'Operación Fortune: El gran engaño' es puro Guy Ritchie: un divertidísimo thriller de acción que demuestra lo que puede hacer un autor en su zona de confort

'Operación Fortune: El gran engaño' es puro Guy Ritchie: un divertidísimo thriller de acción que demuestra lo que puede hacer un autor en su zona de confort

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En muchas ocasiones, hablar de nuestros directores favoritos no implica hacerlo sobre títulos concretos que nos han marcado o sobre la relación entre la cantidad y calidad de sus largometrajes. Adjudicar a un cineasta un reconocimiento así está estrechamente relacionado con nuestra capacidad de conectar con sus sensibilidades, su sentido del humor y sus filias; algo más profundo que la obra en sí y que influye directamente al exponernos a su trabajo.

En lo que a mí respecta, uno de los realizadores contemporáneos con los que más comulgo y que rara —rarísima— vez llegan a decepcionarme es el siempre interesante Guy Ritchie; un maestro en los nobles artes de entretener y narrar en imágenes que ha vuelto a su habitual tendencia de enlazar aciertos tras ser triturado por esa máquina de anular identidades que es la factoría Disney.

Con la hilarante 'Operación Fortune: El gran engaño', Ritchie minimiza riesgos y opta por permanecer en el epicentro de su zona de confort para brindar un nuevo cóctel que mezcla thriller, acción y esa comedia socarrona marca de la casa en 114 minutos de entretenimiento en estado puro. Un pasatiempo escapista de primerísimo nivel que derrocha calidad y, lo que es aún más importante en los tiempos que corren, personalidad.

Pasándolo en grande

Expongámoslo de una forma directa y contundente: 'Operación Fortune' es una producción cien por cien Guy Ritchie más alineada con sus trabajos recientes más ligeros —en cuanto a tono— 'The Gentlemen' y 'Operación U.N.C.L.E.' que con una magnífica 'Despierta la furia' que sacó a relucir su talante más sobrio. Dicho esto, será fácil para el lector familiarizado con la filmografía del británico intuir si se encuentra o no ante una película acorde a sus gustos.

No me cabe la menor duda de que estamos frente a uno de esos estrenos prematuros que sobrevivirán a los 12 meses de novedades que tiene por delante y que terminará colándose en alguna que otra lista con lo mejor de un 2023 que no estará exento de sorpresas, y el principal motivo de ello es una capacidad innata para divertir sin complejo alguno.

'Operación Fortune' es un claro reflejo de lo que puede materializar un director sumergido en su elemento y con el piloto automático encendido. Esto último, lejos de sugerir desgana o falta de ingenio, se traduce en un dominio de los códigos formales y narrativos propios que, en primera instancia, se proyectan sobre un tratamiento de la acción y la puesta en escena tan vibrante, espídico y espectacular como de costumbre —mención especial al montaje del colaborador habitual de Ritchie, James Herbert—.

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No obstante, aunque los juegos de cámara, transiciones y ritmo brillen a un gran nivel, y a pesar de que la intriga, la gestión de la intriga y los juegos de máscaras sean sobradamente interesantes, la gran estrella de la función radica en su tono desenfadado y en una colección de personajes que bien podría haber salido de una spoof movie de 'Misión: Imposible' de cinco estrellas.

Orson Fortune y su equipo son unos compañeros de viaje perfectos para una aventura internacional en la que el diálogo es un arma mucho más potente que cualquiera de las que se disparan durante su ajustado metraje. Los intercambios de frases lapidarias y los running gags vuelan a toda velocidad arrancando alguna que otra carcajada cómplice mientras un Hugh Grant en su salsa y una Aubrey Plaza inmensa —probablemente la mejor del reparto— roban todos y cada uno de los focos.

Con 'Operación Fortune: El gran engaño' Guy Ritchie juega en casa. Se ha rodeado de colaboradores habituales como Jason Statham, ha optado por un tono, una aproximación formal y un arquetipo de historia a los que está más que acostumbrado y ha puesto sobre la mesa una vez más los motivos que le convierten en un autor que —casi— siempre satisface a sus feligreses.

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