La maldición de la flor dorada y de la grandilocuencia

La maldición de la flor dorada y de la grandilocuencia
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Dije en mi crítica de 'La Búsqueda', el film inédito de Zhang Yimou en nuestras salas, pero que acaba de ser editado en un pack dedicado al cineasta chino, que prefería al Yimou espectacular y saltarín, por llamarlo de alguna forma. Me llenan mucho más las fascinantes 'Heroe' o 'La Casa de las Dagas Voladoras', que por ejemplo 'El Camino a Casa', que me aburre bastante, o 'Qiu Ju, una Mujer China', que me parece simplemente insoportable. Así pues, me dispuse con muchas ganas a ver la última película de Yimou, esta 'La Maldición de la Flor Dorada', sobre la que tenía unas expectativas muy altas, que enseguida se me vinieron al suelo, después de comprobar, como en esta película, Yimou se ha perdido totalmente en el lujosísimo envoltorio con el que ha vestido su película, dando como resultado un ejercicio de egocentrismo absolutamente brutal, y olvidándose por completo de entretener al espectador con una historia mínimamente sugerente, o transmitir al menos alguna emoción.

El argumento de 'La Maldición de la Flor Dorada' se asemeja a uno de esos culebrones sudamericanos a los que tanto estamos acostumbrados aquí. Pero enfrascado evidentemente en una película de fantasía heroica, en la que se dan la mano intrigas palaciegas, amoríos secretos y prohibidos, traiciones por doquier, y muertes a mansalva. Lo cierto es que todos éstos eran ingredientes perfectos para haber hecho un film perfecto. Y de hecho, esa es la sensación que pulula por todo el film, la de que su director haya querido por encima de todas las cosas realizar una obra maestra que lleve escritas en cada fotograma, en cada plano, esas mismas palabras. Pero en un afán de perfeccionismo, sobre todo visual, Yimou se pasa un poco de listo, y nos deja una película que hasta puede llegar a aburrir soberanamente de lo perfecta que es visualmente.

Y en verdad podemos quedarnos con la boca abierta ante las majestuosas escenas que llenan el film, sobre todo las de batallas entre dos ejércitos, o enfrentamientos cuerpo a cuerpo entre algunos de los personajes. El problema de dichas secuencias es que están sobrecargadas de todo, desde la luz hasta la dirección artística, pasando por los excesivos colores de absolutamente todo. Al final terminamos empachados de tanto color vivo, y nuestra reacción es el rechazo. Pero no sólo eso. La historia no resulta interesante, y a pesar de sus enormes posibilidades, Yimou se muestra como desganado, como si no le interesara contar algo en concreto, sino más bien, lucirse con todas las piruetas efectistas de su juguetito, o sea, su película. Los personajes de la misma son los primeros dañados por ese exceso formal que lastra todo el film.

Unos personajes que sobre el papel tal vez resultaran enormemente interesantes, pero que en la película dan igual, no muestran, o mejor dicho, no logran transmitir ni la más mínima emoción, algo realmente fundamental en una película de estas características. Sus dos estrellas principales hacen lo que pueden por no terminar hundidas dentro de tanta parafernalia, aunque en el caso de Chow Yun-Fat realmente es porque el actor está bastante mal, a lo que nada ayuda que su personaje sea totalmente antipático. No sé que le ocurre últimamente a Yun-Fat, pero no parece el mismo actor divertido de otras películas como 'Prison on Fire' o 'The Killer', por poner dos ejemplos. A su lado, sale vencedora absoluta Gong Li, con un personaje lleno de matices y totalmente cautivador, aparte de que la actriz está extraordinaria, y bastante más cómoda en su papel que Yun-Fat en el suyo.

Sin lugar a dudas una decepción, que está muy por debajo de su anterior trabajo 'La Búsqueda', la cual yo creía que me iba a gustar menos. Evidentemente son dos tipos de cine muy distintos entre sí, pero esta vez he disfrutado mucho más con el Yimou intimista, que con la pomposidad de su última película, artificiosa y cargante, llegando a provocar hastío y total desinterés.

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