A Jim Carrey le bastó un día de rodaje para querer devolver los 20 millones que le pagaron por 'El Grinch'. La solución: llamar a un militar especializado en torturas

'El Grinch' fue una película encantadora para todo el mundo menos para Jim Carrey

El Grinch
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marilo-delgado

Mariló Delgado

Editor - Anime
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Mariló Delgado

Editor - Anime

Con la época en la que estamos va siendo hora de sacar el catálogo de películas navideñas, y una de las que ya no puede faltar en la lista es 'El Grinch'. La película de Ron Howard del año 2000 es un clásico absoluto de estas fiestas, que Jim Carrey lleva a otro nivel con su tremenda interpretación. Pero claro, aunque para nosotros 'El Grinch' sea una película divertida y tierna de Navidad, para Carrey fue una de las torturas más grandes de toda su vida. 

El problema principal vino porque desde el estudio habían pagado a Jim Carrey sus 20 milloncejos de dólares para ficharle en la película, así que querían que se apreciase que era él. La primera opción de maquillaje era pintarle de verde y a  correr, pero los creativos tras 'El Grinch' tenían muy claro cómo debía de verse el icónico personaje del Dr. Seuss, lo que terminó implicando muchísimo maquillaje y prótesis. 

Sacadme de aquí

Del diseño se encargó Rick Baker, el artista de efectos especiales legendario que incluso terminaría ganando un Oscar por su trabajo en 'El Grinch'. Pero claro, esto fueron horas y horas y horas para Carrey en la silla de maquillaje, que no recuerda la experiencia con el mismo cariño con el que nosotros igual recordamos la película.

El Grinch 2000
"Cuando había que diseñar al Grinch para que se pareciese al Grinch, tenían que poner la punta de mi nariz sobre lo alto del puente de la nariz del Grinch. Así que todo el resto estaba cubierto y no podía ni respirar por la nariz, y tratar de hacer agujeros en la máscara para que yo pudiera respirar fue un problemón", explicó Carrey, como recogen desde Variety. "Al final, terminé respirando por la boca durante toda la película". 

Los problemas no terminaban ahí. El traje en sí estaba hecho de piel de yak y picaba como mil demonios, y Carrey no podía rascarse porque tenía unas garras en las manos de unos 25 centímetros de largo, y tampoco debía tocarse el maquillaje de la cara. También llevaba dientes falsos y lentillas que le cubrían todo el globo ocular y no le permitían ver nada. Porque aunque desde el estudio le dieron la oportunidad de usar CGI para volver sus ojos verdes, él quería el maquillaje y que el personaje se viese real... a pesar de que las lentillas "eran como Frisbees".

Jim Carrey Como El Grinch

"Yo lo pedí, y no puedo culpar a nadie más que a mi mismo. Tienes que tener mucho cuidado con lo que pides", continuó el actor, que también confesó que comenzó a tener ataques de pánico en el set porque su transformación en el Grinch era demasiado dolorosa e incómoda. La situación llegó a tal punto que Carrey incluso amenazó con dejar la película después del primer día de rodaje y devolver los 20 millones, porque no compensaban para nada las ocho horas de maquillaje a las que tenía que someterse todos los días.

"Le veía tumbado en el suelo entre tomas, con una bolsa de papel marrón. Literalmente en el suelo, estaba muy abatido", recordaba Ron Howard, el director de la película. "Estaba listo para devolver los 20 millones. Lo decía completamente en serio".

Al final la solución que se les presentó fue completamente inesperada y muy poco ortodoxa, pero fue lo que Carrey necesitaba. Si el rodaje estaba siendo una tortura, contrataron a un especialista que se encargaba de entrenar a los militares para hacer frente a las torturas y los largos periodos en prisión.

"Richard Marcinko era un caballero que entrenó a oficiales de la CIA y gente de operaciones especiales", explicó Carrey. "Me dio una letanía de cosas que podía hacer cuando empezaba la espiral, como golpearme en la pierna tan fuerte como pudiera, o tener a un amigo en el que confiase y golpearle en el brazo. Comerme todo lo que pudiera ver, cambiar patrones en la habitación..."

Aunque, como Carrey confiesa lo que al final más le ayudó es que el tiempo de maquillaje se redujo de ocho a tres horas. Ah, y escucharse toda la discografía de los Bee Gees... Aunque ahora, a pesar de lo mal que lo pasó en su momento, se plantearía volver para una secuela si se dan las condiciones correctas.

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