'Cazafantasmas: Imperio helado' es otra disfrutable secuela coral que mantiene el tipo con una falta de pretensiones tan simpática como frustrante

'Cazafantasmas: Imperio helado' es otra disfrutable secuela coral que mantiene el tipo con una falta de pretensiones tan simpática como frustrante

La continuación de 'Más allá' cuenta con el arma infalible de Bill Murray y Paul Rudd, pero deja con ganas de algo más

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Desde su estreno, la primera ‘Cazafantasmas’ ha echado raíces en la cultura popular hasta el punto en el que se ha creado cierta expectación por cada nueva entrega que resulta irreal. Remakes, secuelas y recuelas en la que todo el mundo espera ver la película que defina a su generación o al menos reencontrarse con la sensación que generó la primera película todo el mundo, algo tan divertido y sorprendente como esa experiencia irrepetible de 1984.

Sin embargo, el uso y abuso de la marca ha dejado claro que hace tiempo que no se debe esperar que aquello vuelva a repetirse porque ni ya el producto es propio de esta época. Ni siquiera ‘Cazafantasmas: más allá’ sirvió como una recuperación del espíritu original. Pero quizá no necesiten ser más que esos correctos, simpáticos y funcionales entretenimientos de viernes noche y no la experiencia cambiavidas que en algún momento alguien decidió que deberían ser. Por ello, ‘Cazafantasmas: Imperio Helado’ no es más que una digna secuela de ‘Más allá’.

Hay una serie de ventajas con respecto a la anterior, puesto que recogemos a los personajes que ya conocemos y nos han presentado ya en pleno funcionamiento en Nueva York en el local de los Cazafantasmas originales en la estación de bomberos, donde tienen toda su base de operaciones. Una entrada in media res, tras una introducción en el pasado bastante siniestra, que nos meten de lleno en sus misiones en activo en plena gran ciudad, dejándonos ver que toda la familia Spengler ya ha ya ha vivido unas cuantas aventuras juntos, como los originales.

Un guion clásico, predecible, pero sin mella

La reubicación en Manhattan deja unas cuantas escenas de inicio bastante interesantes, sin embargo, ese esfuerzo inicial de saltar pasos vuelve a convertirse en una nueva introducción a una situación diferente en la que tenemos un posible nuevo villano, una preparación y desarrollo que se toma su tiempo en explicar una nueva mitología, una serie de elementos que se han construido cuidadosamente.

Hay un orbe que podría formar parte del universo ‘Hellraiser’, hay una leyenda animada sobre una vieja escultura en altorelieve deliciosa, un uso de los fantasmas para avanzar en la trama muy divertido —homenaje a Christine incluido— y bastantes añadidos a la mitología de los Cazafantasmas en nuevas instalaciones con sorpresas que podrían haber sido una buena reinvención real de la franquicia. El exceso de personajes no molesta porque crea una dinámica coral festiva pero sí que hace que desarrollo se atasque puesto que va preparando para para algo más grande que cuando realmente empieza a suceder no va a por todas.

Murray

No hay un clímax a la altura de todo lo que hemos estado viendo y la promesa se queda en una pequeña batallita, un aperitivo que no se corresponde a la construcción minuciosa que hemos visto, por lo que el conjunto funciona como una anécdota más de los Cazafantasmas, que se resuelve, es entretenida, pero no arriesga. Una vez se absorbe esa decepción inicial quedan dos horas que pasan volando, muy bien equilibrada en cuanto a bromas, criaturas y nostalgia, quizá algo carente de acción.

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Hay nuevos artilugios retro, más espectros, baños de ectoplasma y algunas notas de humor negro interesantes. Para los adictos o los que odian la nostalgia, las recuperación de los miembros originales se resume en una especie de cameos extendidos; el que quiera ver a Bill Murray como Venkman tendrá un par de gags a la altura, pero no esperen que tome un papel relevante, aunque ver a Dan Aykroyd, el creador de todo el embrollo, volviendo a recitar sus explicaciones en la tercera edad es entrañable, en un retrato de los investigadores de lo paranormal adecuándose a la era social media no muy distinto que el que nos ofreció Berto Romero en ‘El otro lado’.

‘Cazafantasmas: imperio helado’ funciona pues como un entretenimiento familiar con notas de tabasco y pimienta, personajes que funcionan muy bien (Podcast vuelve a hacer su humor de lógica infantil, en el buen sentido) dentro de la particular combinación de terror y corazón que tiene la marca de Gil Kenan en cada fotograma, para lo bueno —el atrevimiento dentro de un producto para todos los públicos de ‘Monster House’— y para lo malo —entender el cine de terror como un producto para todos los públicos de su descafeinada ‘Poltergeist’—, pero en el panorama estratificado por edades de hoy tiene cierto valor.

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Lo que no puede achacársele es que no tenga un guion bastante organizado para la cantidad de personajes que presenta, sin dejar nunca de atender a la protagonista de la anterior, una siempre carismática Mckenna Grace que desplaza aquí su papel de nieta freak de Spengler para entrar en plena ebullición de rebeldía adolescente y descubrimiento de su sexualidad, en un clásico amago de romance diverso dirigido a la generación Z que resulta lo más flojo del conjunto, no por lo diverso, sino por lo cursi y salido de culebroncito teen que podría ubicar esta secuela como un estreno directo a Netxflix.

Más de lo mismo, pero con ciertas ganas

Las apariciones de Slimer, la bibliotecaria, los marshmallows o los leones no aportan mucho pero tampoco afectan, pero en última instancia son un testamento del amor por el tono de la original y la propia inercia de la saga a mantener ciertos puntos de amarre que nunca se han ido, algo que se puede entender si has visto las maravillosas dos series de dibujos animados, que han influenciado tanto al remake como a estas dos secuelas y que suponen la plantilla clásica de caso de la semana para los cazafantasmas.

Cualquiera que acuda sin ánimo de ver algo llamado cambiar el cine 2024 encontrará en ‘Cazafantasmas imperio helado’ un nuevo capítulo de la serie correcto, simpático, disfrutable e inofensivo que, sin embargo queda un poco cojo a la hora de resolver las expectativas que ella misma crea, y es de las pocas películas que uno desea que duraran un cuarto de hora más, puesto que la construcción nos lleva hacia una aventura de terror final más larga que no acaba de llegar, sea por presupuesto o por cuestión de ritmo, a tenor de lo visto en el tráiler y parece haberse quedado en la sala de montaje.

Ghostbusters Frozen Empire ¿Pero dónde están esta escena y esos trajes rojos?

Pero en un mundo de blockbusters de tres horas tampoco viene mal un refresco de menos de dos horas para este verano adelantado a Semana Santa, donde hasta la gestión de residuos y el cambio climático también son un aspecto presente que en la original suponía un aparatoso impedimento al negocio, pese a que su villano vuelva a tener la misma cara de “tocapelotas sin pelotas” que ahora no tiene muy claro, eso sí, de dónde viene su manía por los emprendedores de Nueva York.

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