Es una película inabarcable, un tour de force artístico de Ari Aster y Joaquin Phoenix... pero 'Beau tiene miedo' sería mejor sin una hora de dislate y turra

Es una película inabarcable, un tour de force artístico de Ari Aster y Joaquin Phoenix... pero 'Beau tiene miedo' sería mejor sin una hora de dislate y turra

Beau tiene miedo de durar menos de tres horas

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Beau

En un tiempo de películas clónicas algorítmicas triunfando y el trabajo artesanal fílmico por los suelos, se agradece que Ari Aster sea capaz de estrenar una película tan absolutamente suicida y visceral como 'Beau tiene miedo'. Cada minuto de sus tres horas propone nuevas ideas tanto narrativas como visuales, no ceja nunca en su empeño de ir más allá, de abrir la cabeza del autor y ver una inventiva sin constricción. Sí. Todo esto es cierto. También lo es que termina haciéndose cuesta arriba.

Aster aquí hemos llegado

Decía Robert Eggers cuando estrenó 'El hombre del norte' que fue la presión del estudio en la post-producción la que consiguió que su intento de oda a Tarkovsky se convirtiera en una obra realmente visible por un público general ("No sé si habría llegado aquí, francamente, porque el entretenimiento no es mi primer instinto", le dijo a GQ). A24 no cree en poner correa a los autores, pero, en ocasiones (ojo, no siempre), la presión del estudio desemboca en una película mejor que la que tenían pensada al aunar la visión personal con la general.

Es el caso de 'Beau tiene miedo', que se habría beneficiado de un amigo diciéndole al director de 'Hereditary', ya desde la fase de guion, dónde cortar esta pesadilla suburbana que pasa por todos los subgéneros surrealistas que puede, desde la distopía capitalista hasta la fantasía preciosista pasando por el cine de terror de serie Z con criaturas imposibles. Es abrumador, demuestra personalidad, es único y hace imposible apartar la mirada.

Beau

Pero gran parte del público no quiere ser abrumado. Al menos no durante 180 interminables minutos, una duración que consigue que la fascinación inicial se diluya para muchos. 'Beau tiene miedo' es difícil de ver, no por sus duras imágenes o por su pesadillesco ritmo, sino porque la recompensa por pasar el primer muro estético y narrativo es encontrarte con decenas de muros más, todos ellos a lo largo de tres horas. No todo el mundo está dispuesto a hacer el ejercicio mental: salir de lo nuevo de Ari Aster extenuado es completamente normal.

Beau va para largo

Este viaje al interior de la mente del creador de 'Midsommar' se puede leer de dos maneras: irremediablemente agotador o prodigiosamente creativo. Ambas son reales y coexisten. No hay un solo minuto en el que el creador deje de plantear decenas de nuevas ideas o sorprender con conceptos diferentes y fantasías visuales únicas plantando cara al espectador tradicional y dejando claro que nada le importa más que dejar clara su firma en cada uno de los planos.

Tiene Miedo

'Beau tiene miedo' no teme en tomar bifurcaciones, contar historias dentro de historias que alejan la trama principal (si es que hay una), dejar al público sin respuestas e incluso meterse en terrenos pantanosos si con ello consigue crear un instante inesperado dentro del lienzo onírico que plantea. En una película que comienza con un parto desde el punto de vista del bebé, todo es posible, desde los cuentos de hadas hasta las traiciones de culebrón.

Si estás buscando cine sorprendente, ecléctico, que jamás deje de construir aún a costa de destruirse a sí mismo, esta es la película que tienes que ver. Pero si, por el contrario, quieres encontrar un pequeño lugar de confort y relax del día a día sin que la película te rete a un duelo psicológico a muerte, será mejor que la dejes pasar al menos hasta tener la fuerza para enfrentarse a este tour de force en el que Joaquin Phoenix lo da todo (como siempre) y se deja llevar por las procelosas aguas de un director sin control en todos los sentidos.

Beau tiene ego

Nadie confía más en el cine de Ari Aster que el propio Ari Aster. 'Beau tiene miedo' es un ejercicio de orgullo, egolatría y autoconfianza en el que incluso los mayores fans son capaces de entender qué es lo que no consiguen verle los demás: un cine visceral sin ambages ni restricciones que empieza siendo revigorizante como el aire fresco en verano y termina siendo una subida al Himalaya complicada y repleta de subidas y bajadas vertiginosas.

En tres horas de pequeñas historias unidas por un hilo endeble, Aster hace malabares continuos entre todas sus obsesiones y logra un resultado fascinante pero que, en algún momento de sus decenas de propuestas, termina por perder el pulso y se sale de la vía para nunca más volver. Es interesante, agobiante y rupturista, sin duda, pero no tanto como el propio director, que filma con la arrogancia de quien está seguro de haber creado una obra maestra, cree.

Parece no haber un punto medio en 'Beau tiene miedo', como pasa en cualquier película que se salga de lo normal en el cine contemporáneo, invadido por la inmediatez de lo viralizable: es la mejor película del año o lo peor que se ha hecho nunca. Personalmente, me encuentro en un (creo que) sano punto medio. Sí, Ari Aster lo ha dado todo, se ha dejado la piel para llevar a cabo su epopeya con una libertad inusitada en el cine actual... pero no todas sus historias aciertan ni sus ideas descontroladas son necesariamente buenas. Ya se sabe: la potencia sin control no sirve de nada.

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