Hubo una época en el cine de superhéroes, que cuesta hoy recordar, en la que reinaban películas de cómics pulp, en donde la palabra Marvel nunca aparecía y donde la oscuridad se mezclaba con la intención a toda costa de imitar el estilo de narración de las viñetas, donde los personajes parecían querer replicar constantemente las explosiones de ingenuidad de la era dorada, y, en cierta forma, puede decirse que ‘Venom: habrá matanza’ es un regreso a algunos de esos códigos estéticos.
En una década en donde reina el universo extendido Marvel, y DC ha pasado página a la oscuridad de sus aventuras con Nolan y Zack Snyder, resulta casi una rara avis cuando aparecen intentos de dotar de crudeza a las películas de superhéroes, siendo la mayor parte de las veces codificada a través del humor negro y la violencia, que hace que cierto tipo de películas como ‘El escuadrón suicida’ (2021) se estrenen con calificación para adultos.
Y luego está ‘Venom’. Lo tenía relativamente fácil Andy Serkis para sacar ventaja sobre la discutida película anterior, atravesada a fans y no fans, pero que de alguna manera acabó agradando a cierta parte del público que parece haber perdonado todo y solo quiere ver a su simbionte de cómics favorito luchando contra su otro simbionte de cómics favorito, Matanza. Pero lo cierto es que la película de Ruben Fleischer daba bandazos en un mejunje de tonos que acercaba demasiado a algunos descalabros de DC.
Una secuela más centrada (en lo infantil)
Y sí, puede decirse que esta parece que tiene más claro lo que quiere ser que la anterior. En una investigación de campo, Serkis dio con la clave de lo que había gustado al público de ‘Venom’ y se propuso multiplicarlo a lo loco. Dado que la película nunca iba a volver al origen más siniestro y violento del cómic, y que en Sony nunca iban a dar luz verde a una versión calificada R, la única solución era explotar la propuesta de comedia que surgía en la relación entre Eddie Brock y el alien.
Pero claro, si eliges ser una película con humor puede haber problemas. Hoy en día parece que cuando una película es "autoconsciente" se le pueden perdonar todos sus pecados porque “sabe a lo que juega”, pero en el caso de ‘Venom 2’ la cosa se complica con un guion cochambroso, plagado de chascarrillos rancios sobre matrimonios dignos de una comedia de la serie ‘Padre no hay más que uno’, o peor, una colección de chistes recopilados en una fiesta de soltero de señores talluditos.
Escrito por Kelly Marcel, a partir de una historia coescrita con Tom Hardy, el guion busca la comedia inherente en la relación Brock-Venom, pero la mayoría de intercambios acaban con trillados "No te necesito" y otros lugares comunes de pareja a los que tan solo le faltan más referencias homoheróticas de casette de Arévalo. El culmen del bochorno es la “salida del armario” del simbionte en una fiesta, en una de las secuencias más tristes de contemplar en el cine de superhéroes reciente.
No mejora la función la dudosa capacidad de Hardy para la comedia. Algo que no funcionaba en la anterior y aquí se ha tratado de implementar. Puede que lo más decepcionante es no ver a un asesino nato como Woody Harrelson brillar como Cletus Kasady, limitado a recitar refranes y citas literarias a voz en grito, abrazando un absurdo que podría llevar a la película a funcionar por el despropósito que se empieza a cocer. Más que de un dibujo del personaje parece una obsesión del libreto, puesto que Hardy luego también recita el Quijote en la asociación más gratuita y despistada de la simbiosis con el alienígena.
Vuelta a 'El motorista fantasma' (pero sin Nicolas Cage)
No vamos a pedir que ahora Venom’ se convierta en una película de terror, pese a que una franquicia sobre alienígenas viscosos que infectan como en ‘La invasión de los Ultracuerpos’ y comen cabezas para buscar cerebros, con una relación parasítica inspirada en ‘Jeckyll & Hyde’, o ‘Brain Damage’ algo podría tener, pero un repaso a su libreto por alguien con un mínimo de ingenio para las bromas haría más llevadero ver a las pobres Michelle Williams y Naomie Harris en los dos papeles más “toma el dinero y corre” que veremos este año.
Pero los momentos forzados y la acumulación de one liners indecentes no evita que haya detalles salvables como una secuencia animada o alguna pelea funcional con efectos CGI intermitentemente decentes –o al menos más que en la anterior– o rutinarios. Sin embargo, una buena colección de interpretaciones histriónicas, o una música que alterna el rock al estilo de los primeros 2000 con partituras anacrónicas, acaba dando al conjunto la idea de regreso inesperado del cine de superhéroes de la era ‘Batman y Robin’ (1995).
En ocasiones, cuando los dos monstruos se gritan, parece que en cualquier momento fuera a aparecer en pantalla el Violator de ‘Spawn’ (1997) y la involución se corona con algunos momentos góticos que recuerdan al ‘Daredevil’ (2003) de Mark Steven Johnson. ‘Venom: habrá matanza’ gustará a los que vayan convencidos previamente o en busca de la famosa escena post-créditos que parece el gran reclamo del film, pero la realidad es que no solo está mucho peor dirigida que la primera sino que parece mostrar los síntomas de la explotación de un género de superhéroes al que se le acaban las ideas prematuramente.
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