'Modern Family', mezclando negocios con placer

'Modern Family', mezclando negocios con placer
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Entre tanta marabunta de buenas comedias en peligro de extinción, se nos suele olvidar la existencia de la auténtica jefa en eso de hacer reír: 'Modern Family'. Su regularidad semana a semana, sus impresionantes audiencias y el hecho de que tenga un futuro larguísimo por delante hace que, con frecuencia, se nos olvide reivindicarla todo lo que deberíamos. Es más útil disfrutar al segundo un capítulo de 'Parks and Recreation' o esperar con ansia el regreso de 'Community', dos comedias que no sabemos cuándo acabarán, que saborear una comedia como 'Modern Family' que siempre va a estar ahí.

Una temporada más, y van cuatro, la serie de Christopher Lloyd y Steve Levitan sigue al más alto nivel casi sin despeinarse, ofreciendo una comedia fluida, amplia, para toda la familia, basada en unos personajes que no podrían estar mejor definidos. Llevan tres años arrasando en los premios, en todas las categorías, y es fácil saber la causa mientras vemos los veinte minutos que dura un capítulo. Para esta temporada las cosas han seguido avanzando, y mientras esperamos al nuevo miembro de la familia Pritchett, la vida de todo el mundo debe continuar.

El cambio más notable en la familia ha sido la marcha, y posterior regreso, de Haley a la universidad; en una serie en la que los personajes adolescentes no son fácilmente "hostiables", quizá Haley es, junto a Luke, la mayor joya juvenil (aunque la chica tiene ya sus buenos 22 años). El capítulo de la detención en la universidad fue uno de los mejores de la temporada, se marcaron un cold opening de quitarse el sombrero, y todos estuvieron especialmente sembrados en ese momento.

El otro cambio ineludible es el embarazo de Gloria, que ha convertido al personaje en alguien incluso más especial, si cabe. Primero, por su negación a vestir ropa premamá, y después por sus raras costumbres a la hora de comunicarse con el bebé. Su relación con Jay, y las largas que éste intenta darle a todas sus excentricidades siempre fueron una de las grandes bazas de la serie, y el último episodio con el micrófono conectado a su impresionante panza fue para enmarcar. Eso y su versión del himno nacional, claro está.

Uno de los clásicos de la serie es el episodio de Halloween (el otro es el del Día de San Valentín, a ver qué tienen preparado para este año) y Phil volvió a cumplir como niño encerrado en el cuerpo de un adulto; tremendo susto le dieron al pobre. De Phil fue también otra de las grandes referencias de lo que llevamos de temporada, con su accidente de moto grabándose a lo '127 horas'. Éstas y mil anécdotas más hemos tenido en sólo diez episodios, y eso que aún no hemos llegado ni a la mitad de la temporada. Sólo ellos saben lo que nos espera ahora que los hermanos y sus respectivos se se han unido en un negocio.

Lo dicho, que van de cabeza a por otro Emmy.

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