'La huérfana', pequeña gran villana

'La huérfana', pequeña gran villana
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Si te chivas, me cargo a mamá

-Esther

Jaume Collet-Serra podría formar parte de la nueva hornada de directores españoles que han hecho las américas para realizar allí cine de género, pero no es el caso. Y no lo es porque aunque catalán de origen, Jaume ha hecho su carrera en la academia de cine de Los Ángeles, y los lazos con su tierra natal son muy débiles, por no decir inexistentes. Después de dirigir una película de terror con algún apunte interesante pero decididamente menor, y que tiene el dudoso honor de haber supuesto el debut de Paris Hilton en la pantalla grande, ‘La casa de cera’ (‘House Of Wax’, 2005), , el director sube la apuesta con ‘La huérfana’.

La película pertenece a un subgénero muy acotado dentro del cine de terror, al que podríamos llamar “Los niños terribles”. Hay una serie de códigos muy reconocibles que se repiten desde la ya clásica ‘La profecía’ (‘The Omen’, Richard Donner, 1976) hasta ‘Quién puede matar a un niño’ (Chicho Ibáñez Serrador, 1976). Bien pensado, sería un buen tema para un especial. ¿Qué os parece? Pero vamos con la que nos ocupa. Como dice el tagline, “a Esther le pasa algo”. Si queréis saber qué es, seguid leyendo. Aviso: entramos en tierra de SPOILERS.

La película no puede comenzar peor: una secuencia tópica a más no poder en la que la protagonista —una correcta Vera Farmiga— da a luz a una criatura monstruosa entre litros y litros de sangre. Es tan absurda y tan mal planteada la escena que desde el primer momento sabemos que estamos ante un sueño, truco que francamente, ya huele. Existe un abismo de buen gusto entre empezar fuerte un film y tratar de “epatar” sin orden ni concierto, como hace aquí el señor Collet-Serra. La siguiente media hora, el director establece las bases del drama y conoceremos al resto de personajes y el entorno en el que se moverán. Vera Farmiga está casada con Peter Sarsgaard —en una actuación francamente lamentable—, tiene dos hijos pequeños y planea sobre ellos la sombra de otra hija que murió al nacer. Viven en una enorme casa de madera rodeada por un gran lago helado a las afueras de una ciudad invernal. Todo esto se nos cuenta con un neoclasicismo que es de agradecer, pero también con una desgana y una planicie evidentes. El interés está bajo mínimos. Pero éste es un film que se lo juega todo a una carta. Y ésta es ganadora: Isabelle Fuhrman. Esther es una extraña niña de unos once años que será adoptada por la familia en parte para suplir la pérdida de la hija muerta. Pero las cosas no saldrán bien.

La irrupción de un elemento extraño como factor desestabilizador en un grupo cerrado —en este caso, una familia—, ha dado grandes dividendos al cine de género. La inquietud ante lo nuevo, lo desconocido, es algo arraigado en lo más profundo del ser humano, ya que supone una amenaza a nuestro modo de vida, al status quo. Es el miedo al cambio. Y el terror es más intenso cuando proviene de alguien que no esperas, en este caso, una niña. La infancia la asociamos a la inocencia, por lo que el shock emocional es mayor si este lugar común no se cumple, como sucede en ‘La huérfana’. Decía Alfred Hitchcock que cuanto mejor sea el malo, mejor será la película. Y aquí es donde nuestro director pone toda la carne en el asador. El villano —en este caso villana— es el alfa y omega de la cinta, su principio y fin —gracias, sobre todo, a la fantástica actuación de Isabelle Fuhrman— . El resto sencillamente, no está a la altura. La creación de un villano debe pasar por dotarlo de varios elementos característicos, y Esther lo cumple a la perfección. A saber: un vestuario determinado —estupendos los trajes decimonónicos de la niña, que la apartan aún más del resto de chiquillos de su “edad”, así como el misterioso collar del que nunca se desprende—; un leiv-motiv —la canción que tararea en varias de sus apariciones—; extrañas aptitudes —toca el piano como los ángeles, dibuja a las mil maravillas y posee una cultura apabullante—; y por supuesto, una motivación y unas especiales dotes para el mal.

Esther es especial. Aunque su aspecto sea dulce, su furia es inmensa. En esto Collet-Serra es claro, no juega con la ambigüedad y desde el primer momento sabemos que la niña es un mal bicho. Posee además otro rasgo característico que la acerca a serial killers como Jason o Michael Myers: no soporta que haya sexo a su alrededor. Y aquí entra otra convención del cine de terror: son muy pocos los que conocen la verdad. Los hijos naturales de la pareja callan ante la oleada de violencia que rodea a las acciones de Esther para mantener su posición en la nueva familia. Mentiras, amenazas, asesinatos…no hay límites para lograr sus fines. Es una manipuladora nata, y aprovecha las debilidades de los que les rodean con suma habilidad, de tal manera que desvía las sospechas sobre su persona hacia su madre adoptiva, sacando a la luz su pasado de alcohólica. La impotencia de los personajes es la de los espectadores, y en el cine en el que ví la película, los gritos de ¡mátala! arreciaban según se acercaba el desenlace. Lástima que el guión no esté a la altura de su estrella y tengamos que presenciar escenas tan risibles como en la que Vera Farmiga da con la clave que le revela la verdadera cara de su hija, gracias a un artículo sacado de internet que lleva por título “Niños que matan” (sic). O seguir sufriendo la pésima interpretación de Peter Sarsgaard, que parece que va a dormirse de un momento a otro.

Desde ‘El sexto sentido’ no hay película de terror que se precie de serlo que no posea un giro final que cuestione todo lo visto hasta entonces. ‘La huérfana’, no es una excepción, pero contra todo pronóstico, el ardid de guión no molesta, es coherente y sienta las bases de un tramo final espléndido. Hasta la inevitable lucha final entre la demoniaca Esther y su madre adoptiva posee una fuerza inusual, y uno no puede menos que acordarse de un film como ‘Amenaza en la sombra’ (‘Don´t look now’, Nicholas Roeg, 1973), con idéntico protagonismo de un lago helado y una niña bajo las aguas. En definitiva, un producto competente que aporta al “hall of fame” de la infamia cinematográfica un nuevo e inquietante personaje.

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