'Whiplash', cuestionable latigazo

'Whiplash', cuestionable latigazo
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Puede considerarse ‘Whiplash’ (id, Damien Chazelle, 2014) como una de las triunfadoras en la pasada edición de los Oscars que concede la Academia de Hollywood, en la que la película recibió tres estatuillas correspondientes al mejor actor secundario, mejor montaje y mejor mezcla de sonido, a mi juicio bastante merecidas. La considerada una de las películas de la temporada pasada, sin embargo no me parece que mereciera una nominación a mejor película, eso si consideramos que el Oscar es un premio vital y de importancia.

Tras esa fiesta, la mayor parte de las veces un fraude, aunque sea inequívocamente la mayor fiesta que se le hace al cine a lo largo del año, queda lo que verdaderamente importa, la película. Tras verla dos veces sigo sin sumarme al orgasmo general, a pesar de transmitir un amor por el jazz, la mejor música que existe, eso sí, a base de standards muy accesibles para todo tipo de público. ‘Whiplash’ es una película feroz, y también tendenciosa, y hasta cierto punto, falsa.

La película narra la relación entre un prometedor alumno de jazz, que toca la batería y su deseo es ser el mejor del mundo, con un profesor con fama de exigente y de métodos poco ortodoxos. Dicho personaje es bordado por J.K. Simmons, en un personaje mejor interpretado, y filmado, que escrito; eso sí, con una compenetración más que perfecta con Miles Teller –a mi juicio mucho mejor que Simmons− logrando un binomio que es uno de los secretos del éxito del film. La relación profesor/alumno llevada hasta los límites, también a nivel interpretativo.

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Un espectacular latigazo...

Chazelle dirige con pasión, planteando su breve historia como si de un thriller se tratase con clímax final incluido. Un montaje soberbio nos lleva por cada uno de los instantes de subidón, o desgracia, en la vida de Andrew (Teller), sin dar un solo respiro al espectador, y siempre manteniendo el punto de vista del personaje central, de hecho no hay una sola secuencia en la que no esté presente Andrew. Así pues la visión de Fletcher es realmente la visión de Andrew.

La utilización de la música como poderoso elemento catártico está estudiada al milímetro, transmitiendo de forma certera la presión a la que es sometido Andrew. Los nombres de Duke Ellington, o el más citado Buddy Rich, se dejan entrever en un trabajo de narración musical absolutamente magistral, aunque repito, sean temas de jazz muy accesibles incluso para cualquiera que no tenga el más mínimo oído musical. No obstante le concedo a ‘Whiplash’ el hecho de que durante su visionado mis pies estánen continuo movimiento rítmico. Uno baila en la butaca.

Mi problema con ‘Whiplash’ no es el transmitir que para ser el mejor en algo uno tiene que esforzarse más y más, durante mucho tiempo, llevarse al límite de sus posibilidades y allí mismo continuar mucho más allá, sino el utilizar la humillación como parte de la enseñanza, tergiversando además una anécdota sobre Charlie Parker, que el guionista maquilla a su gusto para dar efectividad a su cuestionable mensaje. Algo comúnmente llamado licencia, en este caso permitida hasta cierto punto. Fletcher le dice a Andrew que el próximo Charlie Parker jamás se rendiría ante ninguna adversidad, diálogo metido inteligentemente antes de que la haga la jugarreta en el concierto final. Tendencioso.

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...de peligroso mensaje

A Charlie Parker le lanzaron el famoso platillo durante una intervención suya con el gran Count Basie, que fue a caer a sus pies para que simplemente dejara de tocar, por cierto una música con la que se estaba adelantando a su tiempo, como se comprobó un año después cuando Parker sentó la mismísimas bases del bebop. Parker, que odiaba las Big Bands –dato éste suprimido en el discursito de Fletcher− lloró durante toda la noche y volvió el ruedo, por así decirlo. La humillación que sufrió Parker no me parece comparable, ni de lejos, con la que intencionadamente aplica Fletcher en sus enseñanzas.

Del mismo modo que introduce dicho discurso para prepararnos para el glorioso final, también introduce mucho antes una anécdota con un anterior alumno que muere para que podamos ver que Fletcher tiene su corazoncito. Más tendencioso y tramposo aún. Al guion se le ven las trampas, aunque Chazelle domine la dirección con buena mano.

Pero mirado de otra forma, si la intención del director es darle un buen puñetazo a la mediocridad reinante en mucho del arte hoy día, sobre todo el cine, para despertar tanto en el espectador como en el artista no sólo rabia, sino revolver su interior y hurgar en sus inquietudes para que éstas tengan un objetivo mayor: no conformarse con lo bueno, entonces aplaudo a Chazelle.

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