'Rambo: Last Blood': la despedida del mítico personaje de Stallone solo funciona en su gran traca final

'Rambo: Last Blood': la despedida del mítico personaje de Stallone solo funciona en su gran traca final

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Cartel John Rambo

Rocky Balboa y John Rambo son los personajes que más han marcado la carrera de Sylvester Stallone. Con el primero siempre tuvo más poder creativo que con el segundo por ser una creación suya y quizá por ello ha vuelto a él en más ocasiones, pero ahora ha llegado el turno de recuperar a un veterano de guerra al que parecíamos haber dicho adiós en 2008 con una estimable secuela que fue dirigida por el propio Stallone.

En el caso de ‘Rambo: Last Blood’ ha preferido ceder las riendas a Adrian Grunberg (‘Vacaciones en el infierno’), aunque también participa en el libreto. Esto último resulta especialmente llamativo, ya que la película está planteada de tal forma que durante la mayor parte de su metraje hace pensar más en una especie de variante de la saga ‘Venganza’ que en cualquier otra cosa. El resultado es una discreta despedida para este mítico personaje.

Un Rambo desgastado

Escena Last Blood

Tras un arranque más vigoroso como idea que en su ejecución -y que va a ser cortado para su estreno en salas en Estados Unidos, Canadá y Reino Unido-, ‘Rambo: Last Blood’ no tarda en incidir en su componente crepuscular. Nuestro atormentado héroe ha encontrado la paz y mantiene a rayas a sus demonios personales llegando una vida relajada en un rancho. Superadas quedan las emociones del pasado y lo más parecido que queda a ellas es el sistema de cuevas que ha establecido debajo de su nuevo hogar.

Un héroe cansado que simplemente quiere vivir en paz hasta el final de sus días puede sonar bien como concepto en nuestra cabeza, pero lo que vemos en pantalla dista mucho de ser interesante. Empezando por unos pobres diálogos carentes de naturalidad, lo que nos queda es que algo rompa esa cansina rutina que Grunberg intenta vincular a la felicidad de nuestro héroe y no tarda en llegar ese conflicto que aleja a Rambo del tipo de aventuras a las que nos tenía acostumbrados.

Imagen Rambo Last Blood

Para lo que sirven esos minutos es para intentar mostrar el vínculo afectivo de Rambo con su sobrina, por lo que su secuestro para ser prostituida a la fuerza es algo que no se va a tomar precisamente bien. Comienza entonces una búsqueda que incluirá algún desvío cuestionable en términos narrativos -¿qué aporta por ejemplo Paz Vega más allá de que haga falta que esté ahí en un par de situaciones para que nuestro héroe pueda seguir adelante?-.

Lo que nos queda en esa fase de búsqueda y rescate son los pequeños arreones de violencia, seguramente más efectivos cuando son verbales que físicos en esta fase, al servicio de un guion perezoso que no se preocupa en que la película destaque algo a nivel individual. Decía el creador del personaje que daría igual si el personaje se llamaba John Smith en lugar de John Rambo y no le falta razón. Así de genérica acaba siendo esta última misión.

Remonta con su salvaje final

Stallone

Tampoco ayuda nada el pobre trabajo de dirección de Grunberg, especialmente patente siempre que hay que mover la cámara durante las escenas de acción. Ahí se tiende a un montaje rápido con el fin de provocar emoción en el espectador pero lo que sucede habitualmente es que le aturde e impide disfrutar de lo que debería ser uno de los principales puntos fuertes de ‘Rambo: Last Blood’. No tanto por regodearse de la violencia como por ofrecer al menos buenas escenas de acción.

Lo que nos queda es la amenaza representada por unos discreto Óscar Jaenada y Sergio Peris-Mencheta como dos poderosos hermanos que deberían haber dado mucho más jugo. La visceralidad del primero se opone a la calma más cerebral del segundo y hay ciertos apuntes que apuntan a algo que se queda en una solución fácil encaminada a la gran traca final. Tampoco me voy a quejar demasiado de eso porque es entonces cuando ‘Rambo: Last Blood’ se parece algo al buen entretenimiento que esperábamos de ella.

Algo manchado por los problemas de la puesta en escena y montaje que mencionaba antes, pero los últimos 10-15 minutos de la película son un pequeño oasis en el que se confía todo a la carta de la violencia y le sale bien. La contundencia a la hora de mostrarla -vista a cuentagotas hasta entonces- unida al plan ideado por su protagonismo nos recuerdan esas habilidades para la supervivencia que siguen ahí, aunque en esta ocasión está al servicio de una venganza que nunca alcanza el eco emocional que busca.

En resumidas cuentas

Lo que acaba ofreciendo ‘Rambo: Last Blood’ es un triste regreso de un personaje que se merecía una despedida mucho más memorable. Con el tiempo es probable que a duras penas se recuerde el inicio cortado en algunos países y el salvaje último acto, porque el resto casi sería mejor olvidarnos de su existencia.

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