Woody Allen: 'Sueños de un seductor'

Woody Allen: 'Sueños de un seductor'
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Allan Felix (Woody Allen) es un perdedor encantador que vive obsesionado por las películas de Humphrey Bogart. Ayudado por una pareja de amigos suyos, Linda (Diane Keaton) y su marido Dick (Tony Roberts) intenta encontrar el amor verdadero, al tiempo que el propio Bogart (Jerry Lacy) le aconseja sobre como interactuar con mujeres.

Hay muchas razones, y son todas más o menos sencillas de adivinar, por las cuales 'Sueños de un seductor' (Play it Again, Sam, 1972) debe estar en este especial de Woody Allen que mi compañero Juan Luis Caviaro y yo estamos haciendo. Porque, pese a estar dirigida por Herbert Ross, esa película se ha ganado un lugar de oro en su filmografía, siendo tan personal como las otras películas que Allen terminaría dirigiendo.

Basada en una obra de éxito de Broadway, la película se titula evocando a 'Casablanca' (id, 1942) pero de manera equívoca. La confusión se ha alargado durante los años y es que 'Tócala otra vez Sam' (el título original) no se oye nunca en la película, ni se leyó jamás en el guión de la popular cinta.

Además, cuenta la película con dos miembros habituales del casting de Allen como son Diane Keaton y Tony Roberts, tal vez dos de los nombres que mejor sitúan al aficionado allenita en un momento concreto de su filmografía, los años setenta, y en un tipo de película que ni siquiera Allen repetiría, pues es director de ir trabajando conforme sus musas. ¿Pero cual es el tema que se esconde tras este argumento, en el fondo un esbozo de otras películas posteriores del Allen director/guionista?

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El tema del que trata la película, y para ello el argumento es excusa, es el cine como motor de la nostalgia y de la confusión. Al ver películas, sentimos una nostalgia insólita, al vez incomparable: la de añorar las películas por cuanto las vimos y por cuanto de nosotros proyectamos en ellas, mientras las veíamos y mientras las digeríamos.

El personaje central de Allen en esta película sufre de este mal. Él se sueña un arquetipo bogartiano porque las películas, a modo de un libro de instrucciones, le han dicho como vivir o más bien, le han mostrado, en un giro bovarista de los acontecimientos, como podría vivir. A partir de sus sueños, comienzan sus frustraciones.

Cargadísima de gags, y de una saludable melancolía, esta película tan bien escrita cuenta con un estupendo plantel de actores y con una factura técnica más que solvente. No solamente como curiosidad u obra primigenia tiene interés, sino también, y con justicia, como obra personal que define los temas, el estilo, la escritura y la altura de un cineasta que todavía tendría que demostrar con mayor hondura su variedad de registros. A mi compañero Abuín también le agradó como explica en su crítica.

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