'La habitación de Fermat', problemas triviales

'La habitación de Fermat', problemas triviales
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'La habitación de Fermat' las tenía todas para ser un film español del que sentirnos orgullosos. Un thriller psicológico con una idea que si bien no es original (la originalidad se acabó hace décadas) podría haber dado para crear una película asfixiante y demoledora. Cuatro matemáticos (tres hombres y una mujer) son invitados a resolver un enigma cuya solución les llevará a reunirse en un lugar en el que se les propondrá el mayor problema matemático jamás expuesto. Pero una vez en dicho lugar son encerrados en una habitación que se va encogiendo mientras les exponen problemas que deben resolver.

Dicho así suena a argumento del típico thriller americano, y ciertamente hay un intento de parecerse a ellos. Sin ir más lejos la película recuerda un poco a la espantosa 'Cube', pero mucho más cutre y menos imaginativa. El principal problema de 'La habitación de Fermat' proviene de sus máximos responsables, los chistosos Luis Piedrahita y Rodrigo Sopeña, que por una vez intentan ser serios, y simplemente no saben.

'La habitación de Fermat' presenta situaciones y personajes totalmente increíbles. Para empezar que Alejo Sauras intente convencernos de que da vida a un matemático con una mente privilegiada y a punto de descubrir uno de los mayores problemas matemáticos de la historia es algo así como si pusiésemos a Woody Allen protagonizando 'Jungla de cristal'. El actor no da la talla y punto, nunca debió de salir de clase que por lo menos en las series de televisión no desentona. Pero el resto de personajes sufren más o menos de lo mismo: mal escritos y actores equivocados. Santi Millán y Elena Ballesteros aportan a sus roles absolutamente nada, y en el caso de la segunda, su personaje está introducido a calzador (es el único que no es presentado en el guión). Por otro lado y dejando a un lado las previsibles y ridículas sorpresas que se van sucediendo con respecto a ellos, no existe ni la más mínima compenetración entre los actores, no hay química. Cuatro personajes encerrados en una habitación y no hay ni empatía ni conflictos verdaderos ni nada de nada.

'La habitación de Fermat' produce gracia de lo mala que es, y a ratos me pregunto si no estará hecho adrede. Cuado se desvelan todas sus cartas, uno hace memoria y descubre infinidad de incongruencias argumentales que resultan muy cantosas, aún para alguien que acaba de debutar en el cine. SPOILERS. Lanzo simplemente unas cuantas preguntas: ¿quién narices hace las señales con los faros del coche si el culpable está entre ellos? ¿qué garantías tiene el culpable de que Federico Luppi se vaya a dejar la chaqueta, y lo que es peor, cómo es que éste se la olvida? ¿por que el malo es tan gilipollas que mete en la habitación a la única persona en el mundo, aparte de él, que puede dar con la salida de la misma? y lo más delirante de todo: si el culpable tenía previsto escapar por la pizarra, ¿hasta cuando iba a esperar para hacerlo, y los demás le iban a dejar hacerlo? FIN SPOILERS. Y ahora que cito a un actorazo como Luppi, decir que tanto él como Lluís Homar intentan dar algo de calidad al despropósito éste, pero sus personajes están tan mal definidos y ellos tan mal dirigidos que su intervención produce más decepción que otra cosa.

Piedrahita y Sopeña la terminan de armar cuando deciden someter a sus encerrados personajes a enigmas que un niño de diez años sabría si se pone a pensar un poco. ¿No se supone que son mentes privilegiadas? ¿entonces porqué los enigmas que les plantean los conoce todo el mundo? Y para más inri cuando la película contiene momentos humorísticos, éstos parecen salidos de un monólogo tal cual, chistes como el del móvil o el del cinturón de seguridad (¿por cierto, desde cuando un guardia civil acompaña en el coche a una persona que ni lleva carnet de conducir consigo?) son más apropiados para una de las típicas parrafadas del Piedrahita, y no para una película, sobre todo si desentonan del resto.

Una memez como un piano, otro bodrio histórico para nuestro cine. De vergüenza ajena. Señores Piedrahita y Sopeña, dedíquense ustedes a guiones para shows televisivos, que ahí por lo menos cumplen su cometido: hacer reír. Aquí también, pero no era su intención. ¿O sí?

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