'Otra ronda': una hermosa elegía etílica sin moralismos en la que Mads Mikkelsen nos regala una escena automáticamente icónica

'Otra ronda': una hermosa elegía etílica sin moralismos en la que Mads Mikkelsen nos regala una escena automáticamente icónica

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'Otra ronda': una hermosa elegía etílica sin moralismos en la que Mads Mikkelsen nos regala una escena automáticamente icónica

"¡Por el alcohol! Causa y a la vez solución de todos los problemas de la vida." brindaba el patriarca de los Simpson en el episodio 'Homer contra la decimoctava enmienda' de la serie de Matt Groening, y posiblemente ya hayan leído esta frase asociada a 'Otra Ronda' (Druk, 2020) en algún texto sobre la comedia que reúne a Mads Mikkelsen y Thomas Vinterberg, pero lo cierto es que no hay una filosofía que resuma mejor la idea del film en pocas palabras, es un brindis con y para el alcohol, para lo bueno y para lo malo.

'Otra ronda' parte de una premisa a priori muy propia de comedia europea de esas que llenan las carteleras de cines en versión original: cuatro profesores que deciden iniciar un peculiar experimento sociológico basado en la teoría del psiquiatra y escritor noruego Finn Skårderud, que dice que los humanos nacemos con un déficit de 0,05% de alcohol en la sangre, y es cuando compensamos esa diferencia cuando nos convertimos en la mejor versión de nosotros mismos. Así que deciden mantener esa tasa de alcohol al mismo nivel durante el día para intentar demostrar que así pueden mejorar en todos los aspectos de sus vidas.

El director de 'La caza' (Jagten, 2012) podría haber convertido su film en un estudio real al estilo 'Super size Me' (2006), lo que podría haber casado con su etapa más Dogma, sin embargo, encajona su estudio sobre la bebida en un marco aparente de cine para señores cuarentones, en el que las críticas más torpes quieren ver una réplica de la clásica encrucijada generacional de hombres blancos heterosexuales cansados de la vida con ganas de echar una canita al aire.

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Un experimento embriagador

Y en efecto, el hecho de que Mikkelsen esté acompañado de Thomas Bo Larsen, Magnus Millang y Lars Ranthe, hace pensar que estamos ante una versión de arte y ensayo de la "comedia cuñada" española al estilo 'Es por tu bien' (2016), porque en efecto el relato gira sobre estos hombres en diferentes crisis profesionales y familiares en donde el papel de la mujer no tiene un espacio natural en la historia, más allá de ser el contacto o ausencia que crea la demanda de cambio en sus vidas.

Sin embargo, hay un uso de estos personajes para concretar el discurso que alejan 'Otra ronda' de esa típica obra de bromas para divorciados. Su escena inicial muestra a un grupo de jóvenes bebiendo mientras hacen pruebas, pimplando, vomitando y creando una imagen dudosa sobre lo que nos quiere transmitir el film respecto a la bebida, ¿Nos está presentado un problema nacional de Dinamarca que llega hasta el consumo preocupante en edades tempranas, o nos muestra una efímera visión melancólica del júbilo perdido y del mejor momento de nuestras vidas, porque podemos hacer locuras?

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Vittenberg alterna las parrandas y el día a día de los protagonistas con divertidos clips reales de políticos y personalidades que construyen todo un tratado de uso filosófico sobre el alcohol. Muestra los efectos con naturalidad y de forma orgánica, no juzga, pero tampoco evita mostrar el lado más oscuro (y hasta trágico) del consumo. 'Otra ronda' no es una película moralista, pero sí deja claro que el alcohol tan solo amplifica los anhelos, tristezas o angustias que ya existen en nuestro interior, por ello cada personaje representa cierto momento vital, y en cada uno de ellos tiene un efecto diferente.

Un manifiesto fúnebre lleno de vitalismo y vacío de sermones

Lo que hace al film único es su vertiente de elegía cinematográfica. Cuando llevaba 4 días rodando, Ida, la hija del director, moría en un accidente de tráfico con 19 años. Iba a participar en el film como la hija de Mikkelsen, tan solo ha quedado una dedicatoria y el aura de celebración agridulce que puede tocarse desde el primer minuto. Hay algo especial en el uso de la música desde la escena de la cena, que una sensación difícil de definir que convierte el largometraje en un manifiesto lleno de sentimiento y tristeza que busca ser asimilada, para aprender a bailar junto a ella.

Hasta la asombrosa secuencia de baile de Mikkelsen parece un exorcismo por y para Ida, un momento que rivalizará al videoclip 'Weapon of Choice' (2001) con Christopher Walken como uno de los momentos de catarsis más indescriptibles que ha acometido un actor danzando. Perteneciente a esa estirpe de trances espontáneos que no pueden escribirse en un guion y que se convierten sin pretenderlo en momentos para el recuerdo, asociado ya para siempre a la canción 'What A Life' de Scarlet Pleasure.

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‘Otra ronda’ es la madurez agridulce del Vinterberg más punk, una última fiesta con sabor a antídoto contra crisis de la mediana edad, un manifiesto ebrio de existencialismo vitalista que no juzga sino que celebra la amistad y el dolor. Una borrachera telúrica de melancolía y humor oscuro como bálsamo para la tragedia, alcohol en las heridas, una despedida jovial con sabor a vino amargo y la calidez de un abrazo con risas en la reunión con viejos amigos en un funeral.

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