'Memories of Murder': el colosal thriller criminal del director de 'Parásitos' sobre el primer asesino en serie coreano

'Memories of Murder': el colosal thriller criminal del director de 'Parásitos' sobre el primer asesino en serie coreano

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'Memories of Murder': el colosal thriller criminal del director de 'Parásitos' sobre el primer asesino en serie coreano

El inesperado éxito de ‘Parásitos’ (Gisaengchung, 2019) en la última edición de los Óscar ha levantado un interés por el cine coreano inusual, justo en una época en la que los grandes autores de su filmografía llegan a sus etapas de madurez como cineastas. En ocasiones algunos tienen difícil alcanzar sus grandes obras, ya que la explosión de la década de los 2000 dejó una cantidad de obras maestras inigualable.

Una de ellas es la que, aún después de grandes filmes como ‘Mother’ (Madeo, 2009) o ‘The Host’ (Gwoemul, 2006), sigue siendo la mejor película de Bong Joon-ho tras ya casi dos décadas. ‘Memories of Murder: Crónica de un asesino en serie’ (Salinui chueok, 2003) rompió expectativas internacionales y ganó tres premios en el festival de San Sebastián, incluyendo la Concha de Plata al mejor director. Con un presupuesto de apenas tres millones de dólares se hizo un hueco en las salas de todo el mundo atrayendo las miradas hacia el cine coreano.

Memories Of Murder

El film está basado en una serie de asesinatos en la vida real que tuvieron lugar en la provincia de Gyeonggi entre los años 1986 y 1991. Conocidos como los asesinatos en serie de Hwaseong, una pequeña ciudad en la zona rural, los crímenes se cobraron la vida de diez mujeres de entre 14 y 71 años y permanecían sin resolver en el momento de la realización de la película, lo cual articula todo el argumento y daba un significado cautivante a su poderoso clímax, bastante inusual en el género psycho trhiller.

Una mirada al horror de fin de milenio

El relato conecta con el habitual sustrato social de Bong Joon-ho, al cubrir el primer caso conocido de asesinatos en serie en Corea del Sur, que sucedieron en el contexto de una transformación social y política muy extrema, durante las manifestaciones masivas que obligaron a la dictadura de régimen militar imperante desde los 60 a celebrar elecciones libres en 1987, a las que seguirían la modernización del país a partir de los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, que anunciaron su llegada a la escena internacional como economía industrial.

‘Memories of Murder’ no trata sobre esos cambios, pero sí presta una especial atención al ambiente imperante, representar con detalle los hábitos y temores de una sociedad en conflicto con su pasado y presente frente a transformaciones drásticas que toman forma en una representación del cambio en forma de monstruo humano que nunca es cogido por la justicia, dejando una falta de cierre que atormenta a Corea del Sur tanto como a los detectives encargados, que ven como todos sus esfuerzos desesperados caen en saco roto.

El espectador comparte esa sensación de vacío e impotencia, y sigue la investigación sigue la mirada al misterio y al horror, mientras el film captura en segundo plano un momento concreto de la historia moderna del país y deja al descubierto una denuncia velada, sin la que la obra no sería de Bong Joon-ho. En los esfuerzos por resolver los asesinatos del policía local Park y un investigador enviado desde Seúl, el detective Seo, saca a la luz la violencia y la opresión cotidianas infligidas al pueblo coreano por la dictadura militar de Chun Doo Hwan.

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Denuncia escondida dentro del thriller

Aunque seguimos sus pasos de cerca, Park y su asistente Cho llevan a cabo brutales interrogatorios de sospechosos, manipulan pruebas, e incluso llegan a torturar a algunos hasta el punto de que están dispuestos a confesar su culpabilidad. Esto crea un conflicto en el espectador que, por una parte, observa la naturaleza macabra y brutal de los crímenes y por otra la torpeza de una investigación desesperada que abusa de personas en clara situación de necesidades especiales.

También vemos a los protagonistas participando en ofensivas contra manifestantes, arrastrando a una estudiante por el pelo para patearla antes de que se la lleven. Pero las mayores vergüenzas se achacan a la negligencia del gobierno militar en su incapacidad de velar por la seguridad de sus ciudadanos. Con información de que se va a producir un asesinato, no hay soldados disponibles para los puestos de control en toda la ciudad, por el uso de efectivos para aplastar una manifestación en una ciudad cercana.

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Como la policía no recibe ayuda, el asesino logra otro crimen. Una causa y efecto buscada con interés por el guion, que no sorprende viniendo de un director con vocación insurgente, pero que aquí todavía no cae en los modos más burdos de sus últimas películas. Esto destapa una lógica interna en la obra que, más allá de su investigación a baja tensión —sobre todo en la primera hora, cuando van dando palos de ciego— y su adusta representación de las escenas de crimen, esconde un ensayo sobre el errático tejido social coreano y cómo este lleva a mayores injusticias.

El final inalcanzable

Problemas que pasan desapercibidos por pertenecer a una cadena de ineficiencia más grande de lo que pueden desentrañar un par de detectives. En parte, ‘Memories of Murder’ adelanta lo que vendría a hacer David Fincher en ‘Zodiac’ (2007), otro relato casi épico de la búsqueda imposible de un asesino en serie que acaba sin resolver, pero las particularidades sociales y el reflejo del papel del régimen dictatorial en las dificultades para lograr resultados la asemejan, sobre todo, a ‘Ciudadano X’ (Citizen X, 1995), sobre la caza de Chikatilo en la URSS.

Bong Joon-ho consigue reflejar el cambio de paradigma social dibujando la figura del asesino como un síntoma del modelo industrial moderno. La ausencia propósito, más allá del disfrute inhumano de la violación y el asesinato, se expone como una manifestación extrema de la falta de propósito social, mezclándose tan bien con su entorno siempre el vecino acaba sorprendiendo al vecindario cuando se revela quién es. En la película, además, se mantiene en el anonimato, dejando rastros de angustia y trauma sin cicatrizar en la historia surcoreana.

La** brecha entre el pasado y el presente** aparece en su brillante epílogo muchos años más tarde, en el que los fantasmas vuelven sobre el protagonista, que mira a cámara casi en un acto de metalenguaje, clavando sus ojos directamente al asesino, que está seguramente viendo la obra, tras haber dejado libre al posible sospechoso. Este final cambia con la noticia del descubrimiento del asesino, en 2019, frente a lo que Joon-ho acabó aplaudiendo el incansable trabajo de los policías durante los 33 años, después de todo.

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