'El conquistador del fin del mundo', el mejor reality español

'El conquistador del fin del mundo', el mejor reality español
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Gusten o no —ya sabéis que yo estoy entre sus defensores—, los realities se han hecho un hueco de privilegio en la televisión mundial. Sin embargo, en España tenemos la mala costumbre de estropear los formatos que nos llegan de fuera y tampoco somos muy dados a explorar con acierto nuevas ideas. Como en todo, hay excepciones y me gustaría aprovechar la reciente finalización de la novena entrega de 'El conquistador del fin del mundo' para explicaros los motivos por los que considero que es el mejor reality español.

La mecánica de 'El conquistador del fin del mundo'

El conquistador del fin del mundo

Los detalles van cambiando según edición, pero lo básico es que un número por determinar de concursantes se divide en varios equipos con el mismo número de participantes en cada uno. Cada semana los equipos compiten entre ellos y cada uno de ellos va a parar a un campamento diferente —desde uno con ciertos lujos hasta otro que puede ser vivir literalmente en una cueva—, teniendo que participar dos integrantes del equipo perdedor en un duelo. El ganador se queda y a la otra persona le toca volverse para casa antes de tiempo. Una vez han pasado unos cuantos episodios, los concursantes que aún estén en activo se fusionan en un único equipo, con el último integrante que complete la pruebe como presencia segura en el duelo de eliminación.

Como presentador tenemos a Julian LIantzi —algunos quizá os acordéis de él por haber liderado en su momento 'El muro infernal'—, quien tiene la difícil tarea de lidiar con el ego de algunos de los capitanes, hacer entrar en razón a los concursantes cuando se quejan por las decisiones tomadas por la organización —y esto sucede bastante a menudo— y dosificar ese mezcla entre, y perdón por la palabra empleada, hijoputez, pillería y carisma necesaria para dejar su impronta en 'El conquistador del fin del mundo'.

Se agradece mucho que hayan dividido el programa en dos vertientes muy diferenciadas. Por una parte, vamos conociendo a los concursantes, notamos su sufrimiento, les vemos competir y, salvo excepciones puntualess, como alguno de ellos acaba siendo expulsado. Por otra parte, cada semana hay un programa especial en plató en el que se habla sobre lo sucedido hasta entonces y se charla con el participante que ha tenido que volverse a casa. De esta forma, se nos da la posibilidad de ver únicamente lo que nos interesa y no ese relleno a veces tan molesto que es todo el guirigay que se forma en plató.

Reglas cambiantes y pruebas peligrosas

Hay que tener muy claro antes de ponerse a ver 'El conquistador del fin del mundo' que no pocas de las decisiones de la organización cuando no está muy claro el criterio a seguir pueden ser perfectamente calificadas como un tongo. Por no hablar de pruebas en las que hasta es evidente para el espectador que alguno de los equipos o concursantes ha sido claramente favorecido. Esto ha acabado por convertirse en uno de los encantos del programa, ya que, de una forma u otra, fomenta la implicación del espectador, desde la indignación por haber ido en contra de uno de tus concursantes favoritos hasta la posibilidad de tomárselo todo a guasa cuando una semana toman una decisión totalmente contraria a lo que se decidió poco antes en un caso similar.

Sin embargo, dejando hasta cierto punto de lado el tiempo que tienen para definir a cada concursante —aunque eso no nos libra de que si alguien es repelente, vayamos a tener dosis de más sobre esa persona— y el encanto de dos de los capitanes —ya me centro más adelante en ellos—, mi parte favorita son las pruebas que han de completarse, ya que aquí no se andan con tonterías y la dureza tiende a ser el punto en común en todas ellas. De hecho, he llegado a bromear en varias ocasiones con que no se van a cortar hasta que alguien muera o sufra una grave lesión irreversible, y los que sigan 'El conquistador del fin del mundo' tendrán que darme la razón en esto, ni que sea por lo que le sucedió al pobre Tolas hace un par de años —pasad hasta el minuto 26 del vídeo del enlace anterior para ver lo que sucedió—.

Juanito y Korta

Juanito Oiarzabal y José Luis Korta

Ya os he comentado que los capitanes juegan un papel fundamental en 'El conquistador del fin del mundo', siendo realmente el gran eje sobre el que se asienta el programa hasta que éste se convierte en un juego invididual y los diferentes equipos se fusionan en solamente uno. El número de capitanes ha ido cambiando con el paso del tiempo, pero solamente dos de ellos —Juanito Oiarzabal y José Luis Korta— han logrado conquistar tanto al público que su ausencia para mí podría llegar a ser motivo para dejar de ver 'El conquistador del fin del mundo'.

Soy consciente de que pueden no ser plato del gusto de todos, en especial por los comentarios machistas que sueltan de tanto en tanto, pero ambos derrochan carisma, formando un dúo ya mítico que da una vidilla tremenda al programa. De hecho, lo normal es que fueran rivales a muerte, pero hay un gran respeto entre ellos que les ha llevado a intentar favorecer al otro frente a otros capitanes —el máximo hasta ahora han sido cuatro—, en especial cuando corrían peligro de irse a casa antes de tiempo —los capitanes se van para casa antes o después todos ellos—. Eso sí, Korta lleva ya unos años en los que su grandeza de antaño está resquebrajándose entre tanta queja de amaño —a veces con razón, otras no tanto—, dando la sensación de que empieza a verse superado por las peculiaridades del propio programa.

Borrachos de éxito

Dejando de lado la ya comentada escasa credibilidad de las reglas del programa, el gran problema de 'El conquistador del fin del mundo' es que dura demasiado. Este es un mal muy extendido en la televisión española, pero en este caso ha ido a más por el innecesario aumento del número de episodios de cada edición. Y es que en la novena se han ido a los ventitrés episodios —catorce hubo en la primera— de normalmente dos horas de duración o incluso más. Me encanta el formato, pero esto no ha traído ninguna ventaja adicional a la hora de conocer más sobre los concursantes —alguna polémica de baratillo que no ha ido a ninguna parte— y sí una peligrosa sensación de agotamiento.

Es comprensible que en EITB quieran exprimir al máximo su tremendo éxito —única razón por la que veo alguna razón de ser a los programas de debate—, pero es por ahí por donde existe el peligro de que la gente acabe cansándose de 'El conquistador del fin del mundo'. Con todo, no se me ocurre ni un sólo reality español capaz de ofrecerme las mismas dosis de entretenimiento que el que ahora nos ocupa. Sólo espero que no acabe rompiéndose de tanto exprimirlo —ya existe una especie de spin-off titulado 'El conquistador del Aconcagua' y otro programa llamado 'El conquistour' cuyo premio es poder participar en 'El conquistador del fin del mundo'—.

En ¡Vaya tele! | Los límites del morbo

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