Guillermo del Toro: 'Mimic', los peligros de Hollywood

Guillermo del Toro: 'Mimic', los peligros de Hollywood
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Recuerdo que la peor experiencia de mi vida, incluso peor que el secuestro de mi padre, fue rodar 'Mimic' (id, 1997), porque lo que me estaba pasando a mí y a la película era mucho más ilógico que un secuestro, que es brutal, pero al menos existen ciertas reglas. Cuando recuerdo ahora 'Mimic', lo que veo es el dolor de una criatura increíblemente defectuosa que podría haber sido bella. Guillermo del Toro

Son muchos los directores de fuera de Estados Unidos que acaban llamando la atención de Hollywood con una de sus películas, ya sea su ópera prima o un paso más dentro de una más o menos extensa filmografía. El caso de Guillermo del Toro pertenece al primer grupo, ya que no tardó mucho en empezar a recibir ofertas tras el estreno de ‘Cronos’ (id, 1993), aunque no todas fueron precisamente de su gusto —estuvo bastante acertado al rechazar la posibilidad de encargarse de ‘Hellraiser: El final de la dinastía sangrienta’ (‘Hellraiser: Bloodline’, Kevin Yagher, 1996)—. Acabó decantándose por ‘Mimic’, una historia de ciencia ficción que en principio iba a formar parte de una película dividida en tres mediometrajes, pero la realidad fue bien distinta.

‘Mimic’ fue la película de Guillermo del Toro en la que contó con más trabas, ya que cometió el error de aceptar trabajar con los hermanos Weinstein, muy conocidos por querer imponer sus criterios y hacer y deshacer a su antojo sin importar el criterio personal de su director. Como ya habéis podido comprobar por la cita con la que se inicia esta crítica, no estamos ante una excepción, ya que los choques entre los Weinstein y Del Toro estuvieron a punto de dejar a este último fuera de la película a mitad de rodaje, pero la cosa terminó solucionándose. Estas luchas de poder se acabaron traduciendo en que ‘Mimic’ sea una película muy irregular en la que, pese a todo, se percibe a ráfagas el talento innato del realizador mexicano.

La relación con los Weinstein

Mira Sorvino protagoniza

Estoy convencido de que Guillermo del Toro ha decidido abandonar infinidad de proyectos, negándose a acatar cualquier tipo de limitación previa que chocase con su visión artística por parte de cualquier productora debido a la experiencia vivida con ‘Mimic’. Es cierto que llegaba a Hollywood con la vitola de joven prometedor con ganas de comerse el mundo, pero son muchos los viajan allí con esa idea y acaban chocando con la dura realidad.

Miramax tenía también por aquel entonces en nómina al danés Ole Bornedal, quien había dado el salto allí tras el éxito internacional de la curiosa ‘El vigilante nocturno’ (‘Nattevagten’, 1994) y que estaba preparando su adaptación en lengua inglesa que acabaría titulándose ‘La sombra de la noche’ (‘Nightwatch’, 1997), estrenándose con mucho retraso y gozando de una pobre acogida por parte del público. Sin embargo, Bob Weinstein tenía muchas esperanzas depositadas en él, ya que, descontento con su trabajo, decidió prescindir de los servicios de Guillermo del Toro y contratar a Bornedal para que se ocupara de rodar el resto de película.

Por suerte para todos, Mira Sorvino no aceptó tal decisión y acabó consiguiendo el regreso del autor de ‘El laberinto del fauno’ (2006) parece ser que gracias al apoyo de Quentin Tarantino, su pareja por aquel entonces y uno de los niños mimados de los Weinsten en esa época. No obstante, esto no sucedió antes de que el danés rodase la secuencia inmediatamente posterior a los créditos iniciales de la película, aunque su participación en los créditos queda limitada a indeterminadas labores de producción.

Un final relativamente feliz, pero creo que es necesario estar al tanto de la mayor parte de detalles posibles antes de proceder a hablar de los valores artísticos de ‘Mimic’ y de su lugar dentro de la carrera de Guillermo del Toro. Es evidente que estamos ante la película que menos gusta a su director, aunque finalmente tuvo la ocasión de realizar un montaje que se acerca más a sus intenciones originales y que vio la luz el pasado 2011. Esa será la versión que procederé a comentar, y aquí podéis comprobar cuáles son los cambios respecto al montaje cinematográfico de 1997.

