Clint Eastwood: 'Primavera en otoño'

Clint Eastwood: 'Primavera en otoño'
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Había olvidado lo que era hacer films de esta forma tan agradable. Volveré a trabajar con Clint siempre que me lo pida.

Esta es la frase que un contento William Holden soltó tras trabajar a las órdenes de Clint Eastwood en la que es la primera gran sorpresa en su carrera como director. El público ya estaba acostumbrado a una figura concreta dentro de las películas protagonizadas por Eastwood, quien los dejó a todos con la boca abierta en el momento de estrenar ‘Primavera en otoño’ (significativo título español de ‘Breezy’), una historia de amor en toda regla, y el primer film dirigido por el actor en el que él no aparecía interpretando a un personaje. Fue producida por la propia compañía del actor (la Malpaso) en asociación con la Universal, que se encargó de distribuirla, teniendo un coste ínfimo para la época (menos de un millón de dólares).

Vaya de antemano que el film fue un completo fracaso (probablemente el mayor en la carrera de Eastwood), y aún hoy permanece como una de sus películas menos conocidas. Resulta curioso, mirando los dos carteles, cómo se las ingeniaron para publicitar una película de Clint Eastwood sin él en pantalla. Durante muchos años, el actor declaró que ‘Primavera en otoño’ era su película favorita de las que había realizado, lo cual resulta lógico. Eastwood coge como estandarte de su cine el film en el que más arriesgó, y que injustamente fue ignorado.

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‘Primavera en otoño’ narra la sencilla historia de amor entre un hombre maduro, cincuentón (Frank Harmon), y una joven adolescente (Breezy) que se cruza en su vida. Dos personajes totalmente distintos, él seguro de sí mismo e individual, con la vida ya arreglada y asentado; ella, libre como el viento, experimentando y sobre todo aprovechando cuando la oportunidad de amar se presenta a su puerta. Además de eso, la diferencia de edad marca la principal traba. Las marcadas convenciones sociales, las ideas morales de los que rodean a Frank, serán un fuerte obstáculo ante el cual rendirse o resistir. Jo Heims fue la autora del guión, y ya había trabajado con Eastwood en ‘Escalofrío en la noche’, película con la que la presente tiene algún punto en común.

Eastwood contó con un actor de la talla de William Holden, uno de los más característicos del Hollywood clásico, cuyo contraste con la principiante Kay Lenz es excelente. Un actor de los viejos tiempos para dar vida a un tipo de hombre algo anticuado, demasiado encerrado en su mundo y sin ataduras emocionales de ningún tipo con nadie; y por el otro, un actriz desconocida que presta cuerpo y voz a una chiquilla con ganas de conocer el mundo, sin temor, siempre de frente y con el corazón abierto. Ambos personajes quedan perfectamente dibujados en las primeras escenas de la película. Eastwood, usando el típico montaje paralelo, nos da información de la rutina de cada uno de ellos. Frank se despide desde la ventana de su casa de una mujer con la que ha pasado la noche, mientras arruga el papel donde ha apuntado su número de teléfono. Con ese sencillo detalle sabemos que es un hombre solitario, independiente y no quiere compromisos. Algo parecido sucede con Breezy, pero el enfoque es distinto; ella se despierta en el cochambroso cuarto de un joven con el que ha dormido, se viste y simplemente se va, feliz y contenta, mientras se despide de su fugaz compañero. Frank quiere deshacerse de una mujer y Breezy se despide de su amante sin ningún tipo de tensión.

