contienda casi como excusa, como siniestro trasfondo sobre el que desarrollar esa particular historia de fantasmas —entendida en sus muchas acepciones— en la que, como muy bien apuntaba mi compañera Lucía en su entrada de este especial, se mezclaban el terror, la fantasía y unas influencias nada desdeñables de western; en 'El laberinto del fauno' (id, 2006), los años que siguieron a tan lamentable incidente son el motor fundamental que articula la que, a todas luces, es la obra maestra hasta la fecha del cineasta mexicano.

El laberinto del fauno 1

Un trabajo sin fisuras del que el recuerdo de hace siete años devuelve como único error la manera en la que intentó venderse la cinta al público general. Y es que a 'El laberinto del fauno' le sucedía lo mismo que a la mayoría de las cintas de Shyamalan hasta aquel momento, que sus avances no le hacían ninguna justicia, intentando mostrarnos una película que en realidad no existe, al menos no cómo aquellos pretendían hacernos creer —que tampoco es que sea de extrañar que un tráiler tenga poca o ninguna relación con lo que la producción a la que sirve de introducción, pero éste caso fue especialmente flagrante.

Si bien es un sesgo impresionante de la cinta que sirve para demostrar una vez más el extremo mimo que pone Del Toro en un diseño de producción que puede, y debe, calificarse de fastuoso; la obstinación de los tráilers por centrarse en los aspectos de la trama que envuelven al personaje de Ofelia —qué mirada la de Ivana Baquero, cuánto se puede leer en ella de inocencia, dolor y sufrimiento— y el mundo fantástico que gira en torno al laberinto que da nombre a la cinta, dejaban de lado lo que parece interesar más a Del Toro. Y eso no es otra cosa que pergeñar un durísimo retrato acerca de los horrores de la posguerra y la maldad del ser humano. Es más, si tuviéramos que hacer una valoración en porcentajes de cuanto en la cinta es fantástico y cuanto es real, nos quedaríamos probablemente en un ratio 30/70 a favor del segundo.

El laberinto del fauno 2

Aparentemente, en 'El laberinto del fauno' conviven pues dos películas diferentes y hasta cierto punto —y sólo hasta cierto punto— inconexas. Por una parte está la cinta que sigue los movimientos del Capitán Vidal —un asombroso Sergi López en el que quizás sea el mejor papel de su dilatada carrera—, padrastro de Ofelia, para hacerse con el control de la zona ocupada por un pequeño grupo de maquis. Por la otra está aquella vertiente del relato que centra su atención en el descubrimiento que la niña hace de un portal que la transporta a un mundo fantástico en el que ella es la largamente buscada princesa de un imaginario reino. Pero como suele pasar, las apariencias engañan, y hay muchas más conexiones entre ambas partes de la cinta de las que uno puede encontrar a simple vista y Del Toro, demostrando un gran hacer, deja al espectador la muy grata tarea de ir encontrándolas en un juego que se antoja por momentos sublime.

El 'Laberinto del fauno' es, de esta forma, y a todas luces, un relato de la agonía de un país vista a través de los ojos de una niña que se aferra de un modo irracional a su inocencia mientras que el mundo de su alrededor se desmorona envuelto en violencia y sangre —atención al momento en que Vidal ejecuta impávido a dos campesinos—. Alrededor de ella Del Toro sitúa a unos personajes dibujados de forma precisa en los dos extremos del espectro: aquí no hay medias tintas, ni lugar para ellas. Están los malos, con el Capitán Vidal a la cabeza, y los buenos, con los personajes de Álex Angulo y Maribel Verdú —ambos soberbios en sus roles de médico y encargada del caserío en el que se desarrolla la acción— como máximos representantes. Y en medio de todos ellos Ofelia, una hija de la guerra cuya desbordante imaginación sirve de contrapunto a los horrores que debe —y ha debido— soportar.

El laberinto del fauno 3

Rodeado, como ya hemos ido apuntando, de un reparto a prueba de bombas, con una dirección que supone en mucho aspectos el culmen en las formas narrativas del cineasta, e incluyendo a lo largo del metraje diversas referencias a las obsesiones que ya habían aparecido en sus filmes anteriores, tres son los puntos fuertes de la producción que terminan por consolidar la grandeza del filme: el diseño, el maquillaje y la música. El primero logra recrear de forma exacta el ambiente de la época y una miriada de detalles refrendan la impresionante labor del equipo de producción —como ese bollo de pan, ese "pan de la nueva España"—. El maquillaje, centrado de forma casi exclusiva en Doug Jones —el Abe Sapien de 'Hellboy' (id, 2002)— consigue una vez más, y de qué forma, ocultar al público las verdaderas facciones del actor inglés —que por cierto está doblado, pero vocaliza en español— ya sea oculto debajo de la piel del fauno, como del terrorífico personaje con los ojos en las palmas de sus manos.

Y por último, la música de Javier Navarrete. El compositor ya había demostrado sus habilidades tras el pentagrama en 'El espinazo del diablo'; pero nada de lo que compuso para aquella podía preparanos para las excelencias de la presente cinta. El músico basa su partitura para el filme en un sencillo motivo que aparece concretado en una triste canción de cuna que se liga de forma indeleble al personaje de Ofelia, describiendo a partes iguales su inocencia y su melancolía. Pero al margen de este tema, Navarrete dota a su partitura de una impresionante corporeidad cada vez que la acción de la cinta pasa al mundo fantástico del Fauno. Aquí, el compositor se permite la inclusión de ominosos coros masculinos que, arropados por los registros más graves de la orquesta, nos recuerdan de forma inmediata a los pasajes que Howard Shore escribiera para las escenas de Moria de la primera parte de la trilogía de 'El señor de los anillos'.

Ganadora de tres Oscars —y nominada a otros tres—, tres BAFTA, siete Goyas y así hasta 79 premios diferentes, 'El laberinto del fauno' es como decía al comienzo, y como reza el titular de esta entrada, la obra cumbre de un cineasta cuyos dos filmes posteriores no han llegado a estar a la altura de lo que se podía esperar del realizador. Vuelta a ver tras siete años sin haberme acercado a ella —honda fue la huella que su demoledor final dejó en el ánimo del que esto suscribe— la cinta de Del Toro enarbola con categoría la bandera de la inmortalidad, ese sueño al que aspiran muchas producciones cinematográficas y que muy pocas consiguen.

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