Las mutaciones de ‘Mimic’

Dadas las complicaciones durante el rodaje es casi imposible asignar con acierto a quién corresponde la culpa por cada uno de los errores que vemos en pantalla, pero sí que se conocen varios de los cambios que Guillermo del Toro tuvo que acatar respecto a su visión original gracias al audiocomentario que grabó para la edición americana de la película.

El mismísimo Robert Rodriguez fue uno de los varios directores de segunda unidad de ‘Mimic’, aunque esto no aparece recogido en los créditos de la misma. Se ve que Del Toro no acabó muy satisfecho con su trabajo —hay una escena en la que llega a identificar qué planos son suyos y cuáles de su compatriota—, ya que volvió a rodar todo lo que pudo y no dudó en eliminar todo lo que pudo para su nuevo montaje, tanto de lo grabado por Rodriguez como del resto de realizadores de segunda unidad, ya que Bob Weinstein los usaba para rodar todo a lo que se negaba el mexicano. Guillermo del Toro acabó odiando hasta tal punto a los directores de segunda unidad por culpa de ‘Mimic’ que decidió prescindir de ellos de ahí en adelante —y eso incluye la gigantesca ‘Pacific Rim’ (id, 2013)—.

El desbarajuste fue aún mayor en lo referido al guión escrito por Matthew Robbins y el propio Del Toro, aunque el mismo pasó por multitud de manos —el mexicano reconoce que el borrador que más le gustó fue el de John Sayles y que incluso mantuvo en la película una de las ideas aportadas en el suyo por Steven Soderbergh—. En lo referente a detalles en los que tuvo que ceder, él quería que Andre Braugher diese vida al personaje que acabó interpretado Jeremy Northam por motivos que no desvelaré y que tienen que ver con su desenlace y deseaba que el de Josh Brolin fuese homosexual, pero los productores fueron más veloces que Flash en vetar tal posibilidad.

Las cucarachas humanoides

No obstante, los mayores problemas tuvieron que ver con los monstruosos insectos que amenazan con acabar con los humanos, ya que éstos iban a ser inicialmente una mutación con los escarabajos como base inicial —la premisa de ‘Mimic’ es que una científica manipula científicamente unos insectos para acabar con una plaga mortal que asola Nueva York, pero años después esas criaturas han evolucionado pareciéndose cada vez más al ser humano—, pero uno de los productores propuso que éstos fueran cucarachas. ¿Cómo reaccionó Guillermo del Toro? Diciendo que eso iba a matar la carrera comercial de ‘Mimic’, ya que ésta pasaría a ser conocida como la película de las cucarachas gigantes.

Peor aún fue cuando tras meses trabajando en el diseño de las criaturas y contando ya con los animatronics para rodar sus escenas, Guillermo del Toro recibió una llamada del estudio, escandalizados porque las criaturas se parecían a los insectos. Las demandas fueron tan estúpidas —¿insectos con dientes que además se parezcan a un alien?— que hasta te da la risa al descubrirlas. Tal locura no llegó a buen puerto —aunque sí que se insertaron en el guión detalles poco inspirados que remiten a cierta película de Ridley Scott—, pero el director de ‘Cronos’ sí que tuvo que desechar otras ideas prometedoras —la lucha final, algo descafeinada para mi gusto, tenía inicialmente lugar en un escenario mucho más lúgubre, repugnante y terrorífico, pero no hubo dinero para hacerlo—.

Sin embargo, estoy convencido de lo que más comprometió el resultado artístico de su montaje cinematográfico fue la necesidad de incluir una gran cantidad de detalles explicativos desconfiando de la inteligencia del espectador y haciéndolo así todo mucho más entendible hasta para el más tonto del pueblo. Eso y varios sustos gratuitos fueron eliminados sin piedad para este nuevo montaje, el cual está lejos de ser perfecto, pero sí que permite ver mejor las posibilidades que tenía ‘Mimic’ de haberse convertido en una muy buena película.

Ideas estimulantes, resultados intermedios

No pude evitar pensar que ‘Mimic’ era una película tan interesante como fallida cuando la vi por primera vez hace ya más de una década, pero jamás he vuelto a ver su versión cinematográfica, primero por desinterés, luego por desgana ante los ataques hacia la misma por parte de su director y luego por el anuncio de un nuevo montaje supervisado por Guillermo del Toro, de quien ya me declaraba fan por aquel entonces. Creo que este aviso es más que necesario ante la imposibilidad de ofreceros una comparativa detallada entre ambas versiones, ya que este nuevo montaje va a ser para mí la única que exista de aquí en adelante.

