Hoy os traigo una recomendación a todos aquellos que queráis huir del cine convencional o estéis hartos de la narrativa clásica. Amantes del cine anarquista, si es que tal cosa existe, de lo críptico, de lo sensorial, ‘Las margaritas’ (‘Sedmikrásky’) es vuestra película, y lo es desde 1966, en plena efervescencia de nuevas modas y formas en el séptimo arte, que empezaba a rebelarse contra todo y todos. Su directora, Vera Chytilová, falleció el pasado marzo, se hizo enormemente popular con esta película, una de las más recordadas de la muy interesante, y nada conocida por estos lares, cinematografía checoslovaca.
Una película que a muchos sorprenderá por su frescura aun habiendo pasado poco menos de 50 años desde su realización. En aquellos años, con la Nouvelle Vague en plena boga, para bien o para mal, el cine se sometía a la mayor transformación que ha sufrido desde su invención, y desde un país al que nunca se le había hecho caso en cuestiones cinematográficas. A partir de la recién formada cultura pop, Chytilová, tiende a la provocación, tan típica en aquellos años de libertad artística. El resultado puede maravillar y enojar al mismo tiempo. O todo lo contrario.
‘Las margaritas’ no posee una trama bien definida, o si queremos expresarlo de otro modo, no establece conexión con el típico planteamiento/nudo/desenlace que nuestro cerebro tiene ya asimilado hasta extremos impensables. Sus formas juegan a violar las leyes de montaje y narración clásicas, tienden al anarquismo puro y duro, pero aunque en una primera visión todo pueda parecer que goza de una libertad sin límites, lo cierto es que la película está perfectamente calculada de principio a fin. Incluso cuando uno quiere rebelarse contra todo lo establecido debe tener un plan bien pensado.
Contra los que se ofenden por poco
Así pues, ‘Las margaritas’ nos lleva a conocer a dos amigas que hartas de lo corrupto que está el mundo, deciden corromperse ellas mismas, ejerciendo la provocación más incómoda allá por dónde van. Su pasatiempo preferido es el liarse con hombres mayores a los que prácticamente humillan, y también poner patas arriba todos los lugares que visitan, todo ello entre risas impertinentes y falsa condescendencia. Un trabajo que puede resumirse como destruir para construir, algo que Chytilová parece estar haciendo con la película en sí.
El trabajo de montaje, colores y planificación revela un perfecto dominio de la técnica cinematográfica, y pocas veces como en esta ocasión ha servido para boicotear, destruir y reinventar un arte que parecía haberlo dicho todo en aquellos años. No obstante, las intenciones de la directora son bien claras, tal y como reza la dedicatoria final, digna de aplauso, que hace un llamamiento al sentido común, criticando a los siempre molestos bien pensantes. Curiosamente ‘Las margaritas’, que mucho tachan de feminista, carece de ideología política marcada, y lo más sorprendente es que no resulta tendenciosa.
Si acaso, una gamberrada realizada con algo de mala leche, surgida de una Checoslovaquia previa a la Primavera de Praga, y que con esta obra proclamaba la rebelión artística más importante del séptimo arte, al lado de otras cinematografías europeas. Atención al instante de las tijeras en la habitación. Nunca veréis nada igual, y aunque la película cae en la repetición, quizá también buscado intencionadamente, su importancia está más que justificada. Disfrutar o no de ella, depende del grado de tolerancia de cada uno a las gamberradas. Un collage tan inofensivo como interesante.