'Cuando el Destino nos Alcance', no hay futuro

'Cuando el Destino nos Alcance', no hay futuro
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Recientemente, como sabéis, falleció una de las estrellas más brillantes y populares de Hollywood, el actor Charlon Heston. Como imagino que muchos de vosotros, quise hacerle un pequeño homenaje revisando una de sus películas. Un actor al que hay que admirar por muchos de sus trabajos ('Ben-Hur' o 'Sed de Mal', imprescindibles) pero al que yo recordaré siempre por haber protagonizado esa obra maestra de la ciencia ficción titulada 'El Planeta de los Simios', una de mis películas favoritas, que más me impactaron de niño, y que aún hoy consigue inquietar y hacer reflexionar, por atacar a la raza más evolucionada del planeta. 'Cuando el Destino nos Alcance' sigue por esta senda, criticando al ser humano, al que quizá habría que ir llamado "ser inhumano".

La historia de 'Cuando el Destino nos Alcance' ('Soylent Green', 1973) nos sitúa en el año 2022, en una Nueva York superpoblada, miserable, y con un calor asfixiante, debido al efecto invernadero. Un policía recibe el encargo de resolver el crimen de uno de los directivos de la poderosa Soylent, la compañía que controla la distribución de alimento.

Cuando el destino nos alcance

La película es una adaptación de la novela 'Make Room! Make Room!' ('¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!'), de Harry Harrison, y está dirigida por el siempre reivindicable Richard Fleischer, en cuya carrera hay unos primeros títulos infumables, como 'Acusado a Traición', pero, sobre todo, obras magistrales como 'Impulso Criminal' o 'El Estrangulador de Boston'; dentro de la ciencia ficción, el director fue responsable de 'Viaje Alucinante' y '20.000 Leguas de Viaje Submarino', otros dos títulos memorables de este, en general, poco valorado género.

Si algo caracteriza a las buenas historias de ciencia ficción es que, a pesar del (lejano) momento en que fueron publicadas o estrenadas, y de los medios que contaron los que filmaron la película, el paso del tiempo las cuida, revitaliza, e incluso actualiza. Por esto, entre otras razones, maravillas como '2001' o 'Blade Runner' nunca pasarán de moda y siempre serán objeto de debates y reflexiones de todo tipo. Este tipo de historias hablan del ser humano y de los peligros que parece conllevar su evolución. Ya sea por el descontrol de su crecimiento, como en el film que nos ocupa, o por el uso que hace de la tecnología, el hombre parece que está ciego y destinado a acabar, de una forma u otra, rápida o lentamente, con su propia especie. El que la historia transcurra ahora o en el año 3025 es totalmente secundario.

'Cuando el Destino nos Alcance' comienza de forma gloriosa recordando, con un montaje de fotos fijas, el comienzo de la industrialización y su posterior desarrollo, hasta llegar al presente. El presente que es la base de un futuro de pesadilla. La película nos plantea una apasionante historia de ciencia ficción que resulta aterradora por lo cerca que parece estar de convertirse en real. Normalmente, este tipo de situaciones suelen situarse en fechas exageradamente tempranas, para resultar más atractivas, pero en esta ocasión parece que se equivocan por muy poco.

El versátil Fleischer nos sitúa en un mundo donde la superpoblación ha provocado un caos que intenta mantenerse bajo control. El control lo dirige la clase dominante, cuya diferencia (en riqueza) con el resto de la población es abismal. Por supuesto, hay escasez de alimento y agua; por cierto, el alimento parece todo menos comida, totalmente prefabricado, y en una de sus variantes, da título al film. El paro es la situación normal, y sólo los que tienen uno tienen privilegios tales como una sucia ratonera donde sudar y caer muerto. El sudor es otro elemento fundamental; el efecto invernadero provoca que un calor asfixiante domine este mundo del... ¿futuro?

La película está protagonizada por los dos actorazos que tenéis en la primera imagen de esta crítica, Charlton Heston y Edward G. Robinson (ésta fue su película número 101, como se refleja en un emotivo vídeo que incluye el DVD). Heston encarna a un hombre cuya personalidad encaja a la perfección con la imagen que tenemos del actor, casi la misma que nos muestra en la mencionada 'El Planeta de los Simios' (el final nos vuelve a recordar a este film). Por esto, es imposible imaginarse a otro actor que no sea Heston en este rol. Tenemos a un hombre que, ante todo, intenta sobrevivir en el mundo que le ha tocado, cínico, duro, práctico, hábil, inteligente y con su propio código de valores. Heston borda su actuación, siendo ésta, a mi entender, una de las películas por las que todos deberíamos recordarle.

Robinson, tan bajito físicamente como gigantesco actor ('Perversidad' o 'Cayo Largo', por ejemplo, me vienen ahora mismo a la mente), se encarga de uno de esos papeles por los que cualquier veterano (imagino) pagaría por interpretar. Un hombre sabio y tierno en cuyas manos estará, finalmente, la solución del terrible misterio que esconde el título de la película (en su versión original). Impresionante el momento que comparten, en salas separadas, Heston y Robinson, cerca ya del desenlace del film, en ese "centro sanitario" donde parece estar, por muy duro que sea, el verdadero sentido de la raza humana, en ese futuro. Señalar también la presencia de Joseph Cotten ('Ciudadano Kane'), que apenas tiene una pequeña intervención al principio de la película, siendo la muerte de su personaje el detonante de la trama principal, la investigación que lleva a cabo el policía que interpreta Heston.

'Cuando el Destino nos Alcance' no sólo es una muy buena película, inteligentísima a la hora de aprovechar sus recursos a pesar de contar una historia que se desarrolla en el futuro, también es un toque de atención al ser humano en general. Le avisa, como hiciera el extraterrestre que protagoniza la mítica 'Ultimátum a la Tierra', de que, tal y como están las cosas, mejor vivir el presente, como sea, porque esto se acaba, nos cargamos el lugar donde vivimos; nos estamos cargando el futuro. En definitiva, 'Cuando el Destino nos Alcance' es uno de esos títulos de ciencia ficción que resultan absolutamente imprescindibles, un clásico del género.

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