'Rompenieves', cine por y para el pueblo

'Rompenieves', cine por y para el pueblo
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En una de mis largas charlas con Diego Salgado, excelente cinéfilo y crítico de cine —por norma general en este país ambas cosas van separadas—, de esas que rescataremos en algún futuro debate público, me contaba al respecto de ‘Rompenieves’ (‘Snowpiercer’, Bong Joon-ho, 2013) que no le convencía demasiado por su mensaje demasiado evidente, por no ser una cinta de ciencia-ficción, sino que utiliza la misma como excusa para plantarnos un muy claro, sin subtextos ni subterfugios, mensaje sobre la actual crisis mundial. Directo al grano sin rodeos.

Se trata de la primera película en inglés, al menos gran parte del metraje, y con abundantes caras occidentales, del coreano Bong Joon-ho, a quien le recordamos por las excelentes ‘Memories of Murder’ (‘Salinui chueok’, 2003) y ‘The Host’ (‘Gwoemul’, 2006). Una entrada por la puerta grande que está siendo un éxito sobre todo en países orientales, donde dobla ya su presupuesto de menos de 40 millones de dólares, y que lucen en pantalla como si fueran más.

‘Rompenieves’ adapta el primer volumen del cómic ‘Le transpierceneige’, obra de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, sobre la que los guionistas Joon-ho y Kelly Masterson, cuyo libreto anterior había sido el de la excelente ‘Antes que el diablo sepa que has muerto’ (‘Before the Devil Knows You're Dead’, Sidney Lumet, 2007), realizan algunos cambios considerables, que sumada a la vibrante puesta en escena de su director, se obra uno de esos milagros de cine mainstream inteligente y que no trata al espectador como si fuera tonto.

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La ciencia-ficción como excusa

Puedo estar de acuerdo con la apreciación del colega Salgado. ‘Rompenieves’ utiliza la ciencia-ficción, no como género en sí, sino como herramienta para un mensaje que trasciende en sí el género pero que además lo engulle todo. Sin embargo, creo que ahí radica la gracia del film de Joon-ho, no alimentar la reflexión más allá de lo evidente, no establecer puntos oscuros o dudosos sobre lo que quiere transmitir, y ser lo que los representantes políticos de este mundo no son: claro y contundente. A la basura las metáforas, ‘Rompenieves’ trasciende la metáfora inútil.

Que todo el recorrido por el tren desde los vagones traseros hasta los delanteros no aguarde sorpresas —la diferencia entre clases sociales es evidente hasta para un adolescente de hoy día—, no impide el disfrute, puramente atávico, que uno siente en un juego en el que también puede verse la tan odiosa moda del videojuego invadiendo el cine —los vagones también semejan las distintas fases de muchos videojuegos—. Un viaje de vagón en vagón, apasionante, por luchar contra la tiranía en busca de una libertad que cada vez parece más utópica.

Por supuesto, la puesta en escena de Joon-ho es esencial, que dejando a un lado las tomas digitales externas, se las ingenia para vestir visualmente el interior de un tren que en ocasiones parece mucho más grande de lo que es —una alegoría demasiado clara, como todo el film—, y que está lleno de todo tipo de personas, al límite de la humanidad perdida —los relatos en off sobre las consecuencias del hambre son terribles, aunque con carambola final—, buscando una solución, rindiendo cuentas a un dios tan inútil como el de ‘El show de Truman’ (‘The Truman Show’, Peter Weir, 1998) —hasta la elección de Ed Harris papa ese papel parece una declaración de intenciones—.

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Un mensaje universal

Violenta y vibrante, enérgica y con poco tiempo para el reposo, ‘Rompenieves’ avanza como una locomotora, perfectamente diseñada, que arrasa con todo lo que encuentra. No es reflexiva porque no hay lugar para la reflexión, al cambio actúa sin piedad —la pérdida de ciertos elementos sociales se siente, pero es necesaria, si no la fuerza del mensaje disminuye—, y la empatía con los personajes está servida en bandeja de plata.

De su internacional elenco destaco sobre todo a Chris Evans, quien se aleja por completo de la imagen de superhéroe de otros films, logrando una contención dramática inusitada en él; y cómo no, uno de los actores fetiche del director, Song Kang-ho, cuyas miradas son aquí más efectivas que nunca. El resto del reparto da lo que se espera de él, incluso Jamie Bell que se encarga de un personaje, para mí, algo molesto.

Hace ya más de un siglo ciertos inventores pensaron en el cine como espectáculo puro y duro, pensando únicamente en la diversión del público. En una elipsis que pasa por todos los cambios que el séptimo arte ha sufrido, de los que parecemos ser conscientes sólo de los más recientes, Bong Joon-ho devuelve la pelota en forma de metalenguaje popular, utilizando la ciencia-ficción como bate de béisbol para un poderoso Homerun haciendo el mensaje universal alrededor del mundo, nunca mejor dicho.

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