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Ambos comportamientos marcarán su relación desde el mismo momento en que sus vidas se cruzan. Frank es demasiado serio, y Breezy todo lo contrario. Él teme por el qué dirán y ella se lanza a quererle sin pensar en las consecuencias. Eastwood acierta de lleno al filmar esta historia de amor (que en cierto modo es un precedente de ‘Los puentes de Madison’, como ‘Infierno de cobardes’ de ‘El jinete pálido’) de la forma más sencilla posible, sin establecer ningún juicio moral sobre los actos de los dos atemporales enamorados. ‘Primavera en otoño’ es una película hija de su tiempo, muy setentera y con algunos tics propios de la época, pareciéndose en el tono a films como ‘Love Story’, o incluso ‘Verano del 42’, con la que guarda el paralelismo de tener al mismo compositor, Michel Legrand, que compone un score muy nostálgico (algunos dirán ñoño) con canción incluida, y que cobra vital importancia en la película. El tiempo se escapa para Frank, y su última oportunidad de ser feliz (o tal vez la primera) se presenta a modo de muchacha moderna, que nada sabe de épocas pasadas, pero que no le tiene miedo al amor. Ese contraste de modos de entender la vida, de personajes pertenecientes a dos mundos distintos, lo recalca Eastwood utilizando en el momento preciso el score de Legrand.

Pero ‘Primavera en otoño’ se distingue de los films mencionados por el pulso firme de un Eastwood, que rehuye de toda grandilocuencia y divismo en su puesta en escena, en la que intenta controlarse con el uso del teleobjetivo, muy de moda en aquellos años. Eso sí, el actor/director se permite el lujo de autohomenajearse en dos ocasiones. Cuando la pareja acude a un cine, la película que proyectan es ‘Infierno de cobardes’, el anterior trabajo de Eastwood (algo parecido sucedía en ‘Harry el sucio’, en la que se puede ver la marquesina de un cine donde se proyecta ‘Escalofrío en la noche’), y en cierto momento que caminan por un paseo marítimo, un hombre apoyado en la barandilla es el propio director de la película, quien agacha un poco la cabeza, quizá con la intención de que no se le reconozca. Meras anécdotas, algo que no volvió a repetirse en la carrera de Eastwood.

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‘Primavera en otoño’ ha envejecido muy dignamente, y es que a diferencia de otras películas de aquel entonces, el tema está tratado con una sensibilidad especial que aún hoy resulta atractiva. ‘Breezy’ nos habla de vivir cada momento con total intensidad, de no perder la ilusión y de enfrentarse a lo que venga con la mayor ilusión sin importar los prejuicios morales y sociales (dichos impedimentos no escapan a los propios protagonistas, cuyo primer contacto sexual se produce en casi total oscuridad). El amor es algo caprichoso que no conoce de formulismos ni juicios, se presenta y hay que cogerlo. Esto queda perfectamente reflejado en un instante inteligentemente narrado por Eastwood. Hacia el final, cuando Frank ya ha intentado echar de su vida a Breezy por culpa de los mencionados prejuicios sociales, recibe una llamada en medio de la noche en la que le notifican que alguien ha tenido un accidente, rápidamente se viste y acude al hospital. Eastwood coloca la cámara detrás de William Holden, ocultándonos la identidad de la persona accidentada (el espectador piensa que es Breezy), hasta que vemos que se trata de una antigua amante de Frank recién casada, quien le confiesa no arrepentirse del poco tiempo que pasó con su marido. Esto hace mella en Frank, quien recapacita y busca a Breezy. El film termina con un falso final feliz, pues mientras la cámara se aleja de los personajes que caminan hacia donde su amor les lleve, Frank sentencia que no durarán más de un año, y Breezy, siempre optimista, le dice que un año es toda una vida. Da igual el tiempo que dure el amor, la intensidad con la que se ha vivido es lo que cuenta.

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La película fue un estruendoso fracaso, y Eastwood tuvo que volver a ponerse en la piel de su personaje más famoso para lograr un éxito taquillero. Harry Callahan volvía a utilizar su Magnum, y el actor recuperaba el apoyo del público. En el próximo post hablaremos de la segunda aventura cinematográfica de Harry el sucio; de momento os dejamos los títulos de crédito de ‘Primavera en otoño’, en los que suena la canción de esta maravillosa película.

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