Cuando leí la obra de Javier Cercas 'Anatomía de un instante', lo que más me impresionó no fue su reconstrucción del 23-F, sino la manera en la que logró convertir un episodio archiconocido en una reflexión sobre la fragilidad de nuestra democracia. Quizá por eso el libro me acompañó más de lo que esperaba, llegando incluso a resonar con un legado familiar que ha estado especialmente enraizado en la época de la Transición, un territorio delicado y lleno de contradicciones.
Con esa mochila llegué a la serie de Alberto Rodríguez ('Modelo 77'), una adaptación que parecía imposible sin perder profundidad por el camino. Por eso es una enorme satisfacción -nunca mejor dicho- que lo haya conseguido, porque la miniserie de Movistar Plus+ no solo reconstruye un momento histórico, sino también la fuerza, tensiones y silencios que lo hicieron inevitable.
Reconstrucción con pulso histórico
La serie arranca en el hemiciclo tiroteado, en esos segundos que la memoria colectiva ha repetido hasta la saciedad, pero que aquí se recuperan con una extraña mezcla de irrealidad y vértigo. Los episodios no se limitan a ilustrar el golpe, sino que lo enmarcan en una red de tensiones previas: las grietas internas del gobierno de Adolfo Suárez, la resistencia de los sectores militares, los recelos ante la legalización del Partido Comunista y la sensación constante de que la joven democracia se sostenía sobre un equilibrio más frágil de lo que se podía admitir.
Y el resultado es un retrato vibrante de la Transición tardía, alejado del maniqueísmo, que devuelve complejidad a un episodio que se ha contado demasiadas veces sin matices.
A todo ello contribuye una puesta en escena que combina precisión documental y naturalidad cinematográfica. La recreación del Congreso -desde los frescos de la bóveda hasta la claustrofobia de los pasillos- se integra con los flashbacks políticos y personales sin perder ritmo. La serie no busca sorprender por artificio, sino por fidelidad emocional: cada espacio respira la tensión de un país al borde del abismo que avanzaba mirando constantemente por encima del hombro. Y aun así, nunca se percibe como una lección de historia, porque el guion prioriza la narración por encima de la solemnidad.
Pero si la serie funciona a tantos niveles es, sobre todo, por el trabajo interpretativo. Álvaro Morte encuentra en Suárez un equilibrio entre desgaste y carisma que evita cualquier retrato hagiográfico; Eduard Fernández compone un Santiago Carrillo lleno de ironía y lucidez; y Manolo Solo ofrece quizá la interpretación más emocionante como Gutiérrez Mellado, un militar atrapado entre dos lealtades irreconciliables. También destacan Miki Esparbé como Juan Carlos I y David Lorente como Tejero.
Interrogando al presente
El mayor acierto de 'Anatomía de un instante' es su capacidad para trasladar la densidad reflexiva del libro sin renunciar al formato. No es una serie de acción ni un ejercicio de nostalgia, sino un thriller político que se sostiene sobre preguntas incómodas, como qué representaba realmente cada uno de esos tres hombres que permanecieron inmóviles mientras el resto se lanzaba al suelo, qué precio pagaron por hacerlo, o cuánto del 23F entendemos de verdad y cuánto seguimos reinterpretando para asumir un relato más cómodo.
El último episodio, dedicado al juicio de los golpistas, cierra el círculo con sobriedad y una emoción contenida, recordando que aquella noche no resolvió nada por sí sola. Fue solo un instante y uno decisivo, dentro de un proceso aún abierto. En ese sentido, la serie no se limita a reconstruir un golpe fallido, sino que plantea una reflexión sobre la memoria democrática y sobre lo fácil que es dar por sentada una estructura institucional que, como recuerda Cercas, solo existe porque es imperfecta.
En definitiva, 'Anatomía de un instante' es una de las series políticas más sólidas que se han producido en España recientemente. Tiene rigor, es emocionante y también muy ambiciosa a nivel narrativo. Alberto Rodríguez convierte un ensayo monumental en una obra audiovisual que no solo ilumina el pasado, sino que nos obliga a mirar con más atención el presente.
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