'Déjame salir', brillante juego mental de terror, ciencia-ficción y comedia: una de las películas del año

'Déjame salir', brillante juego mental de terror, ciencia-ficción y comedia: una de las películas del año

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'Déjame salir', brillante juego mental de terror, ciencia-ficción y comedia: una de las películas del año

‘Déjame salir’ (‘Get Out’, Jordan Peele, 2017) es, sin duda alguna, una de las películas del año, por muchos y diversos factores. Con un muy reducido presupuesto, apenas siete millones de dólares, ha recaudado más de 150 sólo en el mercado norteamericano, probablemente casi todo dentro de la población negra. Sin ánimo de entrar en una estúpida discusión racista, no hay duda de que ‘Déjame salir’ es una contundente bofetada a cierto sector acomodado de la raza blanca.

Lo más sorprendente es que la película es la ópera prima de Jordan Peele, hasta ahora conocido por su trabajo actoral en numerosas comedias de muy dudosa calidad. Se ha estrenado en la dirección de largometrajes con un muy arriesgado salto al terreno del terror y/o ciencia-ficción, recuperando, en cierto modo, la principal característica del género en sus años de esplendor: el contexto social, con las duras, o no, críticas al peor lado del ser humano. En ese sentido ‘Déjame salir’ es espléndida.

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Mezcla de géneros

La obra de Peele recuerda, en no pocos puntos, a la magistral película de Karyn Kusama ‘La invitación’ (‘The Invitation’, 2015), teniendo incluso el mismo punto de partida tras un brillante prólogo con reminiscencias de John Carpenter y su primera famosa película. Incluso tenemos el elemento del animal atropellado —aquí un ciervo— en una secuencia muy similar al film citado. Otra fiesta a la que la pareja protagonista es invitada, y un montón de situaciones incómodas y extrañas.

La gracia de Peele, nunca mejor dicho ha estado en saber mezclar con inteligencia géneros tan distantes como el terror y la comedia, logrando una mezcla inaudita en la que personalmente me quedo con los gags, brillantemente introducidos, gracias a la aparición de cierto personaje secundario que anima bastante la función con sus locas, pero nada equivocadas, reflexiones sobre lo que está pasando. Es como si Peele estuviese dirigiéndose al espectador avispado que cree ir por delante de la película. Al blanco, por supuesto.

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De hecho, el film juega todo el rato al despiste, y aunque en ciertos puntos cumple nuestras expectativas, en el resto nos pilla totalmente desprevenidos, sobre todo cuando pone sobre el tapete el discurso racista, dándole la vuelta innumerables veces. Sirva como ejemplo la aparición final de un coche de policía que, junto a la planificación, suman una secuencia que nos lleva mentalmente a un lugar en el que no queremos estar, pero que reconocemos como verdadero. Peele saca nuestras vergüenzas como raza blanca, y lo hace con humor y muy mala hostia.

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Brillante juego mental

Por supuesto ‘Déjame salir’ es de esas películas, que descubiertas todas sus cartas, ganan en segundos y terceros visionados —cualquier película requiere de dos visionados mínimo antes de “enfrentarse” a ella—, resultando mucho más disfrutable. Además de hermanar al terror con la comedia, Peele logra recuperar elementos clásicos de la mejor ciencia-ficción en un tramo final prodigioso. Un tramo frenético y bestia en el que Peele no se corta a la hora de mostrar sangre, mientras el retrato del mad doctor queda claramente expuesto.

Ecos más que claros de ‘Plan diabólico’ (‘Seconds’, 1966), una de las obras maestras de John Frankenheimer, insinuando además, no sólo las consecuencias morales y éticas del planteamiento en sí, sino el retrato despiadado de parte de la raza blanca, a la que en determinado punto uno se asquea de pertenecer. ‘Déjame salir’ no es una película tendenciosa, es un grito de rabia, con un enorme sentido del humor y respeto, no por lo que narra, sino cómo lo narra, que al fin y al cabo es lo que importa.

Mención especial merecen las secuencias de la sesión de hipnosis, y el muy inquietante momento nocturno previo a ella, y cómo dicha secuencia juega con lo que el espectador espera encontrarse a partir de ahí. Todo un inteligente juego mental con el público, que trasciende a la propia historia del film. Peele realiza una jugada arriesgada —sobre todo cuando el espectador está más que entrenado en cierto tipo de cine— al utilizar el género cinematográfico —la ficción— para establecer un muy real terror que suele encararse con hipocresía. Otro tanto que Jason Blum debe anotarse. Y que siga.

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