'La resurección de Louis Drax': Alexandre Aja en barrena

'La resurección de Louis Drax': Alexandre Aja en barrena

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'La resurección de Louis Drax': Alexandre Aja en barrena

El nombre de Alexandre Aja salió como punta de estandarte del movimiento de nuevo cine de terror francés que manchó de sangre las pantallas en la década de los 2000. Tras su tramposa, pero apreciable, ‘Alta tensión’ (Haute Tension, 2003) alcanzó la gloria con el potente remake de ‘Las Colinas tienen ojos’ (The Hills have Eyes, 2006) con el que se terminó de coronar como uno de los nombres clave del terror de la década, junto a Rob Zombie o Neil Marshall.

Algo parecía ir mal cuando su siguiente remake, ‘Reflejos' (Mirrors, 2008) no recogía nada de la afilada narración de su antecesora, por lo que se decidió a revisitar un clásico de Joe Dante en 'Piraña 3D' (Piranha 3-D,2010), para convertirlo en una idiota fiesta de tetas y sangre en el que no se le reconocía más allá que en el gore descarnado. ¿Qué tenía de especial ya Aja? Poco, pero su nombre seguía significando algo entre los aficionados, dispuestos a darle otra oportunidad.

Luois Drax Portada

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De mal en peor

Con ‘Horns’ (2016) trató de escapar de su imagen de carnicero planteando un drama fantástico y romántico con actitud indie y ambición de convertirse en un filme de culto. El resultado fue su obra más aburrida y una preocupante muestra para su incapacidad de dotar de vida a su narrativa. 'La resurección de Louis Drax' ('The 9th Life of Louis Drax') es, no solo una confirmación de aquella torpeza, sino que entra sin arremangar en los pantanosos terrenos del bodrio.

Planteada como una película de misterio psicológico, con amplitud de miras a cuento fantástico a lo Guillermo del Toro, Aja utiliza actos enteros tratando de encontrar un punto focal, saltando alrededor de personajes sin unirlos de una manera dramáticamente satisfactoria, con distracciones como ese Dr. Pérez, que tiene la tarea de abrir la mente de Louis durante las sesiones de terapia, que convierte el potencial psicológico de la película en una pantomima predecible.

The 9th Life Of Louis Drax Final

Aja se dedica a establecer líneas argumentales, pasajes fantásticos, flashbacks y recuerdos de la memoria del niño protagonista alternando con las historias de la gente a su alrededor. Como consecuencia, se aprecian sus dificultades para manejar la carga de trabajo, abrumado por extensas subtramas y los tonos de película romántica, thriller y drama con fantasía mágica, un lío de ideas que nunca encuentran su momento orgánico, y se atascan en un lío frustrante, rayano al ridículo en ocasiones.

‘The 9th Life of Louis Drax’, bodrio de sobremesa

Lejos de la comodidad de sus películas gore, Aja demuestra una asombrosa falta de pericia a la hora de hacer conectar con las emociones de Louis y los suyos, aposenta la cámara para que capte la belleza etérea de la actriz principal y parece querer quedarse en ella en lugar de profundizar en las razones por las que el personaje es clave en la trama, más allá de ser el objeto de deseo de Jaime Dorman y tener algunos problemas, supuestamente derivados de sus experiencias con los hombres.

Las visitas de un monstruo marino, una especie de conciencia de su padre muerto, tampoco tienen mucho sentido, ni son estilísticamente coherentes, más bien risibles. Cada incidente parece una maniobra fuera de lógica. Un artificio para ganar tiempo mientras el interés en el misterio se hace más una urgencia por acabar que por confirmar las sospechas de que el final tendrá uno de esos giros en busca de la explicación a lo puramente fantástico, utilizado aquí más como fondo de pantalla obligado que con una intención de purga de traumas.

Louis Drax1

Las maneras son empalagosas, la estética de un melodrama televisivo al que le hubieran vertido millones por encima, un pastiche con ínfulas que quiere ser más ingeniosa de lo que realmente puede. ‘The 9th Life of Louis Drax’ es la confirmación de que Alexandre Aja quiere y no llega, pese a que visualmente pueda resultar atractiva, es un pueril intento de crear un drama para niños con toque adulto, como si Uwe Boll se hubiera tragado el ‘Big Fish’ (2003) de Tim Burton junto a ‘El Laberinto del Fauno’ (2006) y nos hubiese vomitado encima.

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