'Rompe Ralph', superjuegos extreme

21 comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail


Ralph es el protagonista del arcade clásico Rompe Ralph y está cansado de que sus compañeros de juego le traten como el villano. Por ello, huye del juego y causa un gran revuelo entre sus compañeros dado que la máquina puede ser desenchufada.

Rich Moore, fogueado en los Simpson, dirige esta excelente cinta animada que confirma algo que ya se sospechaba: la resurrección de Walt Disney Studios como estudio de animación, llevando a cabo una, hasta ahora, impecable alternancia en proyectos de animación tradicional y animación digital. No resulta extraño que Disney tenga esta calidad dado que el ejecutivo acreditado en todas esas producciones, y jefe de estudio, es John Lasseter.


‘Rompe Ralph’ (Wreck-it Ralph, 2011) empieza con una fantasía de dislocación en la que vemos la certera huella de Pixar en el trabajo conceptual del estudio, pero también una creatividad y un ansia de reinvención que no tienen porque ser patente única de Pixar. Ralph es, antes que nada, un héroe hecho a la medida de un nuevo público, aquel ya crecido y nostálgico de los arcades de los años ochenta, que genera un aluvión de gags que, irónicamente, no van dirigidos a los más pequeños sino a un público ya adulto que siente añoranza.

Es por ello que su compañera de aventuras, una “glitch” (ingeniosísima reutilización narrativa del error de programación) es, al mismo tiempo, una versión un tanto desvergonzada y agradecida de la princesa Disney para tiempos post-feministas. Si en ‘Tiana y el sapo’ (The princess and the frog, 2009) la princesa era una mujer trabajadora y emprendedora y en ‘Enredados’ (Tangled, 2010) la princesa era una mujer oprimida y engañada, ahora la princesa es una desclasada en una trama cuyos giros conviene no revelar pero que son altamente ingeniosos y que demuestran un magnífico conocimiento de la escritura.

Festival animado desde el primer al último minuto, el guión viene firmado por Moore, Phil Johnston y Jim Reardon, otro habitual de los Simpson que tuvo tiempo de demostrar su talento en ‘Wall-E’ (id, 2008). La película, a mi parecer, con varios hallazgos. El primero es la idea de los personajes sin juego, una manera ingeniosísima de explicar a los más pequeños el concepto de clase social y de deshauciados, y el segundo es la divertidísima historia de amor entre Felix, el héroe del juego del que Ralph es infeliz antagonista, y la sargento Tamora, parodia ingeniosa dibujada a la manera de los videojuegos recientes de alienígenas y marines.

En tal historia de amor, Felix desarrolla empatía por su personaje debido a su altísima definición (la calidad gráfica) y debido a que conoce su historia personal dado que ¡los programadores le dieron la historia más triste! Una manera desternillante de crear una distancia de la ficción internáutica y de subrayar la condición profunda de juego que todos notan en esta película, desde los personajes hasta los espectadores.


Por supuesto, el final es muy progresista y nos invita a pensar si cuando termina el juego, tenemos que tratar a los demás de un modo nefasto, autoritario y cruel. Y ese es el cambio último que busca Ralph. Con existencialismo de arcade (“tienes que ir partida a partida”), esta vigorosa, divertida y trepidante película invita a transformar la naturaleza de nuestras relaciones y a resolver nuestras ansiedades, al tiempo que reivindica, por supuesto, el indudable papel de la amistad en todo esto. La disfrutable versión original permite oír a unos geniales John C. Reilly y Sarah Silverman prestando voz y un excelente recitado a sus exquisitos personajes animados, tan magníficamente diseñados como viene siendo costumbre en la época contemporánea de Walt Disney Studios.

Y todo ello con una acción a ratos excesiva, pero perfectamente pensada para su audiencia infantil. Puede que no sea suficiente, pero la riqueza de esta película es otro logro más en el Disney reciente, que sin el esfuerzo monumental de producir nuevos clásicos, a la manera del nuevo Disney de los noventa, está haciendo algo, quizás, más importante: producir otros clásicos. Mikel se mostró también muy generoso con la película.

Comentarios cerrados
Inicio