Oscar al mejor filme extranjero, desnudando a la industria del cine español

Oscar al mejor filme extranjero, desnudando a la industria del cine español
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Me gustaría darle las gracias a Dios por este Oscar, pero sólo creo en Billy Wilder…así que, gracias, señor Wilder

-Fernando Trueba (1993)

Recuerdo cierta entrevista digital, de esas que los dos grandes periódicos (sólo grandes en cuestión de tirada…) de este país suelen ofrecer a sus lectores para que hablen con gente importante o famosa, en la que un individuo grosero y agresivo, le increpaba a Fernando Trueba que se las diese de indiferente en cuanto al Oscar cuando en realidad todos babeaban por él. Esas fueran sus palabras exactas. La respuesta de Trueba, un director que nunca me ha parecido un artista relevante pero que como persona humana me cae bastante bien, fue tajante y me agradó mucho.

La citada entrevista tuvo lugar varios años después de que se alzara con el calvo dorado y pronunciase las palabras que he reproducido arriba del todo. En aquella lejana ceremonia de los Oscar del año 1993 iba acompañado, en el momento de recoger el premio, por el productor Andrés Vicente Gómez. La ví en directo, con catorce años, y por aquella época aún no pensaba, como pienso ahora, que ese premio en concreto (y por extensión casi toda esta clase de premios) es un sinsentido que resulta casi mejor no ganar, y que frágiles industrias como la española se hacen un flaco favor a sí mismas estando tan pendientes de él. Por cierto, Trueba nunca volvió a ser el director interesante que era después de ese premio.

Si lo pensamos bien, el peor premio de todos, y por el peor me refiero al más politizado, al menos prestigioso en cuanto a credibilidad, y al menos interesante, es precisamente el que más gente sigue en todo el mundo. Y, en el fondo, es lógico. Siendo la industria cinematográfica más potente de occidente, tiene una serie de intereses comerciales que proteger, y que son su prioridad absoluta. Los premios que su academia entrega cada año no son más que otro instrumento comercial, orientado casi siempre a enaltecer y glorificar su propio tinglado.

Y dentro de estos premios, se encuentra la categoría de “mejor película extranjera”. No quiero pasarme de mal pensado, porque luego algunos me dicen que siempre estoy de no, pero que me argumenten los que no crean que es una especie de premio de consolación que no interesa a nadie, excepto a sus receptores, que ven aumentadas las posibilidades de que su proyecto alcance más salas y tengas más posiblidades comerciales.

Trueba, de San Sebastián a California

Una vez más, la academia española había elegido, como siempre, tres finalistas para luego quedarse con una. No entiendo muy bien, pues nadie jamás me lo ha explicado, por qué primero eligen tres y luego, pocos días más tarde, comunican la “ganadora”. Este es el primer detalle absurdo en todo este circo. El segundo es que, casi siempre, eligen una que no es ni mucho menos la mejor del año producida en este país, sino la que la academia considera que tiene más posibilidades de alzarse en febrero con el pequeñajo dorado.

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Este año, como ya sabemos, el honor ha vuelto a recaer en Fernando Trueba, que esperaba una calurosa acogida en el reciente Festival de San Sebastián que no sólo no ha tenido lugar, sino que ha sido reemplazada por una reacción gélida y hasta hiriente por parte de los medios de comunicación y del público. El buen hombre se lo tomó con resignación, pero se le ha visto animado tras conocer la noticia de la Academia. Incluso el presidente de la misma, el señor Alex de la Iglesia (sí, ese que dijo que el público siempre tiene que obtener lo que desea), le ha abrazado fervorosamente. Todos contentos, todos felices. Yupi.

Sinceramente, me da pena observar cómo esta gente, los supuestos lumbreras (algunos de ellos) de la industria cinematográfica española, monta semejantes cirios y se pone tan contenta para irse a California (siempre que sea finalista, que esa es otra, ni siquiera se sabe aún), mientras fracasan de manera estrepitosa en un festival de la categoría de San Sebastián. No creo que se pusieran tan contentos si les aclamaran en este u otros certámenes de esa índole, de eso estamos muchos seguros. Yo no he visto que, dentro de la industria, le den tanto bombo a una Concha de Oro española, o a un Oso de Oro (¿lo hemos ganado alguna vez?). Acaso una línea y media en el periódico a cuenta de un premio a la mejor dirección en Cannes para Almodóvar. Eso como mucho.

Pero lo que más prevalece en este engañabobos, es la sensación de que apenas hay nada que mandar a esta gente de Hollywood. Aunque, ¿no sería mejor que ellos eligieran primeramente las cinco que más les gustaran? Ah, no, que les interesa poquito y que prefieren que el trabajo lo hagamos nosotros. Ya. Allí se premian a sí mismos. Alguna película extranjera opta al premio a la mejor película, el más importante. Pero es porque quieren atraer o bien a sus actores, o bien a su director, o bien quieren copiar su estilo y hacerlo americano. Por qué hay tantos que lo consideran más importante que obtener un gran galardón en un certamen internacional, donde un jurado de artistas deciden sobre películas hasta entonces desconocidas, no lo puedo entender.

Dudo muchísimo que a Trueba le den su segundo Oscar, pero imaginemos por un momento que lo gana. Menuda algarabía. Ni punto de comparación con ganar la Concha de Oro. Total, se lo han llevado películas españolas que no lo merecían. Como dice cierto pianista, una razón más para emigrar de este país.

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