Animación | 'Robot Carnival'

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Animación | 'Robot Carnival'

Con el manga convirtiéndose a cada nueva entrega en un éxito en escalada constante, y la producción de la adaptación a la gran pantalla viento en popa con miras a su estreno en 1988, Katsuhiro Otomo tuvo aun tiempo de atender otros menesteres mientras la presión de acometer la gargantuesca empresa que derivaría en uno de los animes más fascinantes y complejos de todos los tiempos comenzaba a desbordarle. No contento pues con llevar las riendas de 'Akira' ('アキラ', 1988), el artista se fogueó brevemente en las labores de dirección de sendos cortos que formaron parte de dos antologías estrenadas durante 1987 en Japón.

De entre ellas dos nos ocuparemos hoy de la primera y dejaremos sólo constancia de la segunda, titulada 'Neo Tokyo' ('Meikyū Monogatari', VVDD, 1987) —que llegaría a los cines nipones en septiembre de 1987— por si a alguien le pica la curiosidad y quiere indagar para acercarse a los tres segmentos que conforman 50 minutos algo desiguales de entre los que destaca, igual que ocurre en 'Robot Carnival' ('Robotto Kānibaru', VVDD, 1987), el trabajo de Otomo tanto en calidad de animación como en lo que a historia se refiere, por más que en el filme que hoy nos ocupa, ésta sea poco más que una anécdota.

'Robot Carnival', desiguales experimentos

Robot Carnival 1

De hecho, los dos filmes no sólo comparten la autoría de Otomo en uno o dos de sus segmentos, sino que ambos se hacen fuertes —quizás con más intensidad aquí que en 'Neo Tokyo'— en el calificativo desigual: a lo largo de los noventa minutos sobre los que se extiende esta colección de historias con el único denominador común de contar con robots en sus argumentos, la sensación de estar acudiendo a una montaña rusa en constante cambio de rasante es permanente y no son pocos los instantes en que el aburrimiento o pérdida de la noción de lo que trasciende en la acción hace presa del espectador.

Responsables de ello son los dos cortos más prescindibles de todo el conjunto: 'Star Light Angel' y 'Chicken Man and Red Neck'. El primero, una historia de corte shojo con elementos fantásticos, es anodino como el sólo; el segundo, que pone en pie una extraña persecución en las calles de un Tokyo tomado por las máquinas deja al que ante él se sienta con el semblante perplejo ante lo que va discurriendo. Ambos, por otra parte, son una perfecta muestra de la idiosincrasia genérica del filme: muestras de las capacidades de nombres que estaban por hacerse un hueco en el mundillo y que, prescindiendo por completo de diálogos —sólo dos no lo harán— son más experimentos que otra cosa.

Algo por encima, aunque no mucho, encontramos 'Deprive' y 'Presence', la primera, típica como ella sola, narra el rescate de una niña por parte de un robot y, al menos, se le agradece su brevedad y que vaya al grano sin dilación; la segunda, algo más "profunda" versa sobre la obsesión de un inventor por un robot femenino que construyó y tuvo que destruir y que, desde entonces, le acompaña en sus ensoñaciones. De calidad de animación entre lo regular y lo correcto, sendos cortos dejan sensaciones intermedias que, como digo, superan de forma tímida lo muy irregular de los dos primeros citados.

Robot Carnival 2

Afortunadamente, los cinco restantes se sitúan muy por encima del resto y, éstos sí, ofrecen lugares para el deleite del aficionado al cine de animación en general y, por supuesto, el anime en especial, puesto que ninguno de ellos cabría ser encajado en otro cosmos que no fuera el de la producción nipona. Claro ejemplo de ello es 'Strange Tales of Meiji Machine Culture: Westerner's Invasion' una historia situada en el japón de la era Meiji en el que dos mechas construidos con madera y ladrillos se dan hostias como panes en medio de un tranquilo pueblo. Simpático y por momentos hilarante, la calidad de la animación aquí, muy próxima al estilo de Otomo, hace de éste uno de los mejore segmentos de la función.

De la misma forma, tanto lo poético de 'Cloud', como la mala baba que destila el 'Franken's Gears' —que se inspira de forma directa en el relato de Mary Shelley— elevan la calidad de 'Robot Carnival' hasta convertirla, quizás no en una pieza imprescindible del cine de animación, pero sí en una a la que vale la pena asomarse y que, no se me olvida, queda completada por esos "sujeta libros" que son el prólogo y el epílogo dirigidos con maestría por un Otomo que, fuera de toda duda, se alza como lo mejor del filme. Esperemos que, algún día de éstos, el maestro nos de una alegría y vuelva a respaldar con su nombre un proyecto de envergadura. Total, soñar es gratis, ¿no?

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