No todos los directores saben el momento exacto de sus muertes, pero sí que notan cuando está próxima y, ahora que nuestros directores veteranos llegan a edades más prolongadas, intentan abordar esa inquietud en su trabajo de alguna forma. Rob Reiner sin duda no sabía que iba a morir, menos de una manera tan trágica, pero sí tenía cierta consciencia de su mortalidad.
El célebre director seguía haciendo películas, aunque muchas exhibiendo una mezcla de resultados pobres y falta de alcance, al ser alguien especializado en hacer ese cine adulto de medio presupuesto que Hollywood ya no quiere hacer. Así que no le quedó otra que caer en una de las trampas de la industria actual y hacer una secuela tardía de uno de sus clásicos, de ahí la existencia de ‘Spinal Tap II: El final continua’.
Un amplificador estropeado
Pero incluso la secuela legado de una de las mejores comedias y películas sobre música de la historia se ha visto obligada a un estreno discreto por el desinterés del Hollywood moderno en cineastas artesanos como Reiner. Aquí en España ha tenido un poco ceremonioso estreno directo en plataformas de alquiler, obligándonos a estar atentos del regreso de los personajes de Christopher Guest, Michael McKean y Harry Shearer, que también son guionistas junto a Reiner.
Han pasado más de 15 años desde el último concierto de Spinal Tap, una de las bandas más legendarias de la historia del heavy metal. Sus miembros han abrazado una vida más discreta, alejada de los excesos del estrellato y el rock & roll, pero se les presenta una oportunidad lucrativa de hacer un gran concierto de reunión, y el director de documentales Marty DiBergi les seguirá para una nueva película tras haber realizado la primera.
La revitalización en el interés del grupo se produce a partir de una reviralización en redes como TikTok de sus canciones, siguiendo también la muerte de su batería. Esto último propicia que los personajes se pongan medianamente reflexivos (y graciosos) en torno a la proximidad de la muerte, detalles que resaltan un poco más tras perder a Reiner.
‘Spinal Tap II: El final continua’: una reunión fallida
Pero ‘Spinal Tap II’ no termina vertebrando su existencia en torno a ello, sino a los fallidos intentos de capitalizar el renovado y algorítmico interés en una reliquia musical del pasado. Un tema muy relevante en tiempos de una reunión y gira mundial de Oasis, una especie de secuela legado en sí mismo que la propia película de Reiner asimila con nuevas generaciones intentando lidiar con rockeros cascados.
Pero la película pierde la oportunidad de reírse de esos tics ya formulaicos de las secuelas tardías, y su propia irrelevancia además de fallidos intentos de arrancar son irónicos dada la irrelevancia del grupo y sus fracasos intentando recrear la magia pasada. Los chistes aterrizan poco, y resulta un contraste muy notorio con respecto a una película original que no dejaba medio minuto sin dejar algo hilarante.
Reiner cae también en la trampa que caen muchas comedias de este tipo, preñando la película de cameos de músicos famosos para intentar subrayar la supuesta importancia de su grupo ficticio. Cosa que no necesitó con la obra original, que asentó la idea del mockymentary con grandísimo acierto y permitió luego a Christopher Guest desarrollar el estilo. ‘Spinal Tap II’ acaba reciclando las fórmulas de dicho subgénero de una manera muy arcaica y gastada. No terrible, porque hay ciertos momentos que arrancan risas y hasta ternura, pero es una recopilación de grandes éxitos bastante mal remezclada.
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