'La mejor oferta', ese oculto objeto del deseo

'La mejor oferta', ese oculto objeto del deseo
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Uno de los grandes males del cine europeo es la inexistencia de una industria global que le permitiese competir de tú a tú con el arrollador poder de Hollywood. Los éxitos tienen a ser en exceso localistas, aunque haya excepciones como ‘Intocable’ ('Intouchables', Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011), y no parece existir la necesidad de sacar adelante de forma continuada largometrajes con la capacidad de gustar a los espectadores casuales, esos que a la hora de la verdad son los que realmente determinan el triunfo de una película. Sí que el inglés se utiliza cada vez más, pero en esos casos la tendencia es intentar clonar a Hollywood sin los medios suficientes y con escasa fortuna.

Sin embargo, de cuando en cuando surge una obra que nada tiene que envidiar a sus equivalentes norteamericanos, siendo el thriller el género ideal para ello. Los grandes estipendios no son necesarios, su atractivo comercial es innegable y todo queda reducido a la habilidad de su director, la efectividad del guión y el talento de sus protagonistas, a mi entender los ejes básicos sobre los que debería girar toda obra cinematográfica. ‘La mejor oferta’ (‘La migliore offerta’, 2013) encaja a la perfección dentro de ese concepto y por ello a nadie debería sorprender que esta estimulante película de Giuseppe Tornatore pueda acabar convirtiéndose en el éxito sorpresa del verano en España-.

La sencilla elegancia de ‘La mejor oferta’

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Tornatore siempre ha sido un realizador que ha tendido a potenciar las raíces italianas de las historias que nos quería contar, pero no es alguien que se haya cerrado en banda en esta postura. ‘La mejor oferta’ es buena prueba de ello, ya que Tornatore apuesta por una ambientación más internacional al mismo tiempo que ésta no es más que una excusa para narrarnos la acción, lo cual no quiere decir que no haya espacio para potenciar la belleza de algunos lugares —ese local de Praga que visita el protagonista—.

No pocos han querido ver parecidos entre ‘La mejor oferta’ y la obra de Alfred Hitchcock, pero lo cierto es que, como mucho, podríamos hablar de un homenaje lateral, es decir, de la elegancia característica de Hitchcock para crear y desarrollar el suspense, pero sin dejar que eso dicte lo que va a ser la película. Eso sí, Tornatore prefiere centrar su atención en la inusual trama romántica que vertebra el relato, aunque sin por ello descuidar una brillante utilización de los movimientos de cámara, quizá un poco sobrecargados en situaciones puntuales, pero que en líneas generales ayudna a crear una insólita atmósfera que habilita los ocasiones saltos a otros géneros sin que eso perjudique la credibilidad del conjunto. Si acaso es a través del personaje interpretado con solvencia y cercanía por Jim Sturgess por donde surgen pequeñas contradicciones, pero nada especialmente grave o que no sea justificado a su debido momento.

También resulta fácil la tentación de emparentar a la cinta que nos ocupa con el maravilloso díptico realizado por Fritz Lang con ‘La mujer del cuadro’ (‘The Woman in the Window’, 1944) y ‘Perversidad’ (‘Scarlet Street’, 1945), en especial en algunos temas abordados, pero son coincidencias más generales que concretas. Tornatore parece buscar ante todo la creación de un thriller sofisticado sin caer en la tentación de que los personajes primen sobre la historia o que ciertas escenas se impongan sobre el conjunto. En ‘La mejor oferta’ se busca un conjunto compacto en el que todas las piezas del mecanismo encajen cuando nos despidamos para siempre de la película a través de un bello y efectivo travelling.

El talento del reparto

Geoffrey Rush

Sería una necedad entrar a discutir acerca del talento de Geoffrey Rush, ya que es un actor que ha demostrado en sobradas ocasiones su sobriedad y capacidad de amoldarse a personajes que van desde los excesos del Marqués de Sade hasta la calma personificada en ‘El discurso del rey’ ('The King's Speech', Tom Hooper, 2010). En ‘La mejor oferta’ tiende más hacia este segundo camino, pero cambiando la tímidez hiperactiva de ‘Shine’ (Scott Hicks, 1996), la cinta que le lanzó a la fama, por una conjunción de minuciosidad y una medida asocialidad que sirve al mismo tiempo para ganarse al espectador y para alejarlo levemente en el plano emocional.

Puntilloso hasta la médula —de ahí su obsesión con los guantes—, sorprende la neutralidad con la que es descrito —potenciada por el propio Rush a través de una brillante exposición de sus emociones con escasa utilización de los excesos gestuales—, ya que no duda en mostrarse antipático o incluso sacar beneficio propio de su trabajo y no hay ningún apunte redentor más allá de su pasión por el arte, la cual acabará dando paso a una extraña relación romántica con una mujer que lleva muchos años viviendo oculta tras una pared de su mansión. Será entonces cuando Rush se crezca aún más y se haga dueño absoluto del personaje, siendo capaz de transmitir más que la mayoría solamente con su mirada.

La grandeza de Rush, esperable y celebrable, suponía un riesgo de que canibalícese la labor de sus compañeros de reparto, pero Tornatore, también guionista de ‘La mejor oferta’, no estaba dispuesto a que eso pasara. En la entrevista realizada por mi compañero Pablo comentaba las dificultades para encontrar a una actriz idónea para un papel basado en el fuera de campo –me parece un error gravísimo desvelar su aspecto físico antes de ver la película-, pero la contratación de Sylvia Hoeks supone un acierto irrebatible. Su belleza es suficientemente singular —evitad a toda costa imágenes suyas antes de ver la película— para que la fascinación que Rush siente hacia ella no se hunda cuando al fin hace acto de presencia y sus habilidades dramáticas son, como mínimo, notables, primero teniendo que transmitir únicamente a través de su voz y luego de una forma más convencional, pero no por ello menos lograda.

Donald Sutherland

Ya he comentado que Jim Sturgess es protagonista de alguno de los aspectos menos inspirados de ‘La mejor oferta’, pero el fallo ahí viene del guión de Tornatore, muy inspirado en todo lo relacionado con el autómata que está ayudando a reconstruir a Rush —un detalle tan mágico y atractivo como irrelevante en el fondo—, pero no suficientemente natural en lo concerniente a su faceta de Cupido, la gran debilidad de la película. Por su parte, Donald Sutherland es un secundario de lujo, papel al que lleva años acostumbrado, pero que no siempre resuelve con la misma fortuna. Aquí cumple a la perfección con su cometido de único amigo con largo recorrido del protagonista.

Las sencillas —que no simples— aspiraciones de ‘La mejor oferta’ son una de sus grandes bazas, ya que no quiere convertirse en la película definitiva sobre el tema a tratar o deslumbrarnos a través de la brillantez de alguno de sus elementos. Lo que crea Tornatore es un thriller quizá mejorable, pero suficientemente apasionante como para que su visionado resulte una gratísima experiencia tanto para los cinéfilos más curtidos y al mismo tiempo cumple holgadamente como hábil entretenimiento para los espectadores más casuales.

Otra crítica en Blogdecine: 'La mejor oferta', la tentación oculta

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