Christopher Reeve fue el mejor Superman y este increíble detalle de su transformación como el superhéroe de DC lo demuestra

Ahora entendemos cómo es posible que nadie reconozca al Hombre de Acero cuando el kryptoniano se pone las gafas para disfrazarse de Clark Kent

Christopher Reeve como Superman
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Aunque me vea en la obligación de profesar mi devoción incondicional hacia Henry Cavill —sin afeitado CGI, a ser posible— cada vez que se habla de los intérpretes que han dado vida a Superman tanto en el cine como en la televisión, hay que reconocer que ni el británico, ni Brandon Routh, ni Tom Welling —entre otros, ya veremos qué tal lo hace la elección de James Gun— han conseguido encarnar al último hijo de Krypton como lo hizo el legendario Christopher Reeve.

El mejor disfraz de Superman: ser un buen actor

Pero más allá de su carisma y encanto naturales, de su intachable físico o del mechón de pelo rebelde característico del personaje por los que todos le recordaremos, Reeve brilló como Kal-El gracias a su buen hacer interpretativo, sepultado bajo su icónico personaje.Un genio aparentemente invisible capturado en la siguiente escena, en la que el actor realiza una transición ejemplar entre las personalidades de Clark Kent y Superman.

Siempre se ha hablado del absurdo existente en que Lois no reconozca a Superman cuando este se pone las gafas, pero la voz y, sobre todo, el lenguaje corporal de Christopher Reeve en esta escena revelan que el paso de periodista a superhéroe encierra algo más que un simple —y mínimo— cambio de look.


Así, durante la primera mitad del vídeo que preside estas líneas podemos verle en su papel de Kent: hombros caídos, espalda ligeramente encorvada hacia delante, cejas arqueadas, mirada gacha, y todas las maneras de un hombre que transmite inseguridad, introversión e incluso timidez. Pero al llegar el minuto 0:29 del clip, sucede la magia.

Es en ese instante cuando Reeve se despoja de sus lentes en un gesto acompañado de una transformación total a nivel postural.

Superman y Clark Kent

Reeve se endereza —incluso parece ganar unos cuantos centímetros de altura—, recoloca sus hombros hacia atrás y abajo, levanta su barbilla y revela una sonrisa confiada. Vuelve a ser el héroe que todos conocemos hasta que su alter-ego hace acto de presencia nuevamente en el minuto 0:53.

Un pequeño detalle que nos ayuda a comprender algo mejor —aunque, a estas alturas, es innecesario— por qué la 'Superman' de Richard Donner sigue siendo una de las mejores películas de superhéroes de todos los tiempos, y por qué se hace complicado imaginar a un actor vistiendo la "S" en el pecho con mejores resultados de los que consiguió Christopher Reeve en 1978.

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