'Orgullo y Prejuicio', gran estilo sin emoción

'Orgullo y Prejuicio', gran estilo sin emoción
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Las películas de época basadas en novelas inmortales de la Literatura suelen ser del agrado del gran público, y rara es la vez que este tipo de películas no se encuentran entre las finalistas a los Oscars del año que sea. Si esa novela habla del amor, lo celos, el odio, y su autor tiene apellidos como Shakespeare, Austen, Zweig, o muchos otros, podemos casi decir que el éxito está prácticamente asegurado. Lo malo del asunto es que muchos compararán la película con la obra literaria, algo que me parece un enorme error, ya que son dos artes completamente distintas, con técnicas narrativas distintas. Además, cuando uno va al cine, no tiene por qué conocer la novela que la precede, sea cual sea, entre otras cosas, y aquí se podría hacer un juego de palabras, porque nos llenaría de prejuicios a la hora de valorar la película.

Nos encontramos en Inglaterra a finales del siglo XVIII. Cinco hermanas de clase media, son educadas por su madre con un único própósito: encontrar un marido, y a ser posible, rico. Las cinco hermanas tienen cada una una idea distinta del amor, y alguna es más resignada que otra a la hora de encontrar marido. Pretendientes no faltarán, incluso a alguno de ellos le da igual la hermana que sea. Elizabeth, la más rebelde de todas, y por eso la más atractiva para los hombres, verá cómo su mundo se desmorona cuando entre en escena un tipo llamado Darcy, del cual es muy difícdil saber lo que siente.

Asi pues, tenemos la típica historia de guerra de sexos, ambientada en un film de época. Una época en la que el poder de las palabras tenían mucha más importancia que ahora. Una época llena de un gran romanticismo, cuando esta "palabra" tenía algún significado. Cuando las sutilezas y los subterfugios tenían un papel importante. Elementos todos ellos para vestir esta historia, y que sea enormemente atractiva para el público actual, la mayor parte del cual se ha olvidado de las sutilezas, de los buenos modos, y el poder de la palabra ha pasado a ser "dar el coñazo" durante toda una noche para al final no sembrar nada. Evidentemente, los tiempos han cambiado, las personas actúan de otra forma. Pero todos siguen yendo al Cine a ver este tipo de historias. Quizá algo en su interior les inquieta, o quizá no. En esta película destaca poderosamente una cosa: la dirección del debutante Joe Wright, quien se lo ha pasado como un enano, adornando el film de majestuosos movimientos de cámara, llenos de fuerza, y enormemente descriptivos. Hay secuencias que parecen dignas de un Kenneth Branagh (director al que Wright alude una y otra vez), o un Martin Scorsese, por citar sólo dos ejemplos de directores que saben realizar planos secuencia que no resultan gratuitos, cosa que suele ser un problema a la hora de la técnica en un film, ya que muchas veces este tipo de cabriolas se realizan simplemente para decir: "mira qué bien sé mover la cámara". Wright aquí corre este peligro hasta cierto límite, ya que su preocupación en la factura de la película, le hace descuidar algún otro elemento, como por ejemplo, la dirección de actores, los cuales parecen haber sido dejado libres para actuar por ellos mismos.

Actores que por otro lado, no se les puede meter a todos en el mismo saco, ya que no todos ofrecen buenas interpretaciones. Keira Knightley hace el que probablemente sea el mejor papel de su carrera, pero una nominación al Oscar me parece de lo más exagerada, ya que en ningún momento se ven representadas las dudas internas del personaje. En una palabra, no transmite. Lo mismo le pasa a Mathew MacFadyen, el cual es la frialdad en persona, y que me recordó mucho a Colin Firth (cuando ví la película desconocía el dato de que Firth había protagonizado una adaptación televisiva, considerada como la mejor de todas). Pero al margen de eso, el verdadero problema reside en que su relación no es emocionante, no tiene fuerza, le falta pasión. Con lo cual no resulta demasiado creíble.

Curiosamente sí resultan creíbles las relaciones de todos los demás personajes, tanto los de las hermanas de la protagonista como algunos secundarios que pululan por ahí. Hablando de secundarios merecen especial mención Judi Dench, que sale en apenas tres escenas, y diciendo: "Así es cómo se interpreta". Y también Donald Sutherland, quien sí es capaz de transmitir todos sus pensamientos y sentimientos. Atención a una escena final, cuando habla con Knightley, sencillamente espléndida. Tanto Dench como Sutherland aportan veteranía al conjunto, el cual no hubiera sido el mismo sin ellos.

Brenda Blethyn y Jena Malone interpretan personajes insoportables, que caen muy, pero que muy mal. Aunque la primera es una demostración de cómo hacerlo bien, y la segunda de cómo hacerlo mal.

Por último resalta la banda sonora de Dario Marianelli, preciosa y elegante, sofisticada y descriptiva. Una delicia justamente nominada al Oscar, que aunque no lo gane servirá para dar a conocer a este compositor, y salirse un poco de lo de siempre a la hora de reconocer los trabajos de unos u otros artistas. Decir que en el film también se deja oir algún fragmento de alguna obra de Henry Purcell.

Una película correcta, que hará las delicias de aquellos que miran el amor con los ojos de antaño. Pero que sin embargo se queda a medio camino a la hora de definir ese complejo sentimiento, cosa que pretende con la relación de los dos protagonista principales, y cosa que no consigue. Ahora sí, sólo por las virguerías de Wright con la cámara, ya merece la pena.

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