'La Búsqueda: El Diario Secreto', un bodrio para todos los públicos

'La Búsqueda: El Diario Secreto', un bodrio para todos los públicos
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Mi compañera Beatriz resalta en su crítica que 'La Búsqueda: El Diario Secreto' ('National Treasure: Book of Secrets', 2007) es un film para aquellos que disfrutaron de la primera y entretenida entrega, y mi compañero Juan Luis la trata como al bodrio del siglo (a la película, no a nuestra compañera Beatriz). Viendo ese atentado contra el séptimo arte en compañía de un buen amigo, al que tuve que sujetar para que no se marchara de la sala a la media hora todo indignado, me comentaba éste el daño que Jerry Bruckheimer le estaba haciendo al cine en general, a pesar de haber metido mano en un par de buenas películas. Y es algo con lo que estoy totalmente de acuerdo. Este señor, que por supuesto gana un montón de pasta con los films que produce y eso es totalmente respetable, tiene todos sus productos cortados por el mismo patrón, hasta tal punto de que da igual quién dirija la película, ya que a todas se les nota ese sello inconfundible de producto de rápido consumo y que no resiste un segundo visionado.

El argumento de 'La Búsqueda: El Diario Secreto' nos lleva por medio mundo (aunque más los EEUU, evidentemente) con Ben Gates intentando demostrar que un antepasado suyo no tuvo nada que ver con el asesinato de Abraham Lincoln, a la vez que busca un enorme tesoro que está escondido desde hace siglos. No hay mucho más en la película básicamente hablando, porque de situaciones totalmente ridículas está llena la película, desde entrar en el despacho oval como Pedro por su casa, "secuestrar" al presidente de los Estados Unidos, que además es un enrollao impresionante, ir de un lugar a otro del mundo en menos que canta un gallo, entrar en Buckingham Palace como yo por mi casa, y sobre todo demostrar que los servicios de seguridad de cualquier lugar están llevados por seres mononeuronales que se creen que unos pendientes han podido caer en un sitio en el que jamás ha estado la que los llevaba (y con esto no me refiero al despacho oval, donde evidentemente está, pero dentro de él jamás se ha situado detrás de la mesa presidencial que es donde busca el personaje de Cage).

Jon Turteltaub no parece el mismo que en la anterior entrega, un film simpático donde los haya. Aquí está sujeto a un guión enormemente inútil y casi inexistente, y su puesta en escena es más endeble que en la primera entrega, las escenas supuestamente espectaculares no lo son tanto, y el ritmo decae en bastantes ocasiones. De hecho el film parece un compendio de escenas/pruebas sucesivas una detrás de otra sin la más mínima coherencia narrativa, y dándole igual lo que el espectador pueda sentir o pensar. A un film de entretenimiento no hay que pedirle mucho, todos estamos de acuerdo, pero creo que tampoco debe tratar al espectador como si éste fuera subnormal, y creo que esta película se pasa tres pueblos en ese aspecto. Las situaciones son tan inverosímiles y tan tontas que uno no se cree nada de lo que está viendo, y ni siquiera empatiza con los personajes de la película.

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En cuanto al reparto, Nicolas Cage, Diane Kruger, Justin Bartha, Harvey Keitel y Jon Voight repiten papeles, pero están todos menos entregados que en la anterior película. El Bartha más gracioso, y aquí más quiere decir menos; Voight un poco patético, la Kruger menos interesante, Keitel visto y no visto, y Cage debe tener una cláusula en su contrato que le permite hacer el payaso en todas sus películas (atención a la que monta en cierto lugar discutiendo con su expareja. Lamentable). Por supuesto, y para tener aún más tirón taquillero, esta segunda entrega cuenta con la participación de dos de los actores más solicitados del momento. Helen Mirren encarna a la madre de nuestro protagonista, y sus participación se limita a ser lo más previsible posible, sobre todo en su relación con su exmarido. Ed Harris que hace creíble cualquier cosa es el antagonista del relato, y lo más incomprensible de todo porque vamos a ver SPOILER: si en vez de montar na enorme mentira sobre el antepasado de Gates le hubiera pedido ayuda desde el principio, éste no se hubiera negado en absoluto. Pero no, necesitamos un villano que resulta que no loes, estropeando todolo narrado hasta ese momento. FIN SPOILER. Y por último un Bruce Greenwood dando vida al presidente más poderoso del planeta, al que es muy fácil llevarse de copas. El actor da el tipo para el personaje, pero el guión no le guarda ni el más mínimo respeto, como ocurre con todos los demás personajes.

Por supuesto la película recaudará millones y millones en las taquillas de todo el mundo, porque ¿quién no la verá después de pasarlo bien con la primera entrega? pues nadie, evidentemente. Brukcheimer es un tipo listo, de eso no hay duda, pero en vez de seguir produciendo cosas con cierto interés e intentar mejorarlas, prefiere la pasta rápida dando vía libre a bodrios como el que nos ocupa. Una pérdida de tiempo y dinero (para algunos, claro) y de esperanza en el cine. Por cierto, una tercera parte no me extrañaría nada.

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