'Rush', dos hombres y un destino

'Rush', dos hombres y un destino
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Debo a mi buen amigo Juanjo el descubrimiento de esta 'Rush' (id, 2013) con la que Ron Howard me ha vuelto a sorprender, incluso para bien. La película cuenta el duelo (automovilístico) entre el piloto James Hunt (Chris Hemsworth) y su rival, Nikki Lauda (Daniel Brühl).

Mi amigo me recomendó la película con cuidado y unas muy útiles advertencias de cuales eran las virtudes y defectos de la película.: si bien, presentaba un look visual lo suficientemente interesante y distintivo respecto a las otras películas del director, la película exageraba, cuando no falseaba, la verdadera rivalidad entre los verdaderos Hunt y Lauda, que nunca llegaron al extremo del tercer y melodramático acto de la película. En toda película biográfica, con o sin carreras, Hollywood obliga al espectador a pasar por los peajes incordiosos de la ficción.

No es la primera vez que el cineasta Howard falsea a su antojo la Historia para construir un melodrama hollwyoodiense. Ya 'Una mente maravillosa' (A beautiful mind, 2001), distorsionaba y dulcificaba a su antojo la vida turbia del matemático y premio Nobel John Forbes Nash, con el fin de convertirlo en alguien más o menos aceptable.

Como muchos otros cineastas de Hollywood, Howard es un director a la merced de sus guionistas, en el caso anterior no hay que olvidar que fue Akiva Goldsman quien firmó el libreto que convertía la vida de un personaje con gran capacidad y genio en, además, un personaje tierno y agradable con no pocas paradas en la cursilería.

Pero este no es el problema que sufre el guión de la película, que firma el habitualmente más inteligente y talentoso Peter Morgan, quien ya escribió otra película de Howard, 'El Desafío: Frost vs. Nixon' (Frost vs Nixon, 2008). Morgan simplifica a los personajes, para dar un tono mitológico a la rivalidad entre ambos, de titanes que se necesitan el uno al otro, pero pierde, en mi opinión, los matices que hacían interesante a la historia y que seguramente no traducían bien al tono épico que busca aquí su director.

Citaré dos cambios sustanciales respecto a los hechos.: el verdadero Lauda era mejor piloto, y tenía el doble de puntos, además de estar casado con otra modelo, mientras que en la película la rivalidad es conjurada en un 1970 donde los talentos ya son igualados. Fue el accidente lo que acabó con la victoria del campeonato de Lauda.

También resulta interesante que la película presente a Lauda como el causante de la descalificación de Hunt. En realidad, no fue así ¡fue un miembro del propio equipo de Ferrari!

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Aceptemos la segunda concesión como producto de la tensión "dramática" pero ¿acaso no hubiera sido interesante (y poco tópico) contar la realidad? Nikki Lauda y James Hunt compartieron piso de jóvenes ¡y eran buenos amigos más allá de las carreras! Se tomaban la rivaliad en serio, pero hay algo muy sutil en que fueran mucho más amigos de lo que la película permite que pensemos: es una historia, de dinero y reconocimiento mutuo, que parece que un poco inspirado Morgan es incapaz de contar. Y es la historia real, es lo fastidioso: que la ficción sea más dramática es algo asumible, pero que la ficción sea directamente más simplona no tanto.

Y aquí tenemos al primer perjudicado por la labor de Morgan y el tono de Howard.: un sobreactuado, simple e histérico Daniel Brühl, en la peor tradición del Hollywood del actor's studio, histriónico y gritón, jugando a la mímesis antes que a la caracterización del personaje, sin atisbo de creación y variedad.

A su lado, quien sobresale, confiriendo halos fácilmente mitológicos, es Chris Hemsworth quien convierte al glamouroso playboy Hunt en poco menos que una encarnación griega de la carrera, una especie de hombre divino que ha nacido para competir y del que saca el director las mejores escenas, que son las de carreras.

Para ello cuenta con un gran aliado, Anthony Dodd Mantle, el director de fotografía, colaborador habitual de Harmony Korine, Danny Boyle o Thomas Vinterberg. Howard y Mantle lo tienen claro.: saturan colores, insertan la estética misma de los documentales (imágenes de archivo televisivo falseadas, otras originales, tensión espacial bien definida, etcétera), rodando con algunos tele-objetivos y repitiendo en los mismos escenarios, y cuentan con un espectacular montaje de sonido arropando su labor.

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Esa intensidad mantiene el interés durante el metraje de la película, y la eleva por encima de la media, convirtiéndola en una espectacular (aunque nada novedosa) cinta de deportes con la que Howard firma una de sus películas más interesantes. Todavía prefiero la emoción inocente e intensa de 'Cinderella Man' (id, 2005) a esta, pero admito que en términos de dirección Howard ha dado aquí una demostración inusual de poderío estilístico y genuino saber hacer. La película entusiasmó, en esas líneas, a Mikel Zorrilla y a mi compañero Sergio Benítez. Alberto escribió también a favor, aunque con menor entusiasmo.

La narrativa de la última carrera, en la que cada loop configura una decisión vital, está rodada de un modo tan vigoroso que consigue que olvidemos las líneas pésimas del libreto de Morgan y que entremos, de lleno, en la catarsis de la historia. Y eso es algo muy estimable.

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