'Altered Carbon' nos lleva a finales del siglo XXIV. La Tierra no es más que uno de muchos planetas en los que la humanidad hoya el cosmos. En este futuro distópico, la muerte ha dejado de ser un problema, al menos como la concebimos hoy en día: la tecnología y el descubrimiento de un material revolucionario en uno de los confines del universo ha hecho posible que nuestra conciencia, todo lo que nos hace ser humanos, pueda ser almacenada en una suerte de disco cortical que se nos implanta al nacer en la base del cráneo.
Como siempre ha pasado, y siempre seguirá pasando, el acceso a dicha tecnología, posible para todos, ha generado divisiones, no ya religiosas —los católicos más radicales se niegan a ser "resucitados" para poder acceder al cielo—, sino entre aquellos de una reducida élite —los Meths, en referencia a Matusalén—, que pueden permitirse cambiar de cuerpo a placer, y el resto de la población, que debe esperar a que su tiempo expire para poder vivir una nueva existencia.