'Bajo la misma estrella', pornografía emocional con buenas actuaciones

'Bajo la misma estrella', pornografía emocional con buenas actuaciones

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'Bajo la misma estrella', pornografía emocional con buenas actuaciones

Son varias las veces en las que he intentado pensar en cuántas películas con una narrativa convencional han obviado completamente el introducir una historia de amor dentro del relato que nos quieren contar. Es lógico teniendo en cuenta que estamos ante un sentimiento universal con el que todo el mundo puede identificarse de una forma u otra, pero si ya son muchos los que dicen que el cine ha abordado todas las historias que podía contarnos, eso alcanza niveles de verdad irrefutable en todo lo relacionado con el amor.

Al final, la clave está en conseguir emocionar al espectador, aunque a veces hay que pagar un precio demasiado alto para conseguirlo. He de confesar que no he leído la novela homónima en la que se basa 'Bajo la misma estrella' ('The Fault in our Stars', 2014), pero tenía esperanzas en que podría ser una obra que mereciera la pena porque Josh Boone, su director, estuvo a punto de colar su ópera prima entre las que considero que son las mejores películas de 2013. Por desgracia, eso no va a pasar con su segundo largometraje cuando toque hacer la selección de 2014.

Soy consciente de lo contundente que resulta utilizar el concepto pornografía emocional en el titular de esta crítica, pero incluso sus más fervientes defensores tendrán que admitir que 'Bajo la misma estrella' busca la lágrima de forma constante y descarada. La clave está en considerar si lo hacen de cara y sin manipulaciones emocionales puramente cinematográficas o no. Yo soy de la segunda opinión, pero he de admitir que la película se redime parcialmente gracias al buen trabajo de sus dos protagonistas.

'Bajo la misma estrella', manipulando con descaro las emociones del espectador

Parto de la base de que toda película ha de manipular las emociones del espectador de una forma u otra, por lo que suelo apostar por dejarme llevar y esperar que valga la pena. No obstante, hay casos en los que me cuesta aceptar las cosas tal y como me las dan, y el caso más claro es cuando no puedo dejar de pensar que la cinta está buscando de forma constante que lloremos, ya sea por una sobreacumulación de tragedias, momentos tirando hacia lo sentimentaloide o clímax emocionales cada dos por tres, aunque no vengan mucho a cuento. Todo eso sucede en 'Bajo la misma estrella'.

Por lo que sé, el trabajo de adaptación de Scott Neustadter y Michael H. Weber ha sido mínimo, ya que la productora no ha querido arriesgarse a desatar la ira de la novela de John Green y se ha apostado por una versión cinematográfica extremadamente fiel. Por desgracia, lo que a nosotros nos interesa es que eso equivale a intentar engañar al espectador vendiendo 'Bajo la misma estrella' como una película real que huye de los tópicos asociados a historias de este tipo, pero luego acabe convirtiéndose por completo en eso que dice odiar la protagonista.

Shailene Woodley en

Sospecho que Josh Boone tampoco ha tenido demasiadas libertades a la hora de enfocar la historia desde la puesta en escena, donde su principal intención es utilizar rasgos de cierto cine indie americano para crear un clima no ya mágico, pero sí con un tono trascendental bordeando lo irreal en el que no importa tanto la progresión dramática -hay tantas sobrecargas emocionales que eso resulta sencillamente imposible de conseguir- como recrear determinadas escenas de tal forma que sea complicado que muchos espectadores no lloren simplemente por lo que sucede en pantalla.

Eso sí, los dos protagonistas son los únicos personajes realmente perfilados, porque por lo demás se reducen a complementos desaprovechados -la madre de ella o el chico con cáncer en los ojos-, puro relleno- el padre de ella, los progenitores de él- o extrañas contradicciones -el personaje interpretado por Willem Dafoe-. Todo se sacrifica en aras de una intensidad emocional -no os dejéis engañar por las puntuales bromas sobre el cáncer presentes durante el primer tramo del relato- que podría haber destruido por completo la película de haber contado con un reparto diferente.

De hermanos mediocres a novios con gancho

Los protagonistas de

Estoy convencido de que prácticamente cualquiera de vosotros estará familiarizado con Shailene Woodley gracias a títulos como 'Los descendientes' ('The Descendants', Alexander Payne, 2011) o 'Divergente' ('Divergent', Neil Burger, 2014), pero es en 'Aquí y ahora' ('The Spectacular Now', James Ponsoldt, 2013) donde ofreció su actuación con mayores paralelismos a su Hazel de 'Bajo la misma estrella': Chica joven que descubre a su primer gran amor. En ambas ocasiones, Woodley borda personajes más complicados de lo que podría parecer a simple vista y hasta ayuda a que los problemas de sus guiones no se noten tanto.

Sin embargo, Woodley se reencuentra en 'Bajo la misma estrella' con Ansel Elgort, quien ya había dado vida con escaso acierto a su hermano en 'Divergente'. La cuestión es que, dentro de unos límites, sabía que ella se maneja muy bien en el rol de chica sufridora mucho más guapa de lo que ella misma reconoce, pero sin que esto suene trillado o poco creíble para el espectador. Era con Elgort con quien tenía muchas dudas, ya que esperaba una actuación mediocre que hundiese sin remisión la película. No ha sido el caso.

El carisma de Elgort es la primera sorpresa, pero también su capacidad para transmitir mucho en un personaje que sobre el papel estaba condenado a ser odiado por mi parte, pero su descaro nunca llega a resultar impostado y hasta consiguió que me olvidara por unos minutos de lo previsible que resulta la jugarreta ideada por Green. La otra sorpresa es que el resto el reparto también cumple con soltura, siendo una pena que Laura Dern y Nat Wolff, que volverá a colaborar con Boone en su adaptación de 'Apocalipsis' ('The Stand'), no tengan espacio para dar más matices a unos personajes en principio mucho más estimulantes que Hazel y Gus.

Escena de

En definitiva, 'Bajo la misma estrella' es una película molesta por su avidez en intentar conseguir las lágrimas del espectador, algo que no llegó a lograr ni una sola vez conmigo, ya que esta sobredosis de emociones no está desarrollada con la suficiente pericia y eso provocó que desconectase de los dramas personales de sus personajes. Eso sí, al menos las notables actuaciones de Shailene Woodley y Ansel Elgort consiguieron que no me impacientara en mi butaca deseando que sus excesivas dos horas de metraje llegasen a su fin. Algo es algo.

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