Cómic en cine: 'Barb Wire', de David Hogan

Cómic en cine: 'Barb Wire', de David Hogan
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Aún siendo lector más que ávido de cómic, el haber estado pendiente en las últimas tres décadas de todo aquello que, salido de las viñetas, ha encontrado acomodo en la gran pantalla, ha habido siempre ciertos límites que pocas veces he estado dispuesto a atravesar por aquello de que hayan agarrado las buenas formas y el decoro, se los hayan pasado por ciertas partes de su anatomía y nos hayan dejado como resultado producciones de esas que a nadie debería sorprender ver denominadas como "anticine". Y si alguien se está preguntando si tal cosa existe, que cese en sus cavilaciones, existe, y durante los noventa, al menos en lo que a este especial atañe, tomó posesión de no pocas películas.

Ya hace un par de semanas dimos buena cuenta de ese esperpento que fue 'Tank Girl' (id, Rachel Talalay, 1995), que mi compañero Alberto no tuvo reparos en calificar en los comentarios de dicha entrada no sólo como una de las peores adaptaciones que se han hecho de un cómic sino como "una de las peores películas jamás hechas". Un doble y muy cuestionable logro que, al parecer del que esto suscribe, comparte con intensidad y alevosía la cinta que nos ocupa hoy, un producto infumable que "deje pasar" —eufemismo para "hui despavorido del cine en el que la proyectaban"— el año de su estreno y que, de no haber sido por mi compromiso para con este especial sobre Cómic en cine, jamás habría considerado visionar.

Barb Wire 2

Y es que 'Barb Wire' (id, David Hogan, 1996) es una de esas producciones de las que ya comenté en su momento que no iban a ceñirse a la estructura habitual de las entradas que hasta ahora concretan el normal discurrir de lo que hemos aireado por aquí debido a razones que van desde la poca relevancia de su contrapartida impresa a la imposibilidad de haber podido encontrar por la red versiones digitalizadas de algunos números que me hubieran llevado a formar una idea aproximada sobre qué se podía encontrar en ella y, sobre todo, por qué diantres Dark Horse Entertaiment pensó hace veinte años que adaptar al cine las aventuras de esta heroína de un futuro muy cercano —la acción se desarrolla en el año 2017— era garante de taquilla...porque para tirar el dinero de forma absurda, hay otros medios más satisfactorios, la verdad.

Vehículo para el lucimiento de las interminables y muy apretadas curvas y las nulas capacidades interpretativas de Pamela Anderson, es sólo por la presencia de la ex-chica Playboy, ex-vigilante de la playa y ex de Tommy Lee que podría llegar a entenderse la puesta en pie de una producción que hace de cualquier filme de Uwe Boll una auténtica maravilla del séptimo arte. No debemos olvidar que, durante los noventa, la popularidad de esta neumática rubia había ido aumentando casi al mismo tiempo que la cantidad de silicona de sus senos gracias a sus reportajes en las revista de las conejitas, a esas interminables carreras a cámara lenta por las playas enfundada en aquél inolvidable bañador rojo —antológico era el capítulo de 'Friends' (id, 1994-2004) que explicaba el único motivo por el que los hombres podíamos llegar a ver tan olvidable serie— y, cómo no, a los talentos demostrados en cierta película casera sobre una luna de miel bastante caliente.

Barb Wire 3

El problema, el grave problema de hecho, es que poner a Pamela Anderson al frente de un filme de ¿ciencia-ficción?, enfundarla en unos vertiginosos escotes de cuero negro con unos taconazos imposibles, ponerle un par de "pistolones" en cada mano y pretender que nos la creamos como heroína de acción es tanto como querer ver en la dirección de David Hogan —un realizador que sólo firmaría una producción más tras esta su ópera prima antes de desaparecer en el mundo de los videoclips— algo más que la de un mero "meneador de la cámara", o pretender que el diseño de producción del filme sea mejor que el refrito de incoherentes estilos que vemos, sin ir más lejos, cada vez que la acción nos lleva al club nocturno regentado por la protagonista.

Poco importa en una película de está ralea una trama enhebrada a partir de un McGuffin tan rebuscado como el de esas "lentes de contacto biónicas" —¡toma ya! ¡lentillas biónicas! ¡uau!— que son clave para la supervivencia de una científica que quiere atravesar la frontera para huir a Canadá ya que en su ADN se esconde el antídoto de la próxima arma biológica letal que prepara un grupo de malos-muy-malos-que-lo-son-porque-si-no-no-habría-película. Y menos aún, el que la función se olvide del término coherencia para convertirse en un festival del "porque sí". Vale que soy de los primeros que defienden que hay que saber lo que se va a ver cuando uno se mete en berenjenales como éste, y que no se le pueden pedir peras al olmo a una cinta cuya máxima aspiración es que el público masculino salga de la sala con una erección galopante. Que lo consiga o no dependerá del nivel de testosterona del respetable, pero tan evidente es que poco mas se puede rascar de 'Barb Wire' como que, para suscitar ciertas reacciones biológicas, hay un tipo de cine mucho más adecuado, ¿no?.

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