Clichés

Clichés
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Los críticos, aunque no suelan definirse así por modales o por asumida inutilidad, son también escritores. Y muy pocas veces, son grandes escritores. Del idioma español, solamente José Luis Guarner y Guillermo Cabrera Infante son, a ojos de cualquiera, unos grandes escritores.

Y la pregunta sería ¿qué hace un gran escritor? Bien, esquiva o trata de esquivar el lugar común. Está en guerra contra el cliché, razonó en un libro magnífico Martin Amis. No estaría mal recordar, de vez en cuando, la pereza de los críticos que asumen como propios y necesarios todos los clichés con gran conformidad. ¿No resulta exasperante leer crítica y es como si uno oyera llover en climas inhóspitos? ¿No cansa la estupidez cuando es también lexíca y sintáctica?

Una de las consecuencias nefastas de la crisis, o tal vez una circunstancia que le preceda, es como la precariedad toma el lenguaje no de un modo que exprese la lógica falta de recursos y oportunidades de una gran mayoría de la población sino en cuanto asume la pérdida imaginativa, cuando es el lenguaje nuestra herramienta, aún limitada, para explicar las cosas.

Así que estoy seguro de que cualquier lectora o lector habrá oído con frecuencia decir en diez de cada nueve tertulias aquello de "Con la que está cayendo". El lugar común sirve para anular cualquier atisbo de discusión inteligente alegando que cualquier cosa que no resuelva la crisis es irrelevante. Bien, pero ¿no sería bueno preguntarse si llueve a gusto de todos, para todos o llueven las mismas cosas? Son las palabras las que nos permiten decir que precisamente con la que está cayendo, tenemos que saber qué cae y qué no cae.

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En la crítica cinematográfica el cliché más odiosamente extendido es "en los tiempos que corren" o "superior a la media, a lo que estamos acostumbrados". El primero revela una alta ignorancia: estamos en una era de gran riqueza cinematográfica. Lo que sucede es que esa riqueza cinematográfica no pasa, y es una gran noticia para las personas verdaderamente curiosas y cosmopolitas, por el cine de Hollywood.

La segunda asume, también de manera legítima con el dichoso plural de cortesía, que "estamos acostumbrados". No, yo no. Yo no suelo ir al cine a ver bazofia, ni mucho menos ver todas las películas hechas en los grandes estudios, de hecho, raro es el día en que no tenga un gran clásico del Hollywood que importaba realmente, el de los treinta, cuarenta, cincuenta y setenta. Pero no importa ¿qué pasa con los aficionados a las cinematografías asiáticas, hispanas, francófonas o inglesas? ¿Quienes están acostumbrados? Los lugares comunes sirven para no pensar, y uno lo peor que puede hacer en la crítica es promover la banalidad.

Por supuesto, no he sido ajeno yo a todos estos defectos en momentos más pasados o más recientes. Pero el lugar común es también un hara-kiri de la crítica, y uno que se hace de la peor manera posible: argumentado que es el público el que necesita entender y siendo paternalistas con la inteligencia de los lectores.

Pero, y esto lo digo aquí y ahora, la gente es siempre tan inteligente o más que uno. Así que ya va siendo hora de justificar las barbaridades y las idioteces en nombre de los demás. Demasiado tiempo llevamos con ese discurso de ¿adivináis? clichés.

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