Con todo, no pienso cometer la estupidez de alabar el resultado final únicamente porque haya corregido una parte importante de los defectos existentes, ya que aún persisten otros muchos y el adjetivo fallido sigue resultando ideal para calificarla. Justo es reconocer también que los principales problemas de ‘Mimic’ están en un último acto rodado de una forma a caballo entre lo convencional y lo anodino, algo que Guillermo del Toro no tardaría en pulir en sus siguientes trabajos en Hollywod. Las soluciones del guión tampoco son especialmente brillantes, ya que la inevitable batalla final no destaca por nada y el desenlace definitivo, impuesto tras la pésima recepción en los pases previos del inicialmente incluido, resulta hasta molesto por su excesiva apuesta por el más rancio happy ending posible.

Explosiones aleatorias

Otro detalle particularmente molesto de ‘Mimic’ es que se plantean no pocas ideas muy sugerentes que acaban no yendo a ninguna parte, en especial lo relacionado con la evolución de las criaturas para adoptar una fisonomía que recuerda a los humanos. Esto se da por sentado como un elemento amenazante más y es ahí donde sí hubiese sido interesante indagar un poco más, oponiéndose de paso a los intentos de la protagonista de tener un hijo cuando al mismo tiempo es la madre de estas peculiares criaturas.

Hay otros temas que no van más allá de aspectos puramente superficiales —una carga de corte religioso que normalmente no funcionan nada bien en producciones de este tipo, pero que aquí podría haber añadido otra capa al relato— y la mayoría de los personajes carece de auténtica personalidad —la única excepción real sería el de Mira Sorvino—, lo cual se traduce en un escaso interés por nuestra parte hacia lo que pueda pasarles, algo particularmente grave dado que cuenta son intérpretes solventes que hacen todo lo que pueden para que esto pase lo más desapercibido posible.

En ‘Mimic’ queda claro que Guillermo del Toro disfrutó mucho más con la introducción de la amenaza y la evolución en la sombra de la misma, ya que la torpe presentación —innecesario ralentí y acabado visual mejorable— en sociedad de la monstruosa criatura es el primer aviso de que la película ha entrado en barrena, algo que irá confirmándose en las siguientes escenas. No obstante, Del Toro se las ingenia para ofrecernos escenas e imágenes muy potentes antes de esto, agradeciéndose bastante la aportación en la banda sonora de Marco Beltrami, compositor más adecuado para el imaginario del mexicano que cualquier otro con el que haya trabajado hasta la fecha.

Los bichos malvados

Dejando de lado que la premisa bordea el ridículo —no pude dejar de acordarme del final de un episodio de ‘Los Simpson’ con Skinner respondiendo de forma delirante a Lisa ante sus dudas sobre una plaga que asola Springfield—, Robbins y Del Toro consiguen convertirla en algo interesante, esquivando además la temible maldición de convertirse en la película de las cucarachas gigantes. Cierto que el guión no se desvía de multitud de lugares comunes, pero la puesta en escena del mexicano le otorga un vigor inusual, en especial en cierta secuencia abordando un tema prácticamente tabú —la dolorosa muerte de menores edad— en el cine comercial de Hollywood de los últimos años, que le sienta muy bien a 'Mimic'.

Del Toro incluso consigue que la intrascendencia de muchos de sus personajes no se convierta en un traba durante este tramo, sino en un barniz de ligereza para la creciente amenaza que supone la evolución de los insectos creados por el personaje interpretado con solvencia —pero sin brillantez— por Mira Sorvino, quien aún debe estar dando gracias al cielo por haberse llevado un Oscar para casa gracias a su tampoco demasiado inspirada actuación en ‘Poderosa Afrodita’ (‘Mighty Aphrodite’, Woody Allen, 1995). Los apuntes que nunca van a más que comentaba más atrás también abren un prometedor abanico de posibilidades que atrapa nuestra atención —lástima que luego no vayan a más— y la opción de ir jugando con las apariciones entre sombras de los monstruos resulta muy efectiva.

Escena de

‘Mimic’ es una obra que difícilmente podría ser más imperfecta y cuyo mayor interés reside curiosamente en las múltiples dificultades con las que tuvo que lidiar Guillermo del Toro durante su rodaje. Con todo, el nuevo montaje corrige alguno de los problemas de lo que pudimos ver en 1997 y hay un buen puñado de escenas y varias ideas desperdigadas que nos permiten atisbar una posible joya en lugar de la mutilación con la que tuvimos que conformarnos tanto nosotros como su propio director.

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