La Fórmula 1 ha conquistado el terreno del cine y la televisión y cada vez son más los proyectos audiovisuales que se centran en historias de este tipo. La más reciente ha sido la entretenidísima 'F1' que dirige Joseph Kosinski y que protagoniza Brad Pitt, y después de verla me he acordado de otra película que sigue estando en lo alto del podio en el cine de acción y automovilismo.
Concretamente, me acordé de 'Rush', el largometraje dirigido por Ron Howard de 2013, que no solo es una de las mejores películas del género, sino también una de las que derrocha más humanidad. Su grandeza no radica en los motores rugiendo o en los movimientos de cámara, sino en su capacidad para contar una historia épica con mucho estilo y emoción.
Está protagonizada por Chris Hemsworth y Daniel Brühl, que interpretan a James Hunt y Niki Lauda respectivamente, y en ella nos trasladamos a una de las temporadas más electrizantes de la Fórmula 1: la del año 1976.

Pero lo que la hace inolvidable no es solo su despliegue técnico o su fidelidad con los hechos que narra, sino la forma en la que muestra a los dos personajes, centrándose en el enfrentamiento entre dos visiones del deporte y, en el fondo, dos maneras de lidiar con el miedo y la ambición.
Mucho más que coches de carreras
En el centro de 'Rush' tenemos la rivalidad entre dos pilotos diametralmente opuestos que terminaron definiéndose el uno al otro. Y el director, lejos de caer en el típico esquema de héroe contra villano, apuesta por mostrar a ambos como figuras complejas y vulnerables. Hunt es impulsivo y carismático, y contrasta con Lauda, más cerebral y metódico, pero la película sabe encontrar cierto respeto mutuo en el enfrentamiento entre ambos. No hay buenos o malos, solo dos hombres que quieren alcanzar la perfección.
Es cierto que el filme brilla más en sus escenas de acción, pero también crece por su manera de situar a los personajes por encima de los coches. Porque Howard no busca simplemente el impacto visual de por sí mismo, sino que lo utiliza para subrayar el riesgo real, la tensión psicológica y el precio que tiene cada decisión que se toma en un deporte donde todo puede cambiar en una fracción de segundo.
Y todo esto se realza con la dirección de fotografía de Anthony Dod Mantle y la música de Hans Zimmer, que le aportan un tono casi operístico, cargado de tensión, belleza y tragedia a una película muy entretenida que bien podría ser una parada obligada después de ver 'F1'.
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