'Showgirls', Nomi al desnudo

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“Es alucinante lo que el maquillaje y la cirujía pueden conseguir…”

- Cristal Connors (Gina Gershon)

He de confesar que Paul Verhoeven es uno de los directores europeos (o al menos, de procedencia europea) que más admiro en la actualidad, y que mas he admirado durante bastante tiempo, lo que no es impedimento para valorar sus películas con la máxima honradez posible. En otras palabras, si se equivoca, o dirige una porquería, no tengo ningún problema en aceptarlo y decirlo. No creo profesar ese tipo de fanatismo hacia ningún director, de esos que impiden encontrar fallos en su filmografía, y por supuesto no lo profeso hacia Verhoeven, por mucho que creo que es uno de los cineastas más valientes y transgresores de los últimos cuarenta años. Tal como suena. Pero lo transgresor y lo valiente no es incompatible con la grosería, horterada, la chiquillada. Hablando en plata: no es incompatible con la estupidez, y pocas películas (y probablemente muy pocas norteamericanas) se han hecho más estúpidas que ‘Showgirls’ (id, 1995).

Era de justicia escribir sobre ella después de haber escrito aquí sobre varias películas del cineasta holandés en Hollywood, un par de ellas realmente magistrales. Y no es cuestión de buscar, como algunos lectores a lo mejor piensan, un consenso ni una polémica. Quizá porque la polémica sería considerar a esta estupidez de película una gran película. Si lo pensara, lo diría. Si algo me he ganado, creo yo, es la fama de decir lo que pienso, aún a costa de que me crucifiquen. Pero estoy muy seguro que nadie en su sano juicio puede considerar una gran película a esta historia de una aspirante a bailarina que se mete a stripper porque no encuentra nada mejor que hacer, lo que deriva en una serie de peripecias a cual más absurda y disparatada, con la única intención de, en teoría, divertirnos y ponernos calientes, cuando en realidad lo único que consigue es aburrirnos a lo bestia y preguntarnos si realmente la vida es tan boba como nos la pintan en esta película.

Algunos años después de que ‘Showgirls’ fuera despedazada por la crítica y supusiera el más importante batacazo de su carrera (batacazo del que nunca se recuperará en Estados Unidos), Verhoeven declararía lo siguiente: “Era una película de strippers y Las Vegas, ¿qué esperaban que hiciera?”. Nada que objetar a la argumentación del cineasta, salvo que un tipo de su talento podría haber hecho mucho, mucho más, con una película de strippers en Las Vegas. No, por supuesto, con ese guión lamentable, firmado, por sorprendente que parezca, por el mismo hombre que había firmado esa joya de ‘Instinto Básico’ (‘Basic Instinct’, 1992), Joe Eszterhas, uno de los guionistas que más y mejor se han vendido en Hollywood, haciéndose millonario con un solo libreto magistral y con media docena de libretos que podrían haber escrito estudiantes de primer año de guión de la ECAM...en diciembre. La primera equivocación de Verhoeven fue pensar que con ese guión podría filmar un relato medianamente digno. Qué extraño es el cine, semejante error entre ‘Instinto básico’ y ‘Starship Troopers’ (id, 1997). Supongo que hasta los grandes pierden el norte de vez en cuando.

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Para terminar de rematar el asunto, a poco que uno preste atención se encuentra ante un remedo de la estupenda película de Joseph Leo Mankiewicz ‘Eva al desnudo’ (‘All About Eve’, 1950) en la que una aspirante termina robándole el cetro a su supuesta ídolo teatral, primero logrando trabajar como su asistente, luego haciéndose amiga suya y finalmente sustituyéndola. Algo, o bastante de eso hay aquí, pero muy mal desarrollado, ya que Verhoeven tiene los redaños de insinuar una atracción sexual entre ambas bailarinas, la estrella y la aspirante, pero sólo de manera tangencial y culminada con un beso más casto imposible. Además, la rivalidad entre ambas está basada en diálogos y situaciones absolutamente ridículos, en una boba y muy mal escrita competencia por el personaje de un Kyle MacLachlan, que está verdaderamente horrible (y que nadie se explica cómo puede ser el objeto de deseo de estas dos mujeres), mientras el director trata de construir un relato supuestamente erótico.

Elizabeth Berkley, que había conocido cierta fama por la sere de televisión ‘Salvados por la campana’ (‘Saved by the Bell’, 1989-93), es una actriz de talento muy limitado, y de sensualidad aparente pero tosca. Es muy posible que Verhoeven la eligiera por esa tosquedad que desprende, pero es que en ningún momento su aventura deja de importarnos un bledo, más aún porque sus decisiones y sus actitudes son propias, a veces, de una retrasada mental. No tengo ninguna duda de que el propósito de Verhoeven era reirse de todo y de todos, más aún de sí mismo y de su película, lo que me parece muy loable. Pero lo ha hecho en otras ocasiones con mucha mayor inspiración, de una forma mucho más divertida y con guiones mejores. Por ejemplo, con ‘Starship Troopers’, que es una bufonada maravillosa, con un personaje central, Johnny Rico, que rozaba la imbelicidad supina, pero cuya aventura, curiosamente, lograba importarnos e involucrarnos. Y, sobre todo, era una película divertida e ingeniosa.

Lo más destacable de la película (y malo si esto ha de ser lo más destacable de una película), es la excelente fotografía de Jost Vacano, un habitual en la filmografía del director holandés, del que es buen amigo, y que consigue transmitir con gran fuerza e ironía la luz y el ambiente horteras de Las Vegas. La puesta en escena de Verhoeven es tan enérgica y fluida como siempre, pero está al servicio de la nada absoluta. No existe ni siquiera una secuencia reseñable, ni por planificación, ni por interpretación, ni por ideas de guión, ni por simple gamberrada. La circularidad del relato, con Nomi marchándose de la ciudad y encontrándose con el mismo conductor que la trajo hasta ahí y que la robó, es la puntilla final a una historia bochornosa.

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Conclusión

El fracaso de la película fue más de índole crítico que taquillero, aunque también. Clasificada para adultos (NC-17 en Estados Unidos), era casi imposible un éxito masivo. Lo peor fueron las trece candidaturas y los siete premios Razzie, un record hasta entonces, y los varapalos de la crítica. De hecho, es la película con esa clasificación más taquillera de la historia de Estados Unidos, llegando a recaudar la mitad de su presupuesto en cines, y más de cien milones en el mercado de VHS y DVD. Es decir, el suicidio de Verhoeven, autoimpuesto, fue solamente el de su prestigio. Tanto es así que sólo filmó dos películas más en Hollywood, con resultados desiguales